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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

5. EL ROMANCERO TRADICIONAL, CUESTIONADO, 1959-1962

5. EL ROMANCERO TRADICIONAL, CUESTIONADO, 1959-1962. VII. LA PUBLICACIÓN DE LOS FONDOS DEL ROMANCERO ENCOMENDADA AL SEMINARIO MENÉNDEZ PIDAL.

      El interés de Menéndez Pidal por el Romancero no se canalizó en los años 1954-1959 úni­camente a través del "Seminario Menéndez Pidal": en la Real Academia Española apoyó la edición facsimilar de Las flores de romances, por medio de las cuales se difundió a finales del s. XVI impreso el "Romancero nuevo", antes de que fuera compilado en el Romancero general de 1600. Ya hemos visto que, en 1952, María Goyri había proporcionado a Antonio Rodríguez Moñino el ejemplar fotografiado de la Flor de enamorados existente en el "Archivo del Romancero" para la reedición de ese cancionero, y que don Antonio le había expresado su propósito de reimpri­mir todos los cancionerillos y romanceros del siglo XVI anteriores al Romancero general; ahora, ese proyecto, iniciado privadamente en la "Editorial Castalia" de Valencia, vino a ser asumido por la Academia. Sólo gracias a la intervención personal de don Ramón en Julio de 1955 pu­dieron ser obtenidas de Archer M. Huntington las fotografías de las ediciones, atesoradas en la Hispanic Society, que habían de servir de base para buena parte de los textos cuya edición fac­similar iba a estar al cuidado de Antonio Rodríguez Moñino. En efecto, el 12 de Julio de 1955, Agustín G. de Amezúa hacía saber por carta a Menéndez Pidal:

    "Para que podamos obtener los fotograbados de Las flores de romances con destino a nuestros facsímiles, es necesario que Vd. escriba a Mr. Huntington pidiéndoselos personalmente y como un favor especial. Yo lo hice con fecha 15 de febrero de 1955, pero me contestaron negativa­mente. Únicamente con la intervención personal suya es como podremos obtenerlos".96

      En 1959, Menéndez Pidal manifestó a Rodríguez Moñino la conveniencia de ampliar la ree­dición de fuentes antiguas del Romancero a otras series de romancerillos de bolsillo del siglo XVI y, eventualmente, a los pliegos sueltos. El 5 de Junio don Antonio escribió a don Ramón precisando lo que podría ser aquel nuevo proyecto:

    "He estado pensando, después de nuestra conversación de ayer, sobre el proyecto de edi­ción. Creo preferible que, si la Academia se decide, se reimpriman las fuentes del romancero en un solo volumen y en tipografía moderna, precedidas de un estudio bibliográfico mío y de los detallados índices necesarios. En principio irían:
Cancionero de romances.
Anvers, s. a.
Primera Silva. Zaragoza, 1550.
Segunda Silva. Zaragoza, 1550.
Tercera Silva. Zaragoza, 1551.
Silva de romances.
Barcelona, 1561,
y como complemento cuanto no recogido haya en las ediciones del Cancionero, la Silva, etc. posteriores, hasta aproximadamente 1600. También podría añadirse un apéndice de textos del Cancionero general (1511-1573) y de pliegos sueltos góticos. / Tengo la duda de si incluir o no las Rosas de Tirnoneda (...).
    Si persiste Vd. en el proyecto de la edición, convendría que yo lo supiese cuanto antes para dedicar íntegramente a esta tarea los meses de junio a octubre y poder tener el libro en la ca­lle a fines de año.
    Sabe cuanto le quiere, respeta y admira su discípulo y amigo invariable".

      Pero este proyecto se vería afectado, poco tiempo después, por los avatares de la candidatura de Antonio Rodríguez Moñino a un sillón de la Academia Española y también lo sería, indi­rectamente, la publicación del Romancero tradicional II, volumen que, según arriba vimos (§ 2), parecía estar a punto de "tirarse" en Agosto de 1959.

      El 18 de Marzo de 1960, conocedor de que Rodríguez Moñino preparaba para la Academia Española la edición de la Tercera parte de la Silva, cuyo único ejemplar completo había reapare­cido en la Hispanic Society de Nueva York, recurrí a él, desde la Universidad de La Laguna, para conseguir una lectura de primera mano de uno de los romances de esa publicación que necesi­taba para uno de mis trabajos romancísticos97; y don Antonio no tardó en contestarme. El día 25 de Marzo me escribió a Canarias en estos términos:

    "Mi querido amigo: Con mucho gusto contesto a su carta del 18. Ahí van las pruebas. He corregido todo, para que Vd. luego acepte lo que crea oportuno, en presencia de la Tercera parte de la Silva (Zaragoza, 1551). No sé cuándo publicaré este tomito porque yo querría dar todas las Silvas en un par de volúmenes y no creo que haya editor para ellas. Pensé, en un principio, que lo hiciera la Academia Española (como lo hizo con el Cancionero general) pero... estoy muy escarmentado con la experiencia del Cancionero y la de los doce tomos de Las fuentes del Romancero general. Non bis in idem..".

Aparte de devolverme las pruebas de imprenta, que yo le había remitido, con el texto de la Ter­cera parte de la Silva convenientemente corregido, don Antonio me ofrecía muy generosamen­te en aquella carta contribuir a la excelencia del Romancero tradicional:

    "Yo tengo en casa la inmensa mayoría de los Romanceros publicados hasta 1688, unos en ejemplar, otros en fotografía. Están a su completa disposición para todo lo que precise y no vacile en mandarme romances para revisar las lecciones antiguas, sobre todo las que vayan a salir en el tomo II del Romancero. He manejado muchísimo el tomo I, con admirables estu­dios literarios; lástima grande que la parte bibliográfica no esté al mismo nivel! (...)".

De paso, me comunicaba sus planes de salida de España para ir a enseñar en la University of Ca­lifornia:

    "Efectivamente —si me dejan— iré a ver a nuestros amigos de Berkeley y a pasar con ellos el curso 1960-1961. Mucho celebraría que coincidiésemos por allá"

      En aquel próximo curso 1960-1961, a que don Antonio aludía, yo me trasladé a Madison (Wisconsin) donde había sido invitado a enseñar en la Universidad. A mediados de Noviembre aún esperaba que la imprenta de Silverio Aguirre emprendiera de una vez la composición de las secciones finales del Romancero tradicional II de que nunca nos había dado pruebas (los roman­ceros de «Los Infantes de Salas» y de «La Condesa traidora»). Al pasar revista, para Ramón Menéndez Pidal, a la situación de los diversos trabajos que se venían realizando en el "Seminario", le decía entonces:

    "ROMANCERO. El tomo 2° del Romancero está ahora pendiente, no de correcciones, sino de que Aguirre se decida a componer la parte final («Infantes de Salas»). Que me envíe las pruebas cuando lo componga. ¡Hay que meterle prisa, pues si no lo dejará de un año para otro!".

      A comienzos de 1961 (el 23 de Enero), Rafael Lapesa me escribió muy satisfecho sobre la im­presión del volumen segundo del Romancero:

    "Supongo habrás recibido 44 galeradas de la imprenta de Aguirre, correspondientes al principio del Romancero de los Infantes de Salas. Están muy bien, tanto el prólogo como las notas. ¿Quién los hizo? Sólo echo de menos que en las galeradas 4-6 no se habla para nada de Ruy Velázquez (quiero decir, de la posible relación del personaje de la leyenda con los Ruy Velázquez históricos); y que en las págs. 22 y sigts. no se da ninguna explicación del traslado del ámbito de los hechos hasta Calatrava la Vieja, a orillas del Guadiana; espero que María Josefa Canellada esté aquí dentro de un mes y se haga cargo del Romancero".

Aquella Primavera llegaron por fin a mis manos las anunciadas pruebas, y creí poder resolver rá­pidamente los detalles que exigían retoques98:
    Sin embargo, en el curso de la corrección, tomé la decisión de aprovechar la antigua oferta de Rodríguez Moñino y le escribí a California, según informé a Ramón Menéndez Pidal el Vier­nes [28] de Abril de 1961:

    "ROMANCERO. Hace un año Moñino se me ofreció a colaborar en el perfeccionamiento bi­bliográfico del vol. II del Romancero, pues criticaba ciertas deficiencias del Iº. En vista de ello, acudo a él para lo de la 2a Silva (los textos se tomaban de la Primavera! [de Wolf]) / Remití  el prólogo [a Madrid], que no necesita consultas, hace días./ En los Romanceros "primitivo", "viejo" y "cronístico" hice algunas correcciones, que quiero poner a máquina, para mayor fa­cilidad";

y pocos días después, le expliqué, en carta sin fecha de primeros de Mayo":

    "Abuelo, corregí las pruebas del Romancero bastante (ya que contaba con el original) y se las remití a Moñino (a Berkeley), pues me ofreció revisarlas bibliográficamente. Cuando me las devuelva, las remitiré. Las 2as pruebas pueden corregirlas ya ahí. No me dices si aceptaste las adiciones hechas a la Introducción".

      En efecto, en aquellos días (el 1° de Mayo) había yo escrito a Antonio Rodríguez Moñino lo siguiente100:

    "Basándome en su amable ofrecimiento de hace un año (25 Marzo 1960), me atrevo a molestarle enviándole las pruebas de una parte del «Romancero de los Infantes de Salas». Fue preparado por mí, siguiendo instrucciones de Menéndez Pidal, allá por el año 1949-1950, cuando aún era estudiante en Madrid. En la actualidad estoy físicamente alejado de los ma­teriales en que se basa y espiritualmente muy desconectado del tema; pero guardo honda­mente enraizado el amor familiar por la empresa y quisiera que el esfuerzo «secular» de mi abuela y abuelo viese la luz en la forma más digna y útil posible. Por ello me atrevo a pedirle su colaboración.

    Me decía Vd. en la carta arriba citada que el tomo I estaba bibliográficamente flojo; ¿po­dría Vd. ayudarnos a que no se produzcan fallos similares en el IIo? Naturalmente su aporta­ción a esta obra «tradicional» sería debidamente reconocida en los principios del volumen.
 
   En cuanto a los defectos notados en el Io, aunque ya irremediables, me gustaría subsanar­los en este IIo incluyendo como corrigenda cuantas observaciones al Io interese hacer. Si Vd. me enviase sus correcciones y adiciones las incluiríamos con mucho gusto; quizá incorpora­das a la propia colección resulten más útiles que publicadas en otro lugar. Como es lógico se consignaría la procedencia".

      Desgraciadamente, los vientos soplaban en otra dirección. Yo ignoraba que don Antonio es­taba por entonces muy resentido con Ramón Menéndez Pidal a causa de sucesos relacionados con su candidatura a la Academia Española101. En aquella ocasión, la respuesta que el 9 de Mayo de 1961 me envió desde la University of California en Berkeley fue bien desalentadora:

    "Días pasados recibí su carta y poco después me llegaron las galeradas del Romancero His­pánico. He querido echar un vistazo a las pruebas antes de responderle y por ello he retrasa­do algo la contestación.

    Efectivamente, como dice Vd., le ofrecí el año pasado la poca ayuda que pudiera prestarle facilitando antiguas ediciones de romances que no hubiesen sido utilizadas en la preparación del texto, de igual modo que en ocasiones anteriores presté a su abuelo la Tercera parte de la Silva, las de Mendaño, etc., para que fueran aprovechadas por sus discípulos o colaboradores.

    Hace un año estaba yo muy metido en cuestión romanceril. Don Ramón, terminados de editar el Cancionero general y Las fuentes del Romancero de 1600, me pidió que hiciese lo mis­mo con las Silvas para la Academia Española. Inmediatamente puse manos a la obra, pero so­brevinieron en junio de 1960 las conocidas —y previsibles— consecuencias de la «fernandezramirada» y no volví a poner los pies en aquella casa, alzando mano de la tarea y dedicando mis actividades a otros menesteres. Ahora, en este país, estoy alejado de mis libros, notas y pa­peles.

    Le agradezco su ofrecimiento para colaborar en el tomo II y siguientes del Romancero con aportaciones bibliográficas, pero no lo creo posible, aunque mucho me honraría. Ya dije a Vd. que esa parte estaba «floja» y ahora, examinadas las pruebas que me envía, he de añadir que no se trata de corregir algunos errores (nadie está libre de ellos) sino de algo radical de con­cepto y método.

    Entiendo que la tarea primera que hay que llevar a cabo, antes de preparar la edición de cada ciclo de romances, es cimentar unas sólidas bases bibliográficas, buscar todos los textos antiguos y proceder a una escrupulosa organización cronológica de ellos. Lo ya impreso está patentizando que no se ha hecho así. Encargarme ahora de restablecer totalmente un roman­cero que se ha transcrito de segunda mano en su mayoría en vez de tomarlo directamente de las fuentes originales es tarea que sobrepasa mis deseos en este momento (...). No, no se trata ahora de restablecer el texto de media docena de romances copiados por Wolf o de relevar otra media docena de descuidos de un editor del siglo XIX. Si fuera eso, yo lo haría con gus­to por dárselo a Vd. Es que creo que semejante tarea es inútil y lo que procedería es rehacer absolutamente todas las versiones cotejándolas con sus originales primitivos impresos y exa­minando todas las ediciones en las fuentes. En una obra de la importancia y trascendencia del Romancero hispánico o se presentan los datos de manera que no pueda dudarse de que se ha hecho el máximo esfuerzo humano para alcanzar la exactitud, o se nos viene abajo la con­fianza en la labor realizada (...).

     Me hará Vd. la justicia de creer que las indicaciones mías no rozan ni de lejos al profun­dísimo respeto que siento por nuestro común maestro, respeto del cual he dado pruebas, en ocasión no lejana, llevándolo hasta el máximum de los límites tolerables. Es posible que no vea Vd. la cosa del mismo modo que yo y es posible también que, en mi modo de ver, la ra­zón no esté de mi parte. Caso de ser así, disculpe mis claridades".

      Ante esta radical descalificación del Romancero tradicional por Rodríguez Moñino, aparte de comunicar escuetamente a Madrid la noticia102, reaccioné en dos direcciones. En primer lugar, respondí a don Antonio, tratando de reenfocar el tema103:

    "Recibo, y le agradezco, su larga carta del pasado día 9. Creo necesario separar en mi res­puesta dos temas que en ella se complementan pero que, desde mi punto de vista, no están relacionados; y, como prefiero agarrar el toro por los cuernos, paso a tratar ante todo del me­nos erudito.

    Me extraña su resentimiento respecto a mi abuelo ("... respeto del cual he dado pruebas, en ocasión no lejana, llevándolo hasta el máximum de los límites tolerables") en relación con la frustrada elección académica (leí en Ibérica que Menéndez Pidal votó contra el veto guberna­tivo, ¿no es cierto?). Realmente no estoy en condiciones de emitir juicio sobre lo que Vd. lla­ma la "fernandezramirada"; desde 1954 vivo en el exilio, lejos del obispero peninsular, en Ca­narias (satélite flotante en el espacio intersideral), Berkeley y Madison, y la lejanía ha venido a reforzar mi falta de curiosidad por la sociedad intelectual española...; en consecuencia, mi única fuente de información sobre el tema deriva de Ibérica y publicaciones análogas. Lo que, desde mi aislamiento, no comprendo, desde luego, es que Vd. se interese por pertenecer a esa obsoleta tertulia, carente de todo sentido y finalidad en estos tiempos. Pero, en fin, si su gus­to era ése, uno sinceramente mi protesta personal a la de cuantos hasta aquí lo han hecho res­pecto a los susomentados sucesos.

    Otro tema es el Romancero tradicional. Lamento que una minusvaloración inicial de la obra le retraiga de ayudarme en la tarea, para mí imposible, de perfeccionarlo bibliográficamente. Creo que ha comprendido mal el carácter de la obra. Los dos tomos referentes a los roman­ces de ciclos "épicos" que están saliendo desde 1955 (el tomo II está en la imprenta desde en­tonces) responden en su organización a un tipo de estudio muy del gusto de Menéndez Pidal desde su primer libro de 1896, dedicado a estudiar el desarrollo secular en la literatura espa­ñola de un tema de la épica nacional. Pero no dan una idea clara de lo que el Romancero tra­dicional ha de ser en su día —si algún día se publica—. Su estructura excepcional oculta el carácter del conjunto de la obra. Durante toda una vida el matrimonio Menéndez Pidal fue acumulando —en períodos de actividad muy desigual— textos y notas sobre el romancero. Como consecuencia de ello, existe en la actualidad una colección riquísima —sobre todo en versiones de la tradición moderna— orientada, desde luego, en una dirección específica (es­tudio de la «tradicionalidad») y, sin duda alguna, ni perfecta bibliográficamente, ni sistemá­ticamente rematada. Esta colección es lástima que siga estando inédita, inasequible a cuantos trabajan o piensen trabajar en el Romancero (...). El Romancero tradicional aspira a poner al alcance del público esos materiales atesorados en Chamartín por el matrimonio Menéndez Pi­dal, la «colección de textos y notas de María Goyri y Ramón Menéndez Pidal», como en el título general de la obra se anuncia (...). Detener la publicación de la colección hasta perfec­cionarla bibliográficamente, como Vd. exige, sería enterrarla para siempre, con cuanto en ella hay de nuevo e inasequible para la erudición ¿Quién iba a realizar esa obra? ¿Cree Vd. que la obligación de mi abuelo, a los 90 y tantos años, es realizar «el máximo esfuerzo humano para alcanzar la exactitud» antes de poner en manos de todos su colección romancística? Con to­das sus omisiones, con sus «transcripciones de textos de segunda mano», el Romancero tradi­cional creo que debe ser publicado cuanto antes. Por desgracia, no veo fácil que la imprenta divulgue la colección Menéndez Pidal. Los dos primeros volúmenes están saliendo desde 1955; fueron redactados, siendo yo estudiante, allá por los años 1948-1950. Y actualmente nadie hay en Madrid que se encargue de su puesta en marcha".

      Por otra parte, consideré preciso tratar de subsanar los defectos que en su extensa crítica Ro­dríguez Moñino enumeraba en forma de alusiones y sin proporcionar las claves necesarias para su remedio104; por lo que, en carta del 28 de Junio de 1961 dirigida a Madrid a mi madre, co­menté ofendido y con indignación la despectiva y sutil respuesta recibida:

    "Al abuelo, que en cuanto pueda, le enviaré las pruebas del Romancero con correcciones. El problema son los defectos apuntados, pero no solucionados, por Moñino en su insultante car­ta romancística".

Al devolver a mi abuelo las pruebas vistas por mí, le adjunté la carta de Rodríguez Moñino y le insté a que tratara en Madrid de resolver los problemas bibliográficos que allí desde Wisconsin me resultaban irresolubles. Ramón Menéndez Pidal consideró toda la cuestión con mucha ma­yor tranquilidad que yo. El 17 de Julio de 1961 me respondía:

    "Diego, han llegado las pruebas del Romancero en un estado lamentable, el sobre todo des­trozado y en correos le pusieron una abrazadera de cordel para que no se desparramasen las hojas. La carta última de Moñino es dura, pero no inamistosa: quiere ayudar algo, pero ale­ga que no tiene bastantes elementos a mano. Según Clavería, le dolió mucho la elección de Fernández Ramírez y ésta es su única llaga. Él no ve que la gramática interesa más apre­miantemente a la Academia que la bibliografía. Exageras tú al suponer «furia anti-pidalina». Ya he llamado a María Josefa [Canellada], que ahora está de vacaciones. Ya trabajaré con ella a ver cómo ponemos en pie este tomo, teniendo presente tu carta y la de Moñino ya muy aprovechada por ti. Él naturalmente quiere sentar que la bibliografía es muy importante, y claro que lo es, pero es algo seco y de caracteres ásperos: ejemplo Foulché-Delbosc. Yo me ale­graría mucho que Moñino quisiera colaborar y no creo que se olvide de que por su candida­tura para la Academia pasé yo uno de los grandes disgustos de la vida oficial".

      Convencido de que su particular lectura de la carta (basada en una falsa apreciación de cómo recordaría Rodríguez Moñino los sucesos que frustraron su aspiración a ser elegido académico de número en 1960) era la acertada, Menéndez Pidal llegó a escribir el 11 de Octubre de 1961 a Rodríguez Moñino en los siguientes términos105:

    "Yo no intervenía más que indirectamente en este tomo del Romancero; pero ahora carga sobre mí. Diego [Catalán] enfrascado en sus Crónicas allá en América, y Álvaro [Galmés] en Munich. Ahora necesitamos mucho su ayuda. ¿Quiere Vd. que le ponga en comunicación con María Josefa Canellada para las muchas dudas que ocurren en la corrección de pruebas?".

      La reacción de don Antonio a esta propuesta fue breve y seca106, remitiendo (mediante el en­vío de copias) a su correspondencia anterior conmigo107. Por entonces las publicaciones de Ro­dríguez Moñino abundaban en críticas de detalle a afirmaciones de Menéndez Pidal relativas al Romancero108. Pero Menéndez Pidal no consideró lógico que cuestiones personales pudieran in­terferir en el desarrollo de una tarea investigadora que requería el trabajo aunado de ambos, ya que, según su ideología, las "cosas" debían tener siempre primacía sobre las "personas"109:

    "Escribí a Ud. mi carta del día 11 porque referencias del Sr. López de Toro me decían que estaba Ud. muy en buena disposición respecto de mí y de mis trabajos (...). Si me engañé, lo sentiría mucho. La carta de Ud. a Diego que me incluye también la veo de difícil interpreta­ción. Diego, que me la había comunicado, la juzgaba negativa absoluta de colaborar en el ro­mancero. A mí me parece que ésta ha sido una interpretación demasiado pesimista. No qui­siera ser tampoco pesimista ahora, porque no desearía desviar este asunto a resentimientos personales sino mirar sólo a la objetividad de las cosas" (21-VIII-1961).

      La carta sólo sirvió para aumentar la irritación de Rodríguez Moñino, quien escribió a con­tinuación a Menéndez Pidal con despectiva dureza:

    "Vamos a ver si pongo un poquito de luz sobre lo que a Vd. le parece «de difícil interpre­tación». En la carta a Diego le decía con claridad meridiana que con mucho gusto interven­dría en el Romancero si se tratase sólo de restaurar algunas lecciones erradas, pero (...) señalé, en el tomo aparecido y en las galeradas que me enviaba, diez fallos bibliográficos que estimé de gravedad suficiente como para restar confianza en lo que pudiese haber en el conjunto de la obra (...). Ahora (...) me confirmo en que es inexcusable reemprender la labor de revisión total (...). Creo que esto está claro y que va expresado con la máxima objetividad reclamada por usted. No es justo buscar en mi actitud o en mi carta lo que yo no he puesto ni pensado siquiera" (24-VIII-1961).

Ramón Menéndez Pidal hubo de resignarse y reconocer tardíamente, tanto para sí mismo como en respuesta directa a Antonio Rodríguez Moñino, "que el sentido de la carta de Ud. a Diego sea el pesimista que yo no quería ver en ella" (28-VIII-1961). Por mi parte, considerando que las obsequiosas respuestas de Menéndez Pidal, lejos de contribuir a mejorar las relaciones entre ambos, venían a echar leña al fuego, reaccioné indignado, pensando que el paso en falso dado por Menéndez Pidal constituía una innecesaria humillación110.

      Mi interpretación de que la crítica de Rodríguez Moñino al Romancero era no más que el re­sultado directo de su resentimiento en relación con la actitud pidalina en las sucesivas votacio­nes de la Academia me fue reargüida epistolarmente aquel Otoño por José F. Montesinos, des­de Berkeley, meses después de que don Antonio terminara allá el curso académico y regresara en Agosto de 1961 a Madrid:

    "Diego, por los clavos de Cristo, no sea caviloso ni absurdo (...). ¿Tengo yo tan poco fun­damento que puedo dejar caer un afecto antiguo y bien enraizado por una ventolera de otro amigo? El cual amigo apenas si sé si lo es, pues no me ha escrito una línea desde que lo des­pedí en agosto (...). Yo he lamentado íntimamente el «timing» de las censuras de Moñino, pero no estoy muy de acuerdo con su interpretación de ellas. Leí la carta que le dirigió, por­que me la dio a leer. Los tiros van menos contra el Abuelo [= Ramón Menéndez Pidal] que contra Lapesa, Salvador [Fernández Ramírez]..., quizá usted mismo, pero menos porque no es académico. De lo que Moñino se quejaba, y tiene razón, es de que habiéndose hecho muy bien toda la labor auxiliar puramente filológica, la bibliográfica no estaba a la misma altura. Note usted, si gusta, que este hombre, desde que tiene bigotes, ha sido mirado por encima del hombro porque se obstina en no ser sino un bibliógrafo; que, por lo tanto, en cuanto pue­de tomar una revancha se refocila, no sólo porque ello le dé una ocasión de vengarse, sino por la que le da de justificarse, y de decir «¿Veis?. Demostrar que de este romancerillo hay una edición de tal año equivale a cambiar la fechación de dos centenares de romances. Y ello no se puede hacer de otro modo». Si viviéramos en un país civilizado, todas las empresas de Mo­ñino resultarían prehistóricas, pues casi todos esos problemas están resueltos: en tierra de gar­banzos no lo están"111.

      Si bien todo lo comentado por Montesinos respondía a la verdad, no era menos cierta la "fu­ria anti-pidalina" latente que yo detecté desde un principio y que vendría a estallar abiertamen­te en Mayo de 1962112.

      Pero, por más que en aquel Otoño de 1961 me quejara yo de las razones subjetivas subya­centes en la negativa de Rodríguez Moñino a aportar sus conocimientos bibliográficos al Ro­mancero, los elementos objetivos de la crítica de don Antonio debían ser tenidos en cuenta; de ahí que me propusiera solucionar a mi aire las cuestiones bibliográficas del Romancero tradicio­nal II sin detener el proceso de publicación:

    "Lo malo es que Aguirre [el impresor de la obra] se me queja de que le tengo secuestradas las pruebas del Romancero hace no sé cuánto y que le perjudica... Poneros al habla con él sobre ello.
    Para salir del paso, lo que hay que hacer es subsanar y mejorar lo que esté al alcance de nuestros conocimientos bibliográficos, paliar afirmaciones sobre «primeras» y «segundas» edi­ciones (que no estamos seguros lo sean)... y explicar en el prólogo el alcance y génesis de la obra.
    Acude a Lapesa" (6-XI-1961).

      A finales de año (24-XII-1961), Ramón Menéndez Pidal , intentando sacar adelante el mal­hadado volumen, me preguntaba a Wisconsin:

    "Dime algo de lo que pueda hacer en el 2° tomo del Romancero

y durante los primeros meses de 1962 gestionó el acopio de los materiales que debían consul­tarse, según se ve en carta del 23 de Marzo, en la cual me anunciaba satisfecho:

    "Querido Diego, tenemos ya films y fotos Magallón de la Tercera Silva, Cancionero 1580, etc.",

requiriéndome que me encargara de pagarlos puntualmente a la Hispanic Society113. Para en­tonces, creía haber resuelto, en lo posible, los problemas suscitados por la crítica de Rodríguez Moñino:

    "María Josefa [Canellada], ayudada por mí, corrigió las pruebas del 2° tomo del Romance­ro y añadimos dos correcciones tomadas de la carta de Moñino, poniéndoles entre paréntesis «nota de A. Rodríguez Moñino». Hoy las llevó María Josefa a la imprenta, abundantemente corregidas. Asusta verlas ¡Pobre imprenta!".

      Pero aquel primer esfuerzo por cerrar la obra en impresión no era, a mi juicio, suficiente. Si bien la animosidad de Rodríguez Moñino hacia Menéndez Pidal cedería en el Otoño de 1962114, sólo andados los años, don Antonio, ya académico de número en la Academia Espa­ñola115, pondría en mis manos sendos ejemplares de los dos volúmenes publicados en 1957 y 1963 del Romancero tradicional con anotaciones marginales personales de tipo bibliográfico para una eventual reedición corregida de la obra; en aquellos nuevos tiempos, Rodríguez Moñino me daría muestra, repetidamente, de un especial aprecio y me hizo recipiendario de su "señorial" forma de entender la amistad entre "eruditos"116. Pero en 1962-63, al regresar yo desde la University of Wisconsin a Madrid durante el verano, y seguidamente a mi cátedra de la Universi­dad de La Laguna, hube de continuar enmendando en el "Romancero de los Infantes de Salas" cuanto alcancé a enmendar sin contar con el apoyo de especialistas en la bibliografía del ro­mancero impreso en el s. XVI.

      El proceso de corrección fue largo. Las enmiendas y adiciones en lo que quedaba por tirar del volumen hubieron de hacerse correo va correo viene entre Canarias y Madrid, participando en el proceso Ramón Menéndez Pidal, desinteresado en aquellos tiempos por el Romancero en ge­neral y por el Romancero tradicional de las lenguas hispánicas en particular, Jimena Menéndez Pi­dal, como paciente intermediaria, y yo, encerrado de nuevo en la isla atlántica, desvinculado del "Seminario" madrileño y enfrascado en el estudio de la historiografía cronística.

      Algunas de las adiciones bibliográficas pudieron hacerse, pese a todo, con relativa sencillez so­bre las pruebas del "Romancero de los Infantes de Salas". Gracias a la intervención de Pere Bohi­gas se incorporaron, por ejemplo, sin demasiadas complicaciones, los textos conservados en un manuscrito de la Biblioteca Universitaria de Barcelona117. Aun así, la corrección hecha en colaboración por personas residentes en Canarias y en Madrid trajo sus problemas "logísticos":

    "Del Romancero: me enviáis las copias de Bohigas cuando dejé ahí las pruebas preparadas para simplemente incorporar los 2 textos... Creo que ahora lo mejor será el que me remitáis todo aquí. Si ha de salir el vol. II del Romancero tuyo, abuelo [escribía yo desde La Laguna a Ramón Menéndez Pidal el 24 de Noviembre de 1962] que me lleguen por correo las prue­bas. Están en casa [= Cuesta del Zarzal 23, Chamartín] y las dejé recomendadas a madre [= Jimena Menéndez Pidal]. Será bueno el que me enviéis al tiempo las capillas de lo ya tirado. A ver si queda pronto todo listo".

      Este deseo de completar "pronto" un libro que estaba ya impreso a medias no era, en otros casos, fácil de cumplir, pues algunas de las deficiencias de información denunciadas por Rodrí­guez Moñino requerían investigación especial, como ocurría con los romances atribuidos por Martín Nucio a cierto "caballero cesáreo" en su edición del Romancero de Lorenzo de Sepúlveda. Por ello, apenas reinstalado en La Laguna, apremié a Ramón Menéndez Pidal, en carta del 30 de Setiembre, para que consultara cuanto antes posible la fuente de información que podía esclarecer el problema creado por la existencia de dos ediciones simultáneas del año 1551 en dos "oficinas" impresoras rivales de Amberes, una de las ediciones sin y otra con los romances del "caballero cesáreo":

    "Para el Romancero es imprescindible ver el libro J. F. PEETERS FONTAINAS, L ’officine espagnole de Martin Nucio à Anvers, Societé des Bibliophiles Anversois, Anvers, 1956, 106 pp., en él discute el problema de las ediciones de Sepúlveda. Intenta verlo en Madrid y a la vez ad­quirirlo. Es urgentísimo".

Aunque Ramón Menéndez Pidal intentó hacer la consulta en Madrid y se preocupó de adqui­rir el libro fuera de España118, la cuestión de los romances del "caballero cesáreo" no resultó es­clarecida del todo119 y la correspondencia cruzada entre nosotros no permitió, de entrada, resolver completamente los problemas de autoría de determinados romances120. Por otra parte, la situación del Romancero en la imprenta complicaba los intentos de corrección:

    "¿Están ya impresos los romances de Sepúlveda entre las capillas que tengo [guardadas en Chamartín]? ¿está aún en pruebas? Habría que añadir la aclaración en las correcciones fina­les!121 Como no seguís las instrucciones y no me enviáis los materiales122, no sé hacer nada con la nota del abuelo [= Ramón Menéndez Pidal]. Sería bueno que me remitieseis el folleto de Fontainas, las capillas y las pruebas!123 Nunca terminaremos..." (carta del 10 de Noviem­bre de 1962, desde La Laguna).

    "Puesto que todo lo anterior está ya tirado, creo que lo de SEPÚLVEDA-CESÁREO habrá que recogerlo en el Apéndice (...). Me dieron capillas y las guardé en un sobre ahí... Para hacer la ADICIÓN con lo de Sepúlveda, necesitaría tener un punto de referencia" (carta del 22 de No­viembre de 1962).

      La impresión del texto del Romancero, II, realizada poco a poco por Silverio Aguirre permi­tió, en compensación, hacer alguna curiosa adición de última hora:

    "En cambio, es aún tiempo, según creo, de incorporar 3 versiones tradicionales más judeo-españolas, de Rodas, que me envía Armistead . Las tengo aquí para incorporarlas a las prue­bas cuando vengan. También están en mi poder las pruebas 30-60 del final" (22-XI-1962).

Los textos rodeslíes, a que en esta carta aludo, eran del romance sobre el Convite de las cabezas (incipit antiguo: "Convidárame a comer").

      Así llegamos al comienzo de un nuevo año, en el que el impresor entregó, al fin124, nuevas pruebas a Ramón Menéndez Pidal y éste me las reenvió a Canarias125; por su parte, Silverio Aguirre respondió a mis peticiones haciendo en Febrero nuevos envíos126. Pero sólo me fue po­sible prestarles atención después de mediado el mes de Marzo127 y aún creí preciso introducir en esas nuevas pruebas los resultados de nuevos "descubrimientos"128, según justifiqué a Ramón Menéndez Pidal:

    "Terminados los compromisos de la malkielida129, me puse al romancero. Hoy devuelvo las pruebas a Aguirre. ABUELO: Me parece que En un monte junto a Burgos (publicado en la Silva de Mendaño, 1588, y en otros romanceros posteriores) se basa en la Comedia de los Fa­mosos hechos (1583), lo mismo que Sentados a un axedrez (el otro romance de los Infantes in­cluido en la Silva de Mendaño) y que Después que G[onçalo] B[ustos] dexó el Cordovés palacio; la Comedia pudo basarse sólo en A cazar [va don Rodrigo]" (Jueves, 29 de Marzo de 1963).

      Al recibo de estas explicaciones, Ramón Menéndez Pidal me respondió inclinándose a acep­tar mi nuevo punto de vista (8 de Abril de 1963):

    "Ayer pasé por alto la primera pregunta de tu carta y como no quiero caer en la no respuesta que censuro, te escribo inmediatamente para decir que me hace mucha fuerza el esta­blecer igualdad de fuente de En un monte junto a Burgos y de los otros dos romances Senta­dos a un ajedrez  y  Después que Gonzalo Gustios inspirados en Los famosos hechos, y el estar los tres publicados en la Silva de Mendaño de 1588. Leí muy deprisa el romance En un monte y sólo me choca que en los Famosos hechos el apóstrofe oh sobrinos, mis sobrinos, los siete infan­tes de Lara!  disuena mucho del tono pesado de las cuartetas, y va al fin de una cuarteta, como todos los versos glosados. Repito que es impresionante la igualdad de fuente que tú propo­nes. Yo, sin duda, no establecí esa igualdad porque el apóstrofe sobrinos... me pareció de esti­lo popular - tradicional - oral ajeno a la versificación de los Famosos hechos. Resuelve tú como mejor te parezca".

      Por otra parte me pareció imprescindible para la estructura del tomo redactar una breve in­troducción explicativa de la leyenda de la "Condesa traidora" similar a la que llevaban los ro­mances de otros ciclos130. El problema en este último caso era que mis ideas acerca de la le­yenda diferían ya por entonces de las que había venido exponiendo Menéndez Pidal en sus publicaciones más recientes acerca de ella, según le expuse por lo largo en aquella ocasión131. Ramón Menéndez Pidal, "absorbido por cómo hincar el diente al Compromiso de Caspe" (se­gún me informaba mi madre) era entonces sordo a otras preocupaciones; no obstante, perge­ñó una respuesta a mi petición:

    "Diego, te mando la copia original de la Condesa traidora; estaba sin corregir y así te la mando; tiene erratas que son fáciles de salvar según veo al corregir con lápiz una lectura su­perficial. Si tienes objeciones, dímelas para considerarlas. Admito influjo de un refundidor que conociese a Justino, acogiendo ideas individualistas, que cada vez me parecen más aven­turadas ¿efecto de mi vejez?. Tú, supongo serás menos tradicionalista. Verás un artículo que mando a la Revista de Occidente sobre el estado latente. Vacilo mucho en varios tiempos, como bien notas, porque las crónicas se prestan a dudosas interpretaciones. Tu examen de las Cró­nicas Generales, que puede ser muy guiador, necesitaba yo que de palabra me lo aclarases. Ha­blas de invenciones monásticas; sí, las hay y recuerdo muchas. Pero el monje cronista no inventa relatos en general: inventa acoplamiento de fuentes y breves rasgos. El cronista en lengua vulgar tampoco inventa relatos. El monje novelista inventa vidas de santos o historia monástica. Aun los rasgos fugaces como la etimología de Oña son dudosos: como la etimo­logía de Aljubarrota, pueden proceder de un poema. En fin, no tardaréis en venir y hablare­mos" (3-III-1963).

Tuve, pues, que dejar entreabierta la puerta de lo hipotético en relación al origen de ese tema li­terario y a su desarrollo con anterioridad al romancero132.

      La trabajosa impresión por etapas del volumen II del Romancero tradicional continuó aquel verano, estando yo en la Península133 y únicamente cuando me había alejado nuevamente de Es­paña, esta vez a Alemania, durante el curso 1963-1964 para enseñar en el "Romansiches Semi­nar der Universität Bonn", recibí noticia de que, por fin, en Diciembre de ese año de 1963, el volumen segundo del Romancero tradicional había, visto la luz134, desprovisto, claro está, de la deseable y deseada colaboración de Rodríguez Moñino135: R. Menéndez Pidal, Romanceros de los Condes de Castilla y de los Infantes de Lara. Ed. D. Catalán, con la colaboración de A. Galmés, J. Caso y M. J. Canellada, Madrid: Seminario Menéndez Pidal, 1963136. Aunque, vistos a retrotiempo, los defectos señalados por Antonio Rodríguez Moñino en su carta del 9 de Mayo de 1961 no fueran tan graves como para desmantelar la construcción del Romancero tradicional ni para tornarlo ya obsoleto en el momento de su nacimiento, según él apasionadamente juzgaba, su dura crítica vino a dejar una huella importante (y creo que positiva) en este volumen del Ro­mancero tradicional. Más aún la dejaría en futuras publicaciones a mi cargo de textos del Ro­mancero. Pero el decenio transcurrido para sacar a luz los dos primeros volúmenes de la colec­ción de romances reunida en el "Archivo Menéndez Pidal/Goyri del Romancero" no constituía un buen augurio. Uno de sus iniciales formadores, María Goyri, no había siquiera llegado a ver, a la hora de su muerte (12 de Noviembre de 1954), el primer volumen impreso de su colección de romances.

      Por los años de 1958-1965, además de cuidar de las publicaciones romancísticas del "Semi­nario", de tratar de ampliar fuera de España el interés por el Romancero y de reunir el ro­mancero de Canarias, también me preocupé de actualizar el "Archivo del Romancero", incor­porando a él colecciones inéditas, que se habían guardado en bloque, y notas bibliográficas procedentes de publicaciones recientes137, y de abrir o redefinir varias entradas temáticas ("car­petas"), algunas en función de las investigaciones de Menéndez Pidal reflejadas en su Roman­cero hispánico (1953)138, otras debidas a mis propios estudios que habían dado lugar a publi­caciones sueltas de los años 1952 a 1959 (después reunidas en los volúmenes Siete siglos de romancero, 1969139 y Por campos del romancero, 1970140). Fue entonces cuando se creó en el "Archivo" una subsección aparte ("cajón") con los romances de tradicionalización tardía, tanto de tema profano, como de tema religioso, procedentes de pliegos de cordel o "de ciego", al que denominaría "Romancero vulgar"141; anteriormente, Ramón Menéndez Pidal y María Goyri, o bien habían acogido estos romances entre los tradicionales viejos clasificándolos según su tema o argumento cuando se hallaban notablemente "tradicionalizados", o bien los habían ex­cluido del corpus142. Esta novedad, que no quedó explicada mediante la elaboración de un nuevo inventario de temas, confundiría a S. G. Armistead cuando trabajó en el "Archivo" en los años 1970-1973143.

Diego Catalán: "El archivo del Romancero, patrimonio de la humanidad. Historia documentada de un siglo de historia" (2001)

NOTAS

96 Las ediciones que Menéndez Pidal solicitó de Huntington el 22 de Julio de 1955 fueron las si­guientes: "Flores de varios romances (...) recopilados por (...) Pedro Moncayo, Huesca 1589"; "los folios 61, 62 y 124 (...) del libro Flor de varios romances nueuos del Bachiller Pedro de Moncayo. Barcelona, 1591"; "Flor de varios romances... 1-3 pte. Alcalá 1595; Flor de varios romances (...) 6 pte. Zaragoza 1596; Segura, Oncena parte. Cuenca, Salvador Viader, 1616". Los dos primeros en "fotografías muy claras, para poder obtener facsímiles tipográficos"; los res­tantes en "microfilm en negativo (o positivo, si no hu­biese más remedio)". Acerca del primero se advertía: "hay folios muy pasados de tinta que harán preciso es­pecial esmero". En la carta petitoria de 22 de Julio de 1955 a Huntington, Ramón Menéndez Pidal dejaba en claro que "Los gastos que ocasionen estas fotografías son naturalmente de cuenta del peticionario".

97 "Le escribo a Vd. desde este satélite made in Spain sobre varios asuntos de índole muy diversa (...). La tercera petición me interesa personalmente. Creo que posee Vd. fotocopia de la Tercera Parte de la Silva de Zaragoza (que piensa publicar en breve). En un ar­tículo que tengo en 2as pruebas, sobre ciertos roman­ces raros, cito, a través de Antología IX, p. 240, el ro­mance Quando vos nacistes, hijo (f. 18v); me gustaría poder sustituir la ortografía pelayana por la original. ¿Tendría Vd. inconveniente en corregir el texto del romance sobre las pruebas que le adjunto? Siento im­portunarle con tantos asuntos; el a-islamiento hace más imprescindible recurrir a los amigos". El artículo aludido es "A caza de romances raros en la tradición portuguesa", Actas do III Coloquio Internacional de Estudos Luso-Brasileiros (Lisboa, 1957)-, I (Lisboa, 1959), pp. 445-477; aunque la publicación lleva una fecha anterior a la de la consulta, sin duda salió de las pren­sas el año siguiente al indicado. Al reproducir en las pp. 465-466 de ese trabajo la versión de La canción del huérfano publicada en la Tercera parte de la Silva de Zaragoza, advierto: "Cito gracias a la amabilidad de A. Rodríguez Moñino, por la edición de 1551, inaccesible durante algunos decenios a la erudición".

98 El 6-III-1961 Ramón Menéndez Pidal me anun­ció: "Están corrigiendo el 2° tomo del Romancero, Infantes de Lara, pero no encontramos el original y sin él no se pueden resolver las citas a otras páginas del texto y muchas otras dudas. Agustín, el regente de [Silverio] Aguirre dice que te mandó hace bastan­te tiempo las pruebas y el original. Devuélvemelo cuanto antes, pues María Josefa [Canellada] no pue­de trabajar sin el original. Si tú quieres ver algo del prólogo quédate con las pruebas; si no, devuélvenos todo. / Acabo de hablar yo con el regente y veo que hace poco, cosa de un mes, te envió dos paquetes con casi todo el original compuesto ya. (...). A ver si pue­des leer pronto el Prólogo. María Josefa me trajo otro juego de pruebas con algunas observaciones de Lape­sa, de las que te comunico sólo dos (...)". Pero, según escribí en carta del Lunes [13] de Marzo (echada el 19): "Las pruebas de Infantes llegaron con sumo re­traso (por correo ordinario); las terminaré de corregir en el viaje [esto es, entre el 14 y el 17 de Marzo de 1961 en que fui a Urbana (Illinois), a dar una confe­rencia. Ya añadí los retoques que sugería Lapesa. Me alegro de que camine (¡Por fin!, ya que está redacta­do en 1949 ó 1950). Abuelo, echa una ojeada a la redacción para ver lo que te parece... y mira si lo de Ruy Velázquez está al día con tus ideas. No sé por qué optamos entonces por omitir toda referencia a los Ruy Velázquez históricos. Lo de Calatrava creo que no necesita más aclaración (se remite a p. 30), pero añado una frase". Y en otra carta del 6-IV-1961 prometí entonces: "Pronto devolveré las pruebas del Romancero".

99 Puesto que se trata del siguiente fin de semana al nacimiento de mi hija Elena.

100Según la copia que el propio don Antonio remi­tió a Ramón Menéndez Pidal.

101 Según puede verse en la correspondencia cruza­da entre Antonio Rodríguez Moñino y Ramón Me­néndez Pidal, al producirse la vacante de Foxá (muer­to el 30-VI-1959), la candidatura de Rodríguez Moñino fue patrocinada por C. J. Cela, J. M. de Cossío y D. Alonso. Menéndez Pidal apoyó entonces públicamente (1 de Octubre) la candidatura de "un gramático" (Salvador Fernández Ramírez o Samuel Gili Gaya) y Rodríguez Moñino (tras protestar amar­gamente el 6 de Octubre a Menéndez Pidal) retiró a última hora la suya. Seguidamente fue elegido Fernández Ramírez (10-11 de Octubre). El 27 de Mar­zo de 1960 murió Marañón y Menéndez Pidal apre­mió a Rodríguez Moñino para que presentara su can­didatura (20 y 28 de Abril); tenía como rival a Halcón (patrocinado por Luca de Tena). El tema se entenebreció por presiones políticas: el gobierno vetó la candidatura de Rodríguez Moñino y, mediante una visita del Director General de Bibliotecas, Gar­cía Noblejas, a Menéndez Pidal (en Mayo), se hicie­ron entonces graves acusaciones contra don Antonio respecto a las monedas de oro del Museo Arqueoló­gico que fueron requisadas durante la Guerra Civil con ocasión de la recuperación del Patrimonio Artís­tico y se llegó al extremo de que el Ministro anunciase a Cela que, de producirse la elección de Rodríguez Moñino, pondría el asunto en manos de la po­licía. El 1° de Junio de 1960 se retiró la candidatura de Rodríguez Moñino; Halcón fue derrotado. Anun­ciada segunda vez la vacante de Marañón, sólo se pre­sentó Gili Gaya, que fue elegido (19-I-1961). Aun­que Menéndez Pidal explicaría, tiempo después, a Cela: "Se queja Vd. de que en los desagradables su­cesos la Academia no respaldó a su individuo corres­pondiente. Yo por mi parte digo que sostuve largos altercados con los que le cerraban el paso y defendí tanto el prestigio de Rodríguez Moñino como el de la Academia, que deseaba admitirle en el número de sus miembros, no por ningún compadrazgo de amis­tad sino por considerarle un colaborador eficiente. Si fracasé en mi defensa, esto no fue culpa mía y a pe­sar del fracaso merecía algún reconocimiento" (Agos­to de 1962), Rodríguez Moñino le acusaría de cono­cer el veto, a través de Julio Casares, desde la elección de Fernández Ramírez, cosa que Menéndez Pidal ne­gó una y otra vez.

102 "Lunes 5 [de Junio de 1961] (...). Abuelo, es­cribiré sobre el Romancero enseguida. Recibí una carta desagradable de Moñino. Lo malo es que plan­tea sus problemas".

103 Transcribo de diversos borradores, intentando aproximarme al texto definitivo de la carta enviada. No garantizo el orden de algunos párrafos.

104 Por ejemplo, Rodríguez Moñino, en su carta censora, sentenciaba: "Cuestiones bibliográficas muy delicadas están resueltas en el Romancero de un plu­mazo. En estas mismas galeradas que me envía Vd. leo la atribución al «Caballero Cesáreo» de los ro­mances Cansado[s] de pelear y Quién es aquel caballero sin dar la mínima prueba, así como la afirmación de que la edición de 1566 de Sepúlveda es la segunda, cuando, por lo menos, es la séptima, error que lleva de la mano a fechar en 1566 la aparición de textos que circulaban impresos más de quince años antes. Claro está que tampoco es la primera la edición de 1551 como se afirma en la galerada 97". El Roman­cero tradicional no hacía sino heredar de La leyenda de los Infantes de Lara (1896) el conocimiento de las edi­ciones del Romancero de Sepúlveda impresas en Am-beres, por Juan Steelsio, 1551, y por Philippo Nucio, 1566, y sobre la autoría del caballero anónimo se atenía a la observación del título de la obra en esta nueva edición, en que se declaraba: "(...) van añadi­dos muchos [romances] nunca vistos, compuestos por un cavallero Cesario, cuyo nombre se guarda para mayores cosas", así como a la indicación: "van señalados en la tabla con esta señal *". Don Antonio basaba su críti­ca en el conocimiento de una edición anterior del Ro­mancero salida en los talleres de los Nucio, publicada sin año, pero impresa, sin duda, en 1551, compitiendo con la que Steelsio preparaba aunque sin co­nocer el contenido de ésta. Esa edición, debida al pa­dre de Philippo, Martín Nucio, presentaba ya todas las características de la de 1566. Conservada en ejem­plar único, en manos de A. M. Huntington, Rodrí­guez Moñino había tenido la oportunidad de mane­jarla gracias a los proyectos de edición sobre fuentes del s. XVI del Romancero de que hemos hablado, acerca de los cuales tan interesado estaba Ramón Me­néndez Pidal. Si bien en estas observaciones críticas a los romances de los Infantes de Salas don Antonio te­nía plenamente razón, al dejar en la carta sin revelar las fuentes de su superior información me obligaba a que indagara por mi cuenta el origen de sus conoci­mientos si quería evitar inducir a los lectores del Ro­mancero tradicional II a. error en los detalles señalados (cfr. adelante, n. 119). Tampoco era nada explícito en esta otra crítica: "En lo relativo a pliegos sueltos ocu­rre igual. Yo tengo ya curiosidad por conocer ese es­tudio bibliográfico que se promete en el prólogo [se refiere al de Rafael Lapesa, antes de la Guerra civil, véase atrás, cap. IV, § 2]. Aquí, por ejemplo, en la galerada 36 ha debido al menos citarse para Yo me esta­ba en Barbadillo el pliego suelto con glosa de Luis de Peralta, anterior evidentemente a 1540...". No pudiendo conocer el folleto (Doscientos pliegos poéticos desconocidos anteriores a 1540) al cual remitía don Antonio como aún inédito (que "en estos días he te­nido que redactar"), no pude entonces saber que la alusión se refería a una glosa publicada en un pliego perdido del que sólo tenemos noticia bibliográfica a través de Fernando Colón (muerto el 12 de Julio de 1539) en su Abecedarium,

105  Según unos apuntes, de mano ajena a la suya. La fecha la tomo de una carta posterior en que se alu­de a ella.

106 La carta se iniciaba reticentemente así: "Ayer re­cibí su carta del 11, no he de ocultar que con cierta extrañeza, ya que no tenía noticias directas de Vd. desde el 19 de mayo de 1960 (...)".

107 Las copias eran de las cartas fechadas el 1 y el 9 de Mayo respectivamente.

108 Véase, por ejemplo, la justificación que da para publicar sus Doscientos pliegos poéticos desconocidos, anteriores a 1540. Noticias bibliográficas, México: Impr. Nuevo Mundo, 1961.

109 "Las cosas antes que las personas’’. "Anteponer la consideración de las cosas, y atender a las personas sólo en cuanto sirvan para llevar adelante las cosas. Y esto, empezando por uno mismo". "Esto trae grandes disgustos personales y por eso nadie sigue ese criterio en España". "Las personas son la realidad del hoy in­mediato, las cosas son el mañana lejano, gobernaránlo otras personas que no conocemos" (Notas varias autógrafas).

110 El 6 de Noviembre de 1961 escribí a "Chamartín" arrebatadamente: "La historia de Moñino me in­digna ¿Qué necesidad tenías, abuelo, de rebajarte ante semejante tipo, escribiéndole y rogándole? Después de su carta a mí —en que trataba de destruir, con 4 fe­chas, todo tu Romancero, acusándote de no haber he­cho otra cosa que recopiar a Wolf y a Duran— ¿para qué acudir a él? Ya soltará sus datitos en alguna recensión fatua y agresiva, y podremos tenerlos en cuenta".

111 Y continúa comentando: "Quien se ha debati­do con esa monstruosidad que es la bibliografía de Simón Díaz sabe a qué atenerse (Ahora, Moñino no ha recibido sino bufidos, patadas y cárceles, y para Si­món Díaz la ancha y triste Opusaña está abierta de par en par, lo que no deja de contribuir a las amar­guras del amigo)".

112 Fue el 22 de Mayo de 1962 cuando Rodríguez Moñino envió a la Academia su renuncia como Aca­démico Correspondiente por Extremadura. Menén­dez Pidal difirió darle respuesta hasta el 3 de Julio y trató de "convencerle de lo injustificado de su actitud" y de que retirase su dimisión. Esa respuesta enfureció a don Antonio, quien envió el 20 de Julio una larga carta a Menéndez Pidal en que le responsabilizaba no sólo de obstaculizar su entrada en la Academia, sino de haberle expuesto a graves contratiempos "dejándo­me en la ignorancia de ese veto, imposibilitándome, por tanto, para luchar contra él", refiriéndose al veto del Gobierno, del que he hablado en la n. 100. Tanto el encabezamiento de la carta, "Muy distinguido e ilustre Sr.", retirándole de entrada la amistad, como el párrafo inicial, "He dejado pasar quince días porque me ha hecho falta considerar todo el respeto que su avanzada edad y su extensa labor merecen para no res­ponder de cascabel gordo...", como la sentencia final, "El tiempo nos juzgará a unos y otros", pueden dar idea de su acritud.

113 "Los debo a la Hispanic Society a la que escribí que tú pagarías los 42 dólares y pico (...). Si puedes pagarlo de mis dólares, bien; si no sabes dónde los tengo, págalos de los tuyos y dime para resarcirte aquí en pesetas. Págalo cuanto antes (...)".

114 El 26 de Octubre de 1962 escribió de nuevo a "Mi respetado y querido don Ramón" en los términos siguientes: "Camilo José Cela me dice que ano­che habló con Vd. y los términos de la conversación. Le ruego que dé por no recibida mi carta última. La soledad dolorida, quizá no haya sido la necesaria bue­na consejera. Es obvio repetir la vieja admiración y respeto que le profesa". Menéndez Pidal le respondió en términos afectuosos el siguiente día 30.

115 El 14-I-1967 Rodríguez Moñino aún tuvo oca­sión de escribir al ya gravemente enfermo Menéndez Pidal en estos términos: "Mi querido don Ramón. Dos líneas para agradecerle su voto en mi reciente elección académica, de la cual no he sabido hasta ayer los detalles. Celebraré mucho que su próximo, total restablecimiento, le permita reincorporarse pronto a sus tareas habituales".

116 Ya en 1968 Moñino me había dado clara mues­tra de su aprecio al telefonearme pidiéndome que examinara el manuscrito de la Crónica de Rasis que poseía y al darme, a continuación, libertad para uti­lizarlo como quisiera, y el 5 de Marzo de 1969, en una entrevista concedida al diario "Pueblo" ("Rodríguez Moñino «Príncipe de bibliófilos»", por M. Fernández-Braso), don Antonio me había regalado los oídos, afirmando: "Los hispanistas extranjeros nos es­tán enseñando cómo hay que editar a los grandes clá­sicos (...). En nuestro país hay poquísimos capaces de competir con los citados (...). Señalemos como fuera de serie, excepcionales, el Buscón de Lázaro Carreter; el nuevo «Quevedo» de Blecua; la Eufrosina, de Eu­genio Asensio; los textos medievales de Diego Cata­lán, y... muy poquito más".

117 En carta del 30 de Setiembre de 1962 pregun­taba a mi madre y abuelo desde La Laguna "¿Llegó lo de Bohigas?"; y el 14 de Octubre Ramón Menéndez Pidal me anunciaba: "Te mando la copia que hizo Bohigas de los dos romances de Infantes de Lara. Son muy exactas, pero mejor sería el microfilm de todo, que no acaba de llegar. En fin, la copia de Bohigas es muy bastante". Pero en otra carta mía, echada el 10-XI-1962, aludía a algunos problemas de lectura rela­cionados con lo enviado (una vez conseguido el mi­crofilm): "Devuelvo los romances de los infantes que requerían la incorporación de los textos de Barcelo­na. La versión que doy se ajusta a las reglas de lectura seguidas en los restantes; es, pues, la única conse­cuente con el resto del volumen aunque infiel en la transcripción (y:i, u:v, separación de pronombres, etc.). Madre, dudo en eso de que siete: lectura Bohigas, quesicte: lectura tuya. Se trata de una incom­prensión del texto por parte del copista (el original diría *quesiste, desde luego), creo que debe tener ra­zón Bohigas, Otra cosa ¿dice quede o puede en el v. 24?" Más tarde, el 22, corregía mi opinión: "Roman­cero: Madre, me parecen bien las lecturas quesicte, quede; en Sacóme [de la prisión], v. 4 octosíli[abo]; ¿es fiszo o fisso? Creo que Llorando siete cabezas puede quedar en prosa; aunque no hay "versión tipo", se asemeja bastante a las otras y su ortografía es tan di­sonante ...". La versión lleva en el RTLH, II, el n° 7c (pp. 228-229).

118 El 14-X-1962 me escribió a Canarias: "El libro de Fontainas sobre Martin Nutius lo tengo pedido a Canito con urgencia, pero no sé lo que tardará. Lo he buscado en la Academia de la Historia y no lo tienen, ni en la Nacional. Esperemos de Bélgica si no está agotado. Rita Lejeune me pide ahora la ayuda a ob­tener fotos de Santiago, de Valencia y de Madrid, de modo que me ayudará en lo de Martin Nutius si hay alguna dificultad".

119 Hoy las cosas están bien claras, gracias a la dis­ponibilidad de ediciones antiguas que anteriormen­te no eran conocidas o accesibles: Antes de 1550 se publicó en Sevilla un libro cuyo título podemos re­construir así: *Romances nuevamente sacados de his­torias antiguas de la Corónica de España, de diversos acontecimientos, conforme a la verdadera recopilación que mandó hazer el Sereníssimo Rey don Alfonso el sa­bio, hasta aora nunca vistos. Compuestos por Lorenzo de Sepúlveda, vezino de Sevilla. Esta edición no se conoce, pero de ella derivan directamente tres, la de Anvers: Juan Steelsio, 1551 (ejemplares en diversas bibliotecas, entre ellas la Nacional de Madrid: R-13447), con unas adiciones finales, la de Medina del Campo: Francisco del Canto, 1576 (ejemplar único en Ulm: Stadtbibliothek), que sin duda reproduce otra de 1562 del mismo impresor perdida y que añade otros romances por el fin, y, previa reorgani­zación de los textos, la de Anvers: Martín Nucio, sin año [1551] (ejemplar único en The Hispanic Society de Nueva York). En esta edición, que desconoce las adiciones finales de la de Steelsio, se anuncian ya como añadidos los romances del "cavallero Cesario". Los romances marcados con asterisco en la edi­ción sin año de Martín Nucio (salvo uno en que la presencia del asterisco ha de considerarse una erra­ta) no se incluyen en las de Juan Steelsio y de Fran­cisco del Canto, lo cual viene a confirmarnos que no procedían de la edición original sevillana y que, efectivamente, no eran debidos a la pluma de Lo­renzo de Sepúlveda. Pero, al reeditar Philippo Nucio en 1566 el Romancero de Sepúlveda, reproduciendo sin novedades la edición sin año hecha anterior­mente por su padre, se produjeron dos graves series de errores en la Tabla: se colocaron indebidamente asteriscos en los romances que, por encabezar una letra nueva del alfabeto, iban sangrados, y se omi­tieron todos los asteriscos de la página A 5 recto, col. b (aunque se mantuvieron los espacios). Esta erró­nea distribución de los asteriscos desorientó a Me­néndez Pidal (y a críticos anteriores) en las atribu­ciones de los romances. Rodríguez Moñino pudo percatarse de ella al poder confrontar esta edición con la anterior en poder de A. M. Huntington. Aunque la correcta identificación de los romances del caballero anónimo que actualmente podemos hacer deba tanto a las precisiones de Rodríguez Moñino, he de observar que, en la lista de "veintiuna piezas añadidas" por Martín Nucio que don Antonio publica en la introducción de su reedición del Cancionero de Romances de Sevilla, 1584 (falsamen­te atribuido a Lorenzo de Sepúlveda), pp. 27-28, omitió un romance de Fernán González "En prisión estaba el conde", que no consta en las ediciones de Steelsio, 1551, y Canto, 1576, y lleva en la sin año de Nucio asterisco, reemplazándolo en esa su lista erróneamente por "Orán que era rey de Hebrón", romance que figura en todas las ediciones y carece en la sin año de asterisco. Este descuido le hizo caer en el falso paso de reírse, en este caso injustificada­mente, de la afirmación de Menéndez Pidal hecha en sus "Notas para el romancero de Fernán Gonzá­lez" (publicadas en 1899 en el Homenaje a Menén­dez y Pelayo I) cuando encuentra "más inspiración y más vuelo", "más soltura" en los romances del "ca­ballero cesáreo" que en los de Sepúlveda.

120  El 10 de Noviembre de 1962 comentaba: "No entiendo bien del todo lo de Sepúlveda. Lo que en­tiendo es esto:
1. *ed. Sevilla [1550 ó 1551] perdida —citada por prólogo de Martin Nucio, ed. Anvers [1551]—
          
—↓                                         
2a Anvers 1551                  Anvers [1551]
Steelsio                            Martín Nucio
sin cab[aller]o Cesáreo?       con cabfallero] Cesáreo
                                       ejemplar en la Hisp[anic]
                                       Soc[iety] y ed[ición] facsímil

Pero creo que algunos de los del Cesáreo ([marcados en el índice con *] están en la ed[ición] sin Cesáreo. / Como no tengo las capillas ni las pruebas de vol. II del Romancero no recuerdo cómo corregí yo la cosa. Usé un ejemplar de la Biblioteca] Nacional y no sé de cuál de las ediciones! Seguramente hay que en­mendar la cosa". El 29 de Noviembre insistía sobre el tema: "Llegó el Leonés [materiales] y la bibliografía] sobre ediciones de Nutius. Sin las capillas —que dejé en casa [= Cuesta del Zarzal 23]— no puedo redac­tar la adición".

121 Jimena Menéndez Pidal anotó a lápiz: "las man­dé a Aguirre diciendo te enviaran pruebas nuevas".

122  "¿Cuáles?" anotó, a continuación de "materia­les", Jimena Menéndez Pidal.

123 Jimena Menéndez Pidal anotó al pie: "¿dónde están?".

124 Todavía el 10-XII-1962 escribí directamente a Silverio Aguirre: "Romancero. Espero las nuevas prue­bas de la sección que les entregó mi madre. Se las de­volveré acompañadas del final del tomo".

125  En carta del 5-1-1963 Ramón Menéndez Pidal me escribía a Canarias: "Al cerrar esta carta, llegan las pruebas de Aguirre, que remito ahí para que Diego las revise y ponga los folios, y me diga si yo aquí ten­go que hacer algo".

126  "Le remito capillas de Romancero de la página 161 a 192 y pruebas listas para tirar de la página 193 a 198".

127 El 11-III-1963 yo me disculpaba en carta a Sil­verio Aguirre: "Romancero. Debido al agobio de tra­bajo en que me hallo estos días, aún necesito alguno para completar la corrección. En cuanto tenga listas las pruebas, se las remitiré"; y sólo el 19-III-1963 podría asegurar a Ramón Menéndez Pidal: "Ahora que acabé estas cosas, despacharé las pruebas del Ro­mancero!".

128  Por ello tuve que escribir a Silverio Aguirre en los siguientes términos (22-III-1963): "Le envío par­te de las pruebas del Romancero. Pronto irá el resto".

129 Había estado elaborando un trabajo para remi­tírselo a Yakov Malkiel con destino al número espe­cial de Romance Philology dedicado a la memoria de su mujer María Rosa Lida recientemente fallecida. La denominación abreviada que para ella empleo se basa en un juego de palabras ("malquerida": "malkielida") muy difundido entre los hispanistas coetáneos y que, en modo alguno, tenía en esta ocasión el menor aso­mo de malicia, según bastan para mostrarlo las cartas anteriormente cruzadas con Ramón Menéndez Pidal sobre el tema: "Según os telegrafié, murió M[arí]a Rosa Lida (...). La carta de despedida al abuelo [con la que Y. Malkiel encabezaría luego el homenaje: RPh, XVII (1963-64), 5-8], fue, pues, de sus últimos días! Lo hemos sentido de veras" (carta echada el 10-X-1962); "Personalmente, era muy agradable y hu­mana (agraciada inclusive). Su dureza crítica (mayor en sus últimos tiempos) solía nacer de indignación contra lo ligero" (13-III-1963).

130  "Otra cuestión: Detrás del «Romancero de los Infantes» se incluye en este tomo el de «La Condesa Traidora» (4 cronísticos, 1 artificioso, varias versiones de un romance tradicional cuyo original, artificioso, no conocemos). Todos los ciclos publicados van pre­cedidos de una introducción en que se estudia: a) La historia y el drama épico, b) Refundiciones épicas, c) La epopeya y la historiografía, d) el Romancero. Más o menos. Debería hacerse aquí también, aunque muy en breve" (Jueves, 29-III-1963).

131  "¿Podrías resumir de tu [Historia de la] Épica inédita tu actual posición y enviármela? Desde luego es un poema dudoso. Tu mismo has dudado, antes de Historia y Epopeya, 1934. En las Crónicas Generales lo interpolado a la traducción del Toledano se introduce de forma extraña: Falta todo en [la Crónica de] XX R[eyes], en [el manuscrito] E2 [mano] c los tres reto­ques son adición del corrector; [los manuscritos]  T, G, Z, [Crónica] Manuelina, 3a Crón[ica] [= Versión vulgata de la Crónica General] sólo añaden el 1° [de los episodios] ([el manuscrito] Y añade el 1° y el 2°, m[uer]te [de] G[arc]í F[ernán]d[e]z; pero evidente­mente aprovecha una 2a f[uen]te en ese caso, pues repite la frase contigua). Lo interpolado comprende va­rios elementos que tú no asocias a la «gesta»: Bondad de G[arc]í F[ernán]d[e]z, conquista de S[an] Esteban: monasterio con 8 monjes arlantinos - Cascajares: mi­lagro; manos blancas: Argentina - Rocamador - San­cha - contará su malquerencia. Deja [Castilla a] jue­ces: Gil P[ére]z Barb[ad]illo y F[erna]n P[ére]z; entran moros - matanza Cárdena - mártires, milagros; caballeros hidalgos - paz [con] León // 2°: caballo [ali­mentado con] salvado: [el conde cae] preso // 3°: Monteros [de] Espinosa. En las Crónicas latinas: To­ledano, Najérense hay de grave p[ar]a [que pertenezca a la] épica: fundación Oña ([y su] etimología) y el he­cho de que el relato legendario de la m[uer]te del Conde se feche en la Najer[ense] el día de Navidad (H[istori]ay Epop[eya], p.12) según hacen ya los Ana­les Compostelanos y el Cronicón Burgense (25 [de] Diciembre]!) (contra [los Anales] Complutenses]’y el Toled[ano]) que le sirven de f[uen]te en los elementos históricos que preceden. Todo apunta hacia invencio­nes monásticas, incluso el resumen de las Crón[icas] G[ene]rales tan poco desarrollado. Esa era tu opinión en el Discurso de la Acad[emia]!"(Jueves 29-III-1963).

132 Véanse las dudas expresadas en las pp. 260-261 y 263-265 de RTLH, II (1963).

133  El 23-VIII-63, desde Moaña (Pontevedra), in­formaba a Ramón Menéndez Pidal: "También he vis­to las últimas [pruebas] del Romancero, falta sólo el índice —que no puedo hacer desde aquí (a ver si lo hacen ellos)".

134  El 21-XII-1963 Ramón Menéndez Pidal me hacía saber: "Me acaban de traer ejemplares del Ro­mancero Hispánico [sic, por  Tradicional] II"; y me preguntaba: "¿Cuántos quieres ahí? ¿A quién quieres que se mande desde aquí?". A pesar de que me halla­ba en Bonn (Alemania), también llegó a mis manos enseguida la esperada obra: "Llegó ejemplar del Ro­mancero //¿Qué te pareció, abuelo?" (preguntaría en carta sin fecha, al parecer del 23-XII-1963).

135 En las palabras "Al lector" que encabezan la edi­ción hice constar: "Debemos lamentar que la posibili­dad de haber mejorado sensiblemente las bases biblio­gráficas de este Romancero Tradicional con la preciosa colaboración de Antonio Rodríguez Moñino no haya llegado a ser una realidad. A raíz de una generosa ofer­ta de ayuda de tan erudito bibliófilo (en marzo de 1960), pareció posible obtener su regular concurso; más tarde (en mayo de 1961) Rodríguez Moñino con­sideró imposible cooperar en esta obra" (p. Vil, n. 1).

136 En el volumen impreso se explica así su génesis: "Las «Notas para el Romancero de Fernán González» de R. Menéndez Pidal (junio 1898), publicadas en el Homenaje a Menéndez y Pelayo, 1899 (...) constituyen el punto de partida de nuestro Romancero de Fernán González. En los años 1949-1950 Diego Catalán y Alvaro Galmés incorporaron a esas «Notas» las nue­vas versiones y apuntaciones varias reunidas por la fa­milia Menéndez Pidal durante el medio siglo trans­currido; y Diego Catalán, utilizando las ideas contenidas en la inédita historia de la épica española que desde tiempo atrás venía preparando Menéndez Pidal, dio forma final a la Introducción y a los estu­dios renovados que acompañan a los principales ro­mances. En 1957 José Caso, en el Seminario Menéndez Pidal de la Universidad de Madrid, cuidó los últimos pasos de este Romancero hacia la imprenta (...). Al Romancero de los Infantes de Lara dedicó Menéndez Pidal un capítulo de su primer libro La le­yenda de los Infantes de Lara (...), 189[6] (...). A par­tir de estas páginas y de otras muchas de ese trabajo (...), Diego Catalán y Alvaro Galmés prepararon en 1949-1950 el nuevo Romancero de los Infantes de Salas, dando en él cabida a las múltiples versiones y anotaciones acumuladas con los años. Desde (...) el siglo pasado las ideas de Menéndez Pidal (...) han su­frido cambios (...); tanto la Introducción como los es­tudios dedicados a los romances (...) en su redacción de 1950, por mano de Diego Catalán, representan la opinión actual (...). Posteriormente en 1957 y 1961- 1962 José Caso, María Josefa Canellada de Zamora-Vicente y Diego Catalán arreglaron algunos detalles (...). El breve Romancero de la Condesa Traidora fue preparado en 1950 por Diego Catalán. La Introduc­ción se apoya en el estudio de Menéndez Pidal «Rea­lismo de la epopeya española. La leyenda de la Con­desa traidora» (...), 1930 (...); Diego Catalán se encargó en 1963 de actualizar ese estudio (...)".

137  Como, por ejemplo, ésta enviada desde Berkeley (California) en carta del 21 de Junio de 1956 di­rigida a Ramón Menéndez Pidal: "Hace tiempo leí en el Bol[etín de la Biblioteca] M[enénde]z Pelayo un artículo interesante sobre el romance de la Muerte del Maestre. Tomaré nota, pero, por si acaso, mete tú una en la carpeta: se trata de una explicación inesperada del aparente absurdo «Yo me estando allá en Coimbra». Resulta que es histórico, porque Coimbra no es Coimbra, sino una Coimbra = Jumilla. Está bien probado por un erudito local".

138 Por ejemplo: A las armas, mariscote, Floresvento, Celinas, La Escriveta, El juicio de Paris.

139  Tal es el caso del romance de El prior de San Juan y Alfonso XI (1328), del romance de Los jabone­ros derrotan a don Juan de la Cerda (1357) y del ro­mance de la Merienda del moro Zaide.

140 Romances de El idólatra de María, La fuerza de la sangre, La canción del huérfano, Bodas de sangre y El bonetero de la trapería.

141 Sobre el "Romancero vulgar" véase ahora el cap. XIII de mi reciente libro Arte poética del Romancero oral, I: Los textos abiertos de creación colectiva, Ma­drid: Siglo XXI, 1997. Por fin se ha publicado (véa­se: Epílogo, p. 522) la obra Romancero vulgar y nue­vo, 2 vols., preparada por E Salazar y D. Catalán, anunciada ya como "en prensa" en 1989.

142  Algunos se incluyen entre los títulos citados más atrás en el cap. III, § 15. Otros, que sólo ocasio­nalmente (en general por envío de corresponsales) se almacenaron, carecieron de "carpeta" hasta fecha mo­derna.

143 Armistead, al tratar de compaginar su personal organización de los fondos sefardíes del Archivo con los "cajones" en él hallados, no se percataría de la existencia de este criterio clasificatorio de carácter no temático.

LÁMINAS

Ramón Menéndez Pidal consiguió, en 1955, que Archer M. Huntington proporcionara a la Aca­demia Española fotograbados de las Flores de romances que se hallaban en su colección bibliográfi­ca para que Antonio Rodríguez Moñino los editara. Tras la publicación de las Flores que dieron lu­gar al Romancero general de 1600, en 1959, Rodríguez Moñino planeó con Menéndez Pidal la reimpresión de los romancerillos de mediados del s. XVI.
Carta de A. Rodríguez Moñino a R. Menéndez Pidal (5-VI-1959) sobre el proyecto académico de editar los primeros romancerillos del s. XVI.

Final de una carta de A. Rodríguez Moñino a D. Catalán (25-III-1960) ofreciendo ayudar bibliográficamente a la perfección del Roman­cero tradicional, vol. II.

La publicación por Antonio Rodríguez Moñino de estudios bibliográficos y reediciones de la ma­yor parte del caudal impreso del Romancero "viejo"y "nuevo" de los siglos XVI y XVIIy sus críticas a los conocimientos bibliográficos de Menéndez Pidal y de Lapesa sobre ediciones perdidas o raras de aquellos siglos transformaron los planes de edición del Romancero tradicional.

   



Menéndez Pidal no concibió su Romancero tradicional de las lenguas hispánicas sino como "Material recogido sin dedicación plena, incitando a los demás... Material estudiado sólo en un or­den de problemas...para derrocar la teoría... de la canción popular como desecho de la culta o como producto de un solo artista de inferior categoría... "
Apuntes de R. Menéndez Pidal en una de sus típicas "papeletas".

Ante las críticas bibliográficas de Moñino, "secuestré" las pruebas del Romancero de los Infantes de Salas y las devolví a Chamartín desde Wisconsin con advertencias para que se intentara "subsanar y mejorar lo que esté al alcance de nuestros conocimientos bibliográficos".
Ejemplo de las pruebas devueltas por mí desde Wisconsin (6-XI-1961).

El 23 de Marzo de 1962 Ramón Menéndez Pidal escribió a Diego Catalán (entonces en Wisconsin) "Tenemos ya films y fotos Magallón de la Tercera Silva, Cancionero 1580, etc." (cuya lle­gada era precisa para poder corregir el volumen II del Romancero tradicional) requiriéndole que pagara en su nombre "42 dólares y pico" a la Hispanic Society "cuanto antes".
Portada de la, por muchos años extraviada, en poder de H. Huntington,
Tercera par­te de la Silva de romances, Zaragoza, 1551.

Algunos años después el "Príncipe de los bibliófilos" me daría (privada y públicamente) muestra de su amistad y alto aprecio y hasta me haría llegar sus volúmenes personales del Romancero tradi­cional I y II con anotaciones bibliográficas (con vistas a una 2a edición de la obra).
Madrid, 27-VII-1966. Theodore S. Beardsley Jr., Rafael Lapesa, Ramón Bela, Diego Catalán y Antonio Rodríguez Moñino compartiendo "asiento redondo"para homenajear a James H. Herriott.

En los años 1961-1962 Menéndez Pidal, enfrascado en la revisión de sus ideas acerca del poema de Mio Cid y en combatir la "Leyenda negra" cuestionando el testimonio de Las Casas, no prestaba, sino muy a regañadientes, atención a los avatares del Romancero tradicional, II.
Ramón Menéndez Pidal transportando "el pirulí" en que escribía al aire libre en Las Fuentecillas (San Ra­fael,
Segovia) Agosto de 1962.

El libro de J. E Peeters Fontainas, L’officine espagnole de Martin Nucio a Anvers (1956), había esclarecido la guerra editorial entre impresores de libros españoles en Amberes, cuna de los romanceros de faltriquera. En 1962 apremié a Ramón Menéndez Pidalpara que lo adquirie­ra antes de concluir la impresión del volumen II del Ro­mancero tradicional.

      

Índices de dos ediciones del Romancero de Lorenzo de Sepúlveda con los asteriscos que destacan los romances debidos al "Caballero Cesáreo" (en un caso, bien colocados, y, en otro, erróneamente colocados).
Página
A-4 en la edición de Marín Nucio, Amberes, sin año [1551] de los Romances nuevamente saca­dos de historias antiguas de la Crónica de España... por Lorenzo de Sepúlveda. Con los asteriscos correctamente puestos.

La misma página A-4 en la nueva edición de Philippo Nucio, Amberes, 1566. Con los asteriscos erróneos.

 

SUMARIO:

I
PRESENTACIÓN: EL ROMANCERO Y EL ARCHIVO MENÉNDEZ PIDAL

* EL ARCHIVO DEL ROMANCERO, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

II. CREACIÓN Y ORÍGENES DEL ARCHIVO MENÉNDEZ PIDAL DEL ROMANCERO

*1. LOS FONDOS DEL S. XIX

* 2. DESCUBRIMIENTO DE LA TRADICIÓN ORAL CASTELLANA EN 1900

* 3. LOS PRIMEROS PASOS EN LA COMPILACIÓN DE UN ROMANCERO ORAL PAN-HISPÁNICO

* 4. EN BUSCA DE ROMANCES FUERA DE LA PENÍNSULA: EN CANARIAS Y EN LAS COMUNIDADES SEFARDÍES, 1904

* 5. "A POR PAN Y A VER AL DUQUE": PRIMER VIAJE A AMÉRICA, 1905-1906

* 6. EL FONÓGRAFO DE CILINDROS DE CERA VIAJA EN BUSCA DE MELODÍAS, 1905-1906

* 7. LA MÚSICA Y LA DANZA COMO PARTE DEL ROMANCERO, 1905

* 8. ANTE UNA BUENA COSECHA, 1905-1908

* 9. MENÉNDEZ PIDAL HACE INVENTARIO: LAS PRIMERAS MIL QUINIENTAS VERSIONES DEL ARCHIVO Y LAS CONFERENCIAS EN LA COLUMBIA UNIVERSITY DE NUEVA YORK EN 1909

* III EL ROMANCERO HISPÁNICO BAJO LOS AUSPICIOS DE LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS

* 1. LA CREACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS Y EL ROMANCERO DE RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL

* 2. LOS DIALECTÓLOGOS Y EL ROMANCERO ORAL: 1910-1912

* 3. MANRIQUE DE LARA COLECTA EN ORIENTE EL ROMANCERO SEFARDÍ, 1911-1912

* 4. OTRAS APORTACIONES AL ARCHIVO ANTERIORES A LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL, 1909-1913

* 5. EL ROMANCERO HISPÁNICO DE AMÉRICA DEL NORTE, 1913

* 6. LOS PLIEGOS SUELTOS DE PRAGA LLEGAN AL ARCHIVO, 1913-1914

* 7. MENÉNDEZ PIDAL VUELVE A AMÉRICA, PERO DEJA DE LADO EL ROMANCERO, 1914

* 8. LAS GRANDES ENCUESTAS REGIONALES DE JOSEFINA SELA Y DE EDUARDO M. TORNER, 1914-1920

* 9. MANRIQUE DE LARA, EL ROMANCERO DE LOS JUDÍOS DE MARRUECOS Y DE LA PENÍNSULA Y LA MÚSICA DE LOS VIHUELISTAS, 1915-1922

* 10. POESÍA POPULAR Y ROMANCERO, 1914-1918

* 11. LA GEOGRAFÍA FOLKLÓRICA Y LA EXPLORACIÓN DE REGIONES HASTA EL MOMENTO POCO ENCUESTADAS, 1920

* 12. AURELIO DE LLANO Y EL CONOCIMIENTO DEL ROMANCERO ASTURIANO, 1919-1925

* 13. OTRAS APORTACIONES AL ARCHIVO DE COMIENZOS DE LOS AÑOS 20

* 14. LA TERCERA PARTE DE LA SILVA, PERDIDA, 1921

* 15. EL ARCHIVO DEL ROMANCERO, EN EL OLIVAR DE CHAMARTÍN DE LA ROSA, 1925

* 16. SIGUE LA ACTIVIDAD RECOLECTORA, 1926-1927

* 17. LA CEGUERA TEMPORAL DE MENÉNDEZ PlDAL Y SU "FLOR NUEVA DE ROMANCES VIEJOS", 1926-1928

* 18. MANRIQUE DE LARA NUEVAMENTE EN ORIENTE. EDICIÓN FRUSTRADA DE LAS MÚSICAS DEL ROMANCERO: 1923-1928

* IV. EL PROYECTO DE PUBLICACIÓN DE EPOPEYA Y ROMANCERO FINES DE LOS AÑOS 20, COMIENZOS DE LOS AÑOS 30

* 1. EL ROMANCERO, PARTE DE UNA MAGNA OBRA A PUNTO DE PUBLICARSE

* 2. LAS FUENTES DOCUMENTALES ANTIGUAS

* 3. GALICIA EN EL FOCO DE LAS INVESTIGACIONES SOBRE EL ROMANCERO PAN-HISPÁNICO, 1928-1931

* 4. APORTACIONES AL ARCHIVO DE COLECCIONES AJENAS. EL ROMANCERO CATALÁN, 1930-1933

* 5. 1930. LOS BAILES ROMANCEADOS QUE AÚN PERDURAN

* 6. NUEVAS CAMPAÑAS DE RECOLECCIÓN DE MÚSICAS Y TEXTOS POR LA SECCIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRÓ DE ESTUDIOS HISTÓRICOS, 1930-1936

* 7. PARÁLISIS RECOLECTORA EN PORTUGAL, 1930

* 8. DISCOGRAFÍA Y PELÍCULAS ETNOGRÁFICAS; EL ROMANCERO INCORPORADO A LA ENSEÑANZA ESCOLAR. 1932-1936

* V. LA GUERRA CIVIL. EL ROMANCERO, PARTE DEL TESORO NACIONAL

* 1. DISCONTINUIDAD DE EPOPEYA Y ROMANCERO Y CONTINUIDAD LATENTE DEL ROMANCERO

* 2. MADRID BOMBARDEADO. EL ARCHIVO "REFUGIADO" EN LA EMBAJADA DE MÉXICO

* 3. OCASO DE LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS. CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LOS PROYECTOS DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

* 4. ANÍBAL OTERO, ENCUESTADOR DEL ROMANCERO Y DEL ATLAS LINGÜÍSTICO, ACUSADO DE ESPIONAJE

* 5. MENÉNDEZ PIDAL, ANCLADO EN CUBA, A LA BÚSQUEDA DE ROMANCES

* 6. VERANO DE 1937. LOS DISCÍPULOS DE MENÉNDEZ PIDAL Y LAS CANCILLERÍAS SE PREOCUPAN DE LA SEGURIDAD DEL ARCHIVO DEL ROMANCERO

* 7. EL ROMANCERO Y LA HISTORIA DE LA LENGUA DE MENÉNDEZ PIDAL VIAJAN COMO PARTE DEL TESORO CULTURAL DE ESPAÑA

* VI. EL ARCHIVO DEL ROMANCERO Y RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL CONFINADOS EN SU CASA

* 1. DEPURACIÓN DE MENÉNDEZ PIDAL. FIN DE SUS PROYECTOS CON UNA PROYECCIÓN NACIONAL, 1939-1941

* 2. EL ROMANCERO DORMITA EN SUS CAJONES, 1939-1945

* 3. UNA NUEVA GENERACIÓN DE ROMANCISTAS TOMA EL RELEVO, 1945-1946

* 4. MENÉNDEZ PIDAL VUELVE AL ROMANCERO, 1946-1950

* 5. LA CARTOGRAFÍA ROMANCÍSTICA Y LA EXPLORACIÓN DE LA TRADICIÓN EN LA SERRANÍA DE CUENCA, EN LAS BALEARES, EN SORIA, EN SEGOVIA, EN ÁVILA, EN LA MESETA MANCHEGA, EN ALISTE Y EN MARRUECOS, 1947-1948

* 6. ÉXITO EN LA TRADICIÓN ORAL DE ALGUNAS VERSIONES FACTICIAS DE LA FLOR NUEVA

* 7. HACIA UNA RECUPERACIÓN DEL ROMANCERO PORTUGUÉS, 1948

* 8. NUEVAS ENCUESTAS: LIÉBANA Y POLACIONES; LA SIERRA DE BÉJAR Y PLASENCIA; SANABRIA. LLEGAN OTRAS APORTACIONES AL ARCHIVO. 1948-1949

* 9. FIN DEL SEMINARIO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS. FINAL DE LAS ENCUESTAS Y PUBLICACIÓN DIFERIDA DE LOS TRABAJOS SOBRE EL ROMANCERO, 1950-1954

* 10. ACTIVIDAD RECOLECTORA EN LA AMÉRICA HISPANA. SU REPERCUSIÓN EN EL "ARCHIVO MENÉNDEZ PIDAL", 1948-1952

* 11. REPERCUSIONES DE LAS PUBLICACIONES SOBRE EL ROMANCERO EN LA EXPLORACIÓN DE LA TRADICIÓN ORAL, 1953-1954

* 12. HACIA UNA EDICIÓN INTEGRAL DE LAS FUENTES IMPRESAS DEL ROMANCERO DEL S. XVI

* VII. LA PUBLICACIÓN DE LOS FONDOS DEL ARCHIVO DEL ROMANCERO ENCOMENDADA AL SEMINARIO  RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL

* 1. EL "SEMINARIO MENÉNDEZ PIDAL" DE LA UNIVERSIDAD DE MADRID Y EL ARCHIVO MENÉNDEZ PIDAL, 1954

* 2. LOS PRIMEROS DIFÍCILES AÑOS DEL "SEMINARIO MENÉNDEZ PIDAL" Y EL ROMANCERO, 1954-1959

* 3. INTENTOS DE ROMPER CON EL AISLAMIENTO INTELECTUAL DE LA ESPAÑA DE LOS AÑOS 50

* 4. GRAN RECOLECCIÓN DE ROMANCES EN LAS ISLAS CANARIAS, 1952-1957

* 5. EL ROMANCERO TRADICIONAL, CUESTIONADO, 1959-1962

* 6. ÚLTIMAS CONTRIBUCIONES DE MENÉNDEZ PlDAL AL ROMANCERO, 1959-1965

* 7. MENÉNDEZ PIDAL EN ISRAEL Y EL ROMANCERO SEFARDÍ, 1964

* 8. EL SEMINARIO MENÉNDEZ PIDAL Y EL FUTURO DEL ARCHIVO-BIBLIOTECA MENÉNDEZ PIDAL, 1963-1966

* 9. REACTIVACIÓN DE LA LABOR EDITORIAL DEL ROMANCERO, 1966

* 10. PROPUESTA DE CREACIÓN CON CAPITAL AMERICANO DE UN CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS EN EL ARCHIVO-BIBLIOTECA MENÉNDEZ PIDAL, 1967-1968

* VIII EL ARCHIVO DEL ROMANCERO RENACE COMO PATRIMONIO CULTURAL DE INTERÉS MUNDIAL

* 1. NON OMNIS MORIAR, 1969

* 2. BELLAS PALABRAS Y NEGRAS REALIDADES, 1969-1970

* 3. ACTIVIDADES DE LA CÁTEDRA-SEMINARIO MENÉNDEZ PIDAL. CATALOGACIÓN DE LOS FONDOS SEFARDÍES DEL ARCHIVO DEL ROMANCERO. LOS FONDOS PATXOT SE HACEN INACCESIBLES. 1969-1971

* 4. EL ARCHIVO DEL ROMANCERO Y LA CONEXIÓN AMERICANA, NUEVAS PERSPECTIVAS, 1971-1975

* 5. EL ROMANCERO ¿AÚN VIVE?, 1973-1975

* 6. CRECER, PARA NO MORIR, 1976-1981

* 7. EL ROMANCERO AÚN VIVE. VOCES NUEVAS DE LA TRADICIÓN ORAL, 1977-1978

* 8. DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS DEL ROMANCERO. UNA NUEVA EMPRESA COLECTIVA, 1977-1984

* 9. LAS GRANDES ENCUESTAS COLECTIVAS DEL PROYECTO DEAPHR, 1980-1984

* 10. LAS TRADICIONES ORALES LEONESAS Y EL ROMANCERO EN LEÓN A FINALES DEL S. XX, 1984-1988

* 11. FIN DE ETAPA. DISPERSIÓN DEL EQUIPO INVESTIGADOR DEL PROYECTO DEAPHR. LA FUNDACIÓN RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL Y EL CAPITAL PRIVADO INAUGURAN UNA ÉPOCA NUEVA. 1984-1989

* 12. LOS ARCHIVOS DEL ROMANCERO NUEVAMENTE EN EL FOCO. LOS LABORATORIOS HUMANÍSTICOS INSTALADOS EN EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MENÉNDEZ PIDAL, 1988-1998

* 13. EL ROMANCERO ANTE EL CENTENARIO DEL ’98

* EPÍLOGO

* 1.- EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MENÉNDEZ PIDAL DINAMITADO

* 2.- EL ARCHIVO DEL ROMANCERO ANTE LA REESTRUCTURACIÓN DE LA FUNDACIÓN MENÉNDEZ PIDAL Y DEL CENTRO SITO EN CHAMARTÍN

* 3.- LOS FONDOS DEL ARCHIVO DEL ROMANCERO Y LA INVESTIGACIÓN

* 4.- DESPEDIDA

Diseño gráfico:

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