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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

30.- 3. EL MIO CID QUE UTILIZÓ ALFONSO X

30.- 3. EL MIO CID QUE UTILIZÓ ALFONSO X

3. EL MIO CID QUE UTILIZÓ ALFONSO X. IV. EL MIO CID DE ALFONSO X Y EL DEL PSEUDO IBN AL-FARAŶ  

      La historia del Mio Cid como gesta en continuada reelaboración juglaresca desde mediados del s. XII hasta las postrimerías de la Edad Media, fue reconstruida en sus líneas generales por Menéndez Pidal en 1898 («El Poema del Cid y las Crónicas generales de España»), y, con ligeros retoques, fue luego acogida en Cantar de Mio Cid (1908-1911), Poesía juglaresca y juglares (1924), etc.82 Según esa reconstrucción, ya clásica, las Crónicas Generales nos permi­ten asistir, paso a paso, a la sucesiva adaptación de la vieja gesta de c. 1140 83  a los gustos nuevos, triunfantes en la epopeya de los siglos XIII y XIV. En la Primera crónica general, iniciada por Alfonso X hacia 1270, el Mio Cid prosificado es ya una refundición muy alterada del antiguo poema del s. XII;84 la sobria estructura primitiva aparece recargada con incidencias y personajes nuevos,85 al mismo tiempo que el tono mesurado y noble de la vieja gesta se descompone en escenas llenas de desmanes, alborotos, voces y golpes.86 Más tarde, en el s. XIV, sustituyen a esta refundición otras aún más innovado­ras, como la que deja su huella en la Crónica manuelina y en la Crónica de Castilla (a comienzos de ese siglo);87 y la renovación continúa hasta el siglo XV,88 en que la gesta se desintegra en fragmentos romancísticos.89 Pero en el s. XIV la vieja versión del Mio Cid de c. 1140 podía aún competir literariamente con sus más novedosas refundiciones. El autor de la Crónica de veinte reyes ―Crónica algo posterior a la de Castilla―,90 sea porque algunos juglares resucitasen por entonces, a título de novedad, los poemas arcaicos,91 o simplemente a causa de su fino paladar crítico de historiador,92 al tratar de refundir la Primera crónica, prefirió sustituir los novelescos relatos que habían acogido las restantes Crónicas Generales por una fiel prosificación del poema primitivo (el del s. XII).

      Hasta aquí las ideas comúnmente admitidas. Pero en vista de nuestra nueva concepción de las Crónicas, creo que se hacen precisas en ellas impor­tantes modificaciones.

      Ya Menéndez Pidal había observado desde antiguo el contraste en la Primera crónica general entre dos secciones de la prosificación del Mio Cid:

    «la Crónica coincide en todo con el antiguo Cantar hasta el verso 1094 [léase, mejor, 1097],93 salvo muy ligeras variantes; los versos que siguen hasta el 1220 faltan en la Crónica...; en fin, hasta el verso 1251 94 no empieza la divergencia bien perceptible de ambos textos»;

pero creyó explicable esta doble actitud del juglar refundidor por el hecho, bien conocido, de que son las conclusiones de los poemas las que más atraen la imaginación renovadora y no los comienzos.95

      A mi parecer, tan precisa frontera entre la parte inalterada y la parte refundida depende de un cambio en la estructura de la Primera crónica, no de un cambio en la actitud recreadora de un juglar refundidor del poema de Mio Cid

      En la sección de la Primera crónica general anterior a la sublevación de Valencia, cuando aún no se echa de menos la información de ninguna de las fuentes alfonsíes y se mantiene en ella la estructuración analística propia de la Estoria de España, el Mio Cid prosificado (en los capítulos 850-862 de PCG) en nada difiere del conocido.96 La identidad de ambas versiones ―la prosificada y la que conocemos en forma métrica― me parece indisputable: compa­rando verso a verso y línea por línea las dos narraciones, no hallo más divergencias que las surgidas naturalmente al adaptar la exposición poética al estilo narrativo cronístico.

      En un principio, a los 424 primeros versos del Mio Cid, relativos al paso del desterrado por Burgos y Cardeña y a su salida de Castilla, corresponden dos breves capítulos cronísticos (PCG, caps. 851 y 852), en que sólo se aprove­chan los datos «históricos» esenciales; el resumen es demasiado rápido para poder apreciar la identidad o divergencia de los dos textos poéticos.

      La única diferencia noticiable es el reajuste cronológico consistente en hacer que el Cid no duerma en Cardeña y que salga, por tanto, del monasterio trasnochando («desque fue la noche espidiosse... Et andido toda essa noche, et fue otro dia a yantar a Espinaz de Can», PCG, p. 524b11-14); la corrección se explica a mi parecer mejor como simple retoque historiográfico que como innovación juglaresca.97

      Una vez que el Cid abandona Castilla y el poema se dedica a reseñar acciones guerreras, la Crónica prosifica el Mio Cid verso por verso, esforzán­dose en recoger de cada uno de ellos un máximo de información. Esta técnica prosificatoria explica que, para destruir el ritmo y la asonancia poéticas, se tienda con cierta frecuencia a envolver el verso en una frase algo más amplia, adicionada con pequeñas deducciones;98 creo innecesario detenerme a analizar aquí cómo los historiadores alfonsíes adaptaron cada uno de los versos 425-1097 del Mio Cid a una prosa cronística, basta hacer notar que, en general, reprodujeron con una gran fidelidad el texto poético. Este respeto, no ya sólo a los hechos narrados, sino a la propia forma de narrarlos, nos permite asegurar que el Mio Cid de Alfonso X, en su «Cantar del Destierro», era, en la inmensa mayoría de sus versos, idéntico al copiado (en 1307?) por Per Abbat. Sólo ocasionalmente el historiador consideró preciso extender su labor interpretativa de la fuente poética más allá de los discretos límites habituales, entremetiéndose a explicar, glosar o arreglar la información de la gesta; son estas dilataciones y arreglos, que Menéndez Pidal creyó a veces reflejo de innovaciones poéticas introducidas por un juglar refundidor, los que nos interesa examinar con detalle a fin de probar mi anticipada conclu­sión.

      En dos pasajes, la generosidad del héroe con los moros vencidos, según el poema, suscita comentarios aclaratorios por parte del cronista. Así, cuando al abandonar Castejón, el Cid liberta a cien moros y a cien moras (versos 534-535), el historiador razona por su cuenta: «ca paresçrie mal de leuar moros nin moras en nuestro rastro, et non nos conuiene agora, mas andar los mas afforrechos que pudiermos, como omnes que andan en guerras et en lides et an a guarir por sus manos et sus armas» (PCG, pp. 525b48-526a4); y, más tarde, reinterpreta el discurso del Cid sobre cómo tratar a los moros de Alcocer (versos 617-622):99 «Et de como yo cuedo, en este castiello a grand auer, et moros et moras que fincan aun y; et podemoslos uender et matar; mas pero si los mataremos non ganaremos y nada; et tengo que ualdra mas que coiamos aca dentro aquellos que fincaron fuera, et ellos que saben la villa, mostrarnos an buenas posadas et los aueres que yazen ascondidos en las casas, et seruir nos hemos dellos» (PCG, p. 527a7-16).

      El deseo de justificar detenidamente los actos del héroe, en términos de estrategia militar, da lugar a glosas diversas: el Cid vende Alcocer «porque querie salir dalli a yr uuscar mas conseio del que tenien et auie mester auer que diesse a las compannas con que se guisassen» (PCG, p. 530b8-11; fundándo­se en que el Campeador reparte seguidamente el dinero entre sus vasallos, versos 847-850); cuando, cercado en Alcocer por Fáriz y Galve, el Cid razona a su mesnada «que nos queramos yr de noch no nos lo consintran/ grandes son los poderes por con ellos lidiar» (versos 668-669), la Crónica insiste y aclara: «ellos son grandes compannas et grandes los sus poderes, et nos pocos et estamos en su tierra. Et que nos queramos yr de noche a furto, nin lo podremos fazer nin nos lo consintrien ellos, ca nos tienen cercados de todas partes et uer nos yen. Otrossi con ellos non podriemos lidiar, ca son los moros muchos ademas» (PCG, p. 527b30-38), y lo mismo hace con la respuesta de Alvar Hañez («De Castiella la gentil exidos somos aca/ si con moros non lidiaremos no nos daran del pan», versos 672-673): «Sallidos somos de Castie­lla la noble et la loçana et uenidos a este lugar do nos es mester esfuerço. Si con moros non lidiaremos, sabed que los moros non nos querran dar del pan» (PCG, p. 527b40-44). 100 Con voluntad de completar la información en el terreno militar, el historiador, que ha contado siguiendo al poema el acuerdo tomado por el Cid de echar fuera de la villa a los moros encerrados con él en Alcocer, por «que non sopiesse ninguno esta su poridad» (v. 680), se cree obligado incluso a detallar: «por que non sepan nuestra poridat et lo fagan saber a los otros. Et pues que ouieron echados los moros et fecho todo assi como el Cid dixo, cerraron bien las puertas del castiello» (PCG, p. 528a6-10); y, así mismo, cree imprescindible, antes de la lid campal, que el Campeador dé órdenes precisas a los suyos: «El Çid castigolos alli a todos como fiziessen en la fazienda, et acordassen todauia en una et non se esparziessen sin recabdo» (PCG, p. 528a29-32). Ninguna de estas adiciones de la Crónica refleja una refundición juglaresca de los viejos versos del Mio Cid.

      En otros casos, la divergencia entre los relatos prosístico y poético se explica porque el historiador trata de desarrollar narrativamente aconteci­mientos que el Mio Cid, con su técnica pictórico-dramática, sugiere de forma indirecta, mediante una pincelada. Así el poema nos cuenta sólo que Pero Vermúdez pone la seña en lo más alto de Alcocer (versos 611-612), mientras la Crónica explica: «Et desi acogieronse al castiello et entraronle luego que non fallaron y embargo ninguno. Et fue luego Pero Uermudez et puso la senna en el mas alto logar que en el castiello fallo» (PCG, pp. 526b46-527a3); o que, habiendo entrado Pero Vermúdez con la seña en medio de los enemi­gos, «moros le reçiben por la seña ganar,/ dan le grandes colpes, mas nol pueden falssar» (versos 712-713), mientras la Crónica aclara: «Los moros recibieronle, et començaron de ferirle muy de rezio dandol muy grandes colpes pora abaterle si pudiessen et leuar del la senna, mas traye el tan buenas armas que gelas non podien falssar, et demás muy fuerte coraçon, assi que non pudieron guisar con el lo que quisieran» (PCG, p. 528b24-30); o, en fin, que Minaya, sobre un nuevo caballo que le consigue el Cid, «...fuerte mientre lidiando/ a los que alcança valos delibrando» (versos 757-758), mien­tras para los propósitos de la historia parece oportuno hacer constar que los moros van ya de vencida (puesto que Alvar Hañez los sigue en alcance): «...cometieron a los moros muy de rezio. Et por que los moros fincaran mal escarmentados de la otra uez et non se atreuiendo ya a lidiar con los cristia­nos fueronse vençiendo. Et los cristianos yendolos ya leuando...» (PCG, p. 529a43-b1).

      Lo mismo cabe decir de ciertos episodios en que a una breve frase del poema corresponde en la Crónica un trozo narrativo en que se desarrolla la situación en ella compendiada. Así, el grito «Non sea, por caridad» (v. 709), con que el Cid de la gesta trata de impedir que su alférez coloque la seña en medio de los moros, en la prosa histórica se convierte en una acción narrable: «Trauo estonces el Çid con ell que estidiesse quedo et non mouiesse la senna, mas non pudo con el» (PCG, p. 528b18-21); y el gesto «al Çid beso la mano» (v. 692), que basta a los propósitos poéticos para expresar toda una reacción, se aclara en la historia diciendo: «plogo mucho desto a don Pero Uermudez et beso la mano al Çid» (PCG, p. 528a22-28. Donde el Mio Cid presenta dramática­mente la afectuosa despedida de los moros de Alcocer al desterrado: «Moros et moras tomaron le a quexar:/ ¿Vaste, myo Çid; nuestras oraciones uayante delante!/ Nos pagados fincamos, señor, de la tu part» (versos 852-854), la Crónica narra: «los moros que y morauan començaronse a quexar mucho por ello, por quc les fazie el Çid mucho bien et mucha merçed, et rogauan a Dios por el, quel guiasse en su seruicio, et que la su bienandança que siempre fuesse adelante, pues que yrse querie» (PCG, p. 530b19-25). Las pala­bras exultantes del Cid a Alvar Háñez, después de tomar el quinto del botín: «Oyd, Mynaya, sodes myo diestro braço!/ Daquesta riqueza que el Criador nos a dado/ a uuestra guisa prended con uuestra mano» (versos 810-812), se convierten al pasar a la historia en una razonada proposición: «Aluar Hannez, todo algo que uos omne fiziesse merecedes lo uos muy bien a guisa de muy buen cauallero, et quiero que tomedes del mio quinto quanto uos quisieredes» (PCG, p. 530a26). Y el cronista hace lo que puede para interpretar la situación a que aluden los difíciles versos 527-528: («Moros en paz, ca escripta es la carta, buscar nos ye el rey Alfonsso con toda su mesnada»): «Demás el rey don Alffonso a pazes con los moros, et se yo que escriptas son ya de los moros las cartas de lo que nos por aqui començamos a fazer, pora enuiargelas; et el rey don Alffonso nuestro sennor es poderoso et de gran coraçon, et pero que lo auemos con moros, non lo querrá el soffrir, et uenir nos a uuscar» (PCG, 525b33-40); si en este caso su interpretación no es muy correcta, menos lo es cuando de los versos 507-509 («Comidios myo Çid.../ al rey Alfonsso que legarien sus compañas,/ quel buscarie mal con todas sus mesna­das») infiere: «El Çid otrossi quando se uio tan bienandante en su comienço, fue muy alegre et loçano por ello, et atrouosse muy mas por ende en sus fechos; et enuio dezir al rey Alffonso que pues quel assi echaua de tierra, quel farie deseruicio con aquellas compannas que traye» (PCG, p. 525b1-7).101 Por último, la sutil manera con que el rey del poema difiere, para un futuro no lejano, el perdón del Cid, al mismo tiempo que acepta graciosamente el presente que el desterrado le envía («...mucho es mañana,/ omne ayrado, que de señor non ha graçia,/ por acogello a cabo de tres semmanas», versos 881-883), recibe en la Crónica sesudo complemento: «...et esto non pertenesce a rey, ca ningun rey nin sennor non se deue assannar por tan poco sinon sil cumple mucho» (PCG, p. 531a44-47). Me parece evidente que ninguna de estas glosas encubre un contenido poético nuevo.

      Por otra parte, no creo que haya que pensar en una reordenación del relato épico del Mio Cid por un juglar refundidor para explicar que en la Crónica se agrupen en un solo discurso las tres recomendaciones que el Cid de la gesta hace a Minaya al tiempo de enviarlo con embajada para Castilla (versos 813-818, 820-825, 829-831; PCG, p. 530a6-26),102 o que la prosa cronística nos presente en orden inverso la materia de los versos 520 y 521.103 Y, a mi ver, era imprescindible necesidad para la Crónica el reducir a un mero discurso directo la extraña mezcla (usada más de una vez en el poema) de estilo directo e indirecto con que el Cid comenta con su compaña las posibili­dades estratégicas de Castejón (versos 525-529).104

      Fue el historiador, sin duda, y no el supuesto refundidor del Mio Cid,105 quien se preocupó de justificar que el Cid siga pensando cómo hacerse dueño de Alcocer (versos 574-575: «Quando vio myo Çid que Alcocer non se le daua;/ el fizo vn art...» etc.),106 después que Alcocer le está pagando parias (versos 569-570: «el castiello de Alcoçer en paria ua entrando./ Los de Alcoçer a myo Cid yal dan parias de grado»): «El Çid desque uio alli fecha la bastida,107 et fue con su caualleria contra Alcoçer por uer si la podría tomar. Et los de la villa, con miedo que ouieron dell, fablaronle como en razon de pecharle et darle parias, et el que los dexasse ueuir en paz; mas el Çid non lo quiso fazer, et cogiosse a su bastida» (PCG, p. 526a37-44); poco después, el cronista prosifica distraídamente el verso 586 108 («et las parias que de nos a leuadas, dobladas nos las tornara», en boca de los moros de Alcocer), confirmándonos así que en su versión del poema Alcocer había también pagado las parias.109 Otras importantes moralizaciones historiográficas hallamos en la escena de la prisión de Berenguer («el conde don Remond») concebida por el poeta del Mio Cid en tono maliciosamente cómico. El historiador ennoblece sistemáti­camente la actuación del héroe con el conde vencido, al mismo tiempo que dignifica al de Barcelona.110

      Después de considerar una por una todas las divergencias notables111 existentes entre el relato del Mio Cid copiado por Per Abbat y la Crónica alfonsí, me reafirmo en la creencia de que la Estoria de España tuvo aquí como fuente una redacción de la gesta idéntica a la conocida; sólo como excepción hallamos algún que otro caso en que la Crónica nos permite, quizá, restaurar un verso épico sin correspondencia en el manuscrito único del poema;112 pero tales versos pueden muy bien ser primitivos y faltar en la copia de Per Abbat por omisión o descuido113 (en su mayoría fueron incorporados, efectivamente, a la edición crítica del poema por el propio Menéndez Pidal).114

      Esta prosificación del Mio Cid que hemos venido estudiando, con las mismas frases adicionales añadidas por los historiadores alfonsíes para acla­rar el relato poético,115 y, desde luego, con la misma huella de los versos omitidos por Per Abbat, 116 es la que, resumida, 117 figura también en la Crónica de veinte reyes. Alguna rara vez el resumen de Veinte reyes conserva memoria de un verso del Mio Cid cuyo contenido no se refleja en la Primera crónica: «...e honrrado. El Çid quando desperto ouo grand plazer de la vision que viera e acomendose a Dios e rogole que le guiasse bien su fazienda. E otro dia...» (CrXXReyes, f. 115a; cfr. PCG, p. 524b23), prosificación de los versos 410-412; 118 «...que cunpliesse el Çid con ello a sus conpañas en aquello que les ouiese a dar. E dixole assi: Çid, fasta que vos yo non vea en canpo auer grand fazienda con moros e que lidie yo del mi cabo faziendo grand mortandad en los moros e que entendades vos que lo meresco, non vos quiero tomar nada.  El Çid...» (CrXXReyes, f. 115c-d; cfr. PCG, p. 525b1), prosificación de los versos 498-504; 119 «...e lidiando todos de buelta entro el Çid e Aluar Fanez entre los del castillo e mataron alli mas de trezientos moros. El Çid e Aluar Fanez, demientra que la otra caualleria lidiaua con los moros...» (CrXXReyes, f. 116c; cfr. PCG, p. 526b41-43), prosificación del verso 605 (anticipado).120 Pero ello no nos obliga a suponer que manejase una versión distinta del Mio Cid; al igual que la presencia en la Crónica de veinte reyes de un pormenor o un pasaje completo de Ibn cAlqama omitido por la Primera crónica121 no permite pensar que existiesen dos versiones divergentes de la historia árabe.122 Es bien sabido que veinte reyes conserva con cierta frecuencia detalles de las fuentes ―cualesquiera que ellas sean― olvidadas por la Primera crónica. La identidad de las dos prosificaciones del Mio Cid queda asegurada si tenemos en cuenta la identidad en estructura y composición de ambas Crónicas en esta parte.123

Diego Catalán. La Estoria de España de Alfonso X. Creación y evolu­ción. (1990)

NOTAS

82  R. Menéndez Pidal, «El PC y las Crón (1898); Cantar de M.C.2, I (Madrid, 1944). En Poes. Jugl.6 (1957) reajusta ya su vieja reconstrucción (sin grandes alteraciones) a las novedades traídas por el estudio de Cintra publicado en 1951 (Crón. 1344).

83  Han impugnado esta fecha hipotética P. E. Russell, en «Some Problems of Diplomatic in the Cantar de Mio Cid and Their Implications», The Modern Language Review, XLVII (1952), 340-349, y A. Ubieto Arteta, «Observaciones al Cantar de Mio Cid», Arbor, XXXVII (1957), 140-170. A este último replicó Menéndez Pidal en 1960: En torno al Poema del Cid, Barcelona-Buenos Aires, 1963, pp. 165-169. El Mio Cid conservado bien pudiera ser medio siglo más tardío de lo supuesto por Menéndez Pidal, pero faltan argumentos probatorios. Para nuestro estudio, no es necesario tomar posición respecto a la hipótesis avanzada por Menéndez Pidal en una última etapa de sus estudios cidianos (Romania, LXXXII, 1961, 145-200) de un Mio Cid de San Esteban de Gormaz, anterior al de Medinaceli. [Véase, sin embargo, ahora D. Catalán, «El Mio Cid. Nueva lectura de su intencionalidad política», en Symbolae Lvdovico Mitxelena Septvagenario Oblatae, ed. L. Mele­na, Vitoria: Universidad, 1985, pp. 807-820, en que argumento a favor de la existencia de un solo autor, natural, eso sí, de San Esteban de Gormaz, vinculado a la familia de Diego Téllez y defensor de los intereses de la nueva casa real navarra de origen bastardo, la del «Restaurador» García Ramírez; o, mejor en «El Mio Cid. Nueva lectura. 2ª ed.»]

84  Esta refundición, «primera» entre las que conocemos, habría sido precedida, piensa Menén­dez Pidal, de otras menos radicales.

85  El refundidor añadió detalles prolijos en las escenas tradicionales y entremezcló con los personajes originarios otros de su libre invención; dedujo del contexto cuantos episodios pedía el deseo de subsanar los descuidos en que había incurrido el poeta del s. XII, y, en fin, buscó novedad introduciendo profundas alteraciones en los más llamativos episodios, como la derrota de Búcar o las cortes de Toledo.

86  Conforme a los gustos de la épica decadente, el refundidor convirtió la escena cumbre de las cortes de Toledo en una tumultuosa asamblea llena de personajes extraños que se intercam­bian amenazas y golpes ante un rey incapaz de hacer sentir el peso de su autoridad. No cabe mayor apartamiento respecto a la sobria y mesurada escena primitiva en que Alfonso jura por San Isidro que todo desacato será castigado, y en que nadie da ocasión a que se cumpla el juramento.

87  Y en la Crónica de 1344, que Menéndez Pidal considera últimamente como derivada y no fuente de la de Castilla, convencido por la argumentación de Cintra (véase Poes.Jugl.6, pp. 299, 304). Para las fechas de estas tres crónicas véase atrás, notas 10 y 34. Según muestra la Crónica de Castilla, la nueva refundición alteraba también la parte primera («Cantar del Destierro») del Mio Cid, hasta entonces inmodificada.

88  Según parecen indicar ciertas variantes de la Crónica general toledana de hacia 1460 (Poes. Jugl.6, pp. 314-315).

89  Como el de la huida de Búcar (Helo, helo por do viene / el moro por la calzada) o el de las cortes de Toledo (Tres cortes armara el rey y Yo me estando en Valencia, / en Valencia la mayor); cfr. Menéndez Pidal, Romancero hispánico, pp. 222-229.

90  Según la nueva cronología, apoyada en los hallazgos de Cintra, que propone Menéndez Pidal en Poes.Jugl.6, p. 300.

91   Así piensa Menéndez Pidal en Poes.Jugl.1, pp. 401-403; y todavía prefiere esta explicación en Poes.Jugl.6, pp. 301-303, aunque destaca la importancia de las observaciones de Cintra que citamos en la nota 92. Esta moda arcaizante entre los juglares del s. XIV explicaría también el que Per Abbat se interesase en 1307 por el viejo poema y que un juglar del mismo siglo, algún tiempo después, adicionase a la copia del Mío Cid el explicit pidiendo a los oyentes vino y prendas en pago de la recitación.

92  Cintra prefiere explicar la utilización del viejo Mio Cid como una muestra más de los notables criterios historiográficos que caracterizan a la Crónica de veinte reyes frente a todas las restantes obras hermanas: su autor es consistentemente hostil a las invenciones de los juglares tardíos (Cintra, Crón.1344, pp. CCXVIII-CCXXVI, CCLXIV-CCLXXIV; en las dos últimas páginas citadas trata de la utilización del Mio Cid del s. XII, en particular).

93  Al final del cap. 862 de PCG (pp. 534b44-535a4), detrás de los versos 1090-1093, se refleja aún el 1097 («Dentro en Valencia non es poco el miedo»); «llegaron las sus nueuas a Valencia, et sono por la villa... et fueron ende espantados e temieronse ende».

94  En el v. 1251 el Cid, según el viejo poema, se aconseja sólo con Minaya, pero la Crónica asocia a esta escena a Pero Vermúdez (ya antes, con ocasión del v. 1244, encuentro en la Crónica una adición semejante); «tres mili e seys çientos» cuenta los suyos el Cid en el alarde del Mio Cid (v. 1265), mientras la Crónica los divide en 1.000 caballeros de linaje, 500 de a caballo y 4.000 peones; en la gesta del s. XII don Jerónimo llega a Valencia después que el Cid ha decidido enviar a Minaya en busca de doña Jimena, el orden en la Crónica es el inverso (y en ella el Cid visita al clérigo en su posada); en el viejo Mio Cid únicamente Minaya se dirige a Cardeña, la Crónica lo hace acompañar de Martín Antolinez para que el burgalés pague debidamente 600 marcos a los judíos engañados con el trato de las arcas; donde hablaba antes el poema de Carrión, como lugar donde los mensajeros encuentran al rey, se nos habla ahora de Palencia en la Crónica, etc. (Cantar de M.C.1 I, p. 127; cfr. PCG, pp. 592b30,  43, 44-46, 593a2-18,  b6-14, 21). Las divergencias van luego en aumento y son notabilísimas a partir del episodio del león.

95  Cantar de M.C.1 I, pp. 126-130; además Cantar de M.C.2, III, p. 1187.

96  El «Cantar del Destierro» es prosificado íntegramente en los caps. 850-861 de PCG; seguida­mente, en el cap. 862 se añaden, a un relato basado en la Historia Roderici, las noticias contenidas en los primeros versos del «Cantar de las Bodas» (en especial, versos 1090, 1092, 1093 y 1097).

97  En el Mio Cid, llegados los 115 caballeros con Martín Antolinez, el Cid, después de yantar, cuando «la noch querie entrar», reparte la soldada y dispone la salida «a la mañana quando los gallos cantaran» (v. 316), después que toque el abad a maitines y les diga la misa de la santa Trinidad. La misa, con la oración de Jimena, es esencial en la despedida familiar concebida por el juglar (versos 325-375) y no podía faltar en una refundición poética. El historiador consideró inútil la escena y la omitió; una vez suprimida, pudo hacer marchar al Cid con el apresuramiento natural del desterrado que ve agotarse el breve plazo que le ha concedido el rey para salir de la tierra.

98  Por ejemplo: v. 580 «Veyen lo los de Alcoçer, Dios, commo se alabauan!», «Los moros de Alcoçer, quando lo uieron, començaronse de alabar que fueran esforçados et que se touieran bien» (PCG, p. 526b9-11); v. 590 «Dizen los de Alcoçer: ya se nos va la ganançia!»; «Los de Alcocer, quando assi le uieron yr apriessa, dixieron: vassenos la ganancia que cuedaramos auer; et andemos mas, en guisa que los alcancemos» (PCG, p. 526b27-31). Sin embargo, lo normal es que la prosa cronística siga más apegadamente la frase del poema. El proceso de adaptación de la sintaxis «suelta», poético-dramática, del Mio Cid a la sintaxis «trabada», raciocinante, de la prosa histórica alfonsí ha sido estudiado con gran detalle (tomando como ejemplo los caps. 858-859 de PCG, versos 871-925 del Mio Cid) por A. Badía Margarit, «Dos tipos de lengua cara a cara», en Studia Philologica. Homenaje... a Dámaso Alonso, I, Madrid, 1960, 115-139. Badía destaca los esfuerzos del historiador para asegurar la ilación en el relato, su preocupación por la subordina­ción, su tendencia al «ensanchamiento de la frase», su afán de precisión, que le lleva a deducir ciertos detalles del contexto, su hostilidad a las construcciones afectivas, que le obliga a reordenar la frase poética conforme a la lógica gramatical, etc.

99 Cfr. en el Mio Cid: «En este castiello grand auer auemos preso, / los moros yazen muertos, de biuos pocos veo. / Los moros e las moras vender non los podremos, / que los descabeçemos nada non ganaremos; / coiamos los de dentro, ca el senorio tenemos, / posaremos en sus casas e dellos nos seruiremos».

100 Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, III, 1051, v. 672, anota: «Bello añadió aquí malamente tres versos, tomados de la Refundición representada por las Crónicas». No creo preciso reconstruir ningún verso para explicar el texto cronístico.

101 A propósito de los versos 507-509, Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1 III, 1044, nota: «las Crónicas nos aseguran que la Refundición del Cantar contenía también unos versos semejantes».  

102  La Crónica agrupa todas las recomendaciones a Minaya relacionadas con la embajada; sólo reserva para el momento de la despedida las instrucciones para en caso de que a su vuelta el Cid haya abandonado Alcocer. En este último discurso, el cronista reordena lógicamente los versos del poema.: 835-834-832-833 (no hay por qué pensar que sea «la Refundición» la que «altera el orden de los versos», como hace Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, III, 1057, nota al v. 835).

103  En el Mio Cid: «...e envió a Fita e a Guadalfagara / esta quinta por quanto serie conprada / avn de lo que diessen ouiessen grand ganançia / asmaron los moros III mill marcos de plata». En la Crónica: «et enuio mandado a los moros de Fita et de Guadalfaiara que gelo comprassen. Et ellos uinieron et uieron la prea, et apreciáronla en III mil marcos de plata, et aun los qui la tomassen que leuassen ende grand ganancia» (PCG, p. 525b14-19; mejor el ms. F: «tomasen avrian e.»). No creo que tenga razón Menéndez Pidal al suponer que «la Refundición colocaba malamen­te este verso [el 520] tras 521» (Cantar de M.C.1, III, 1045, nota al v. 520).

104  Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, III, p. 1045, nota al v. 525, comenta: «La Prim.crón.gral, 525b29, empieza aquí el discurso directo... la Crónica representa no nuestro texto, sino la Refundi­ción del mismo». Pero la construcción «Asmo Mio Cid con toda su conpaña / que...», etc. no podía ser conservada por el cronista; creo que la Refundición supuesta no es necesaria.

105  «La Refundición supone que el Cid atacó a Alcocer para conquistarlo, y que los de la villa le ofrecieron parias, con tal que les dejase en paz, mas él no las aceptó», afirma Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, III, p. 1047, nota al v. 569.

106  En la Crónica: «Et desque uio que non podia auer aquel castiello, fizo la maestria que agora diremos» (PCG, p. 526b2-4).

107  La «bastida» de que habla la Crónica son las «posadas» que rodeadas de una «carcaua» fortifica el Cid en un otero a orillas del «Salon» (versos 553-563).

108  «La paria quel a presa tornar nos la ha doblada.»

109 Menéndez Pidal observó ya (Cantar de M.C.1 III, p. 1047, v. 569, nota): «pero el v. 586 nos asegura que las parias fueron efectivamente pagadas, y que la Refundición obró de ligero al suponer la repulsa del Cid, y más conservando, como conserva, ese verso 586». El arreglo, insisto, más parece cronístico.

110 «Mando luego el Çid fazer muy grand cozina et adobar maniares de muchas guisas por fazer plazer al conde don Remond» («a myo Çid don Rodrigo grant cozinal adobauan»); «Conde, comet et beuet, ca esto en que uos sodes por uarones passa, et non uos dexedes morir por ello, ca aun podredes cobrar uuestra fazienda et enderençar esto» («Comed, conde deste pan e beued deste vino»); «Comet uos que sodes omne de buena uentura et lo merescedes, et folgat en paz et en salut» («Comede, don Rodrigo, e penssedes de folgar»); «Et el Çid, quando esto uio, con el grand duelo que ouo dell, dixol» («Dixo myo Çid»); «Conde, bien uos digo uerdad que si non comedes siquier algun poco, que nunqua tornaredes a uuestra tierra; et si comieredes por que podades ueuir...» («Comed, conde, algo, ca si non comedes, non veredes christianos; e si uos comieredes, don yo sea pagado...»); omite la descripción del conde comiendo con mano apresura­da, en compañía de los «creenderos» que le guardaban y bajo la mirada burlona del héroe (PCG, pp. 533b27-29, 38-42, 44-50, 534a4-5,  5-9, 32-33. Mio Cid, versos 1017, 1025, 1028, 1033, 1033-1034, 1058-1059). Th. Montgomery, «The Cid and the Count of Barcelona», HR, XXX (1962), 1-11, ha puesto de relieve ya, aunque por motivos diferentes a los nuestros, el contraste existente entre la humillan­te actitud burlona del Cid poético para con su encumbrado prisionero, y el mesurado y cortés tratamiento que a partir del relato épico inventa el cronista alfonsí.

111   Menéndez Pidal cita la supuesta Refundición a propósito de algunas diferencias mínimas: «La Refundición del Cantar no expresaba el número quinze» («en mano trae desnuda la espada, quinze moros mataua de los que alcançaua», vv. 471-472; «su espada en la mano, matando quantos ante si fallaua», PCG, p. 525a27-28); "La Refundición añade yo» («con Alfonsso myo señor non querria lidiar», v. 538; «ca yo non querria lidiar con el rey don Alffonso mio sennor», PCG, p. 526a8-9); «no se olvide que la Crónica sigue una Refundición del Cantar» («vieron lo las arrobdas de los moros, al almofalla se uan tornar», v. 694; «Las athalayas e guardas de los moros, quando lo uieron, dieron grandes uozes et tornaronse a sus compannas a fazergelo saber», PCG, p. 528a34-37). Cfr. Cantar de M.C.1 III, pp. 1043, 1046 y 1052.

112  «Bien sepades por cierto que tornaremos a Castiella con grand onrra et grand ganancia, si Dios quisiere»; «mas si Dios me diere conseio, yo gelo emendare et gelo pechare todo»; «onde a mester que los cometamos de cabo»; «et de como yo cuedo a yr nos auremos daqui»; rememora­ción ante Alfonso, por parte de Alvar Hañez, de la conquista de Alcocer y del envío de dos reyes moros por el rey de Valencia que cercasen al Cid (quizá cronístico); «et con la merced de Dios nos guisaremos como nos la fagades»; «tomo el Çid de sus compannas dozientos caualleros escollechos a mano, et trasnocho con ellos» (PCG, pp. 523b25-27, 524a8-9, 529a34-35, 530a33-34, 531a14-23, b19-20, 532b17-19.

113  Téngase en cuenta que la copia del Mio Cid conservada es de letra tardía, posiblemente del año 1307, es, por tanto, distinta y posterior a la que manejaron los historiadores alfonsíes en el s. XIII.

114 Versos 14b, 755b, 835b, 875b-e, 896b, 935b-c. Rechazo decididamente 934b, en vista de la lección del ms. F; pongo muy en duda 875b-e (que quizá se explique como rememoración cronística). Menéndez Pidal (Cantar de M.C.1, III, p. 1029, nota al v. 95) sólo considera aparte, como propio de la Refundición, el verso que podríamos reconstruir a base de PCG, p. 524a8-9 (es posible que la frase no sea sino una moralización historiográfica).

115 La Crónica de veinte reyes contiene prácticamente todas las adiciones y enmiendas cronísti­cas que hemos enumerado: «desque fue la noche espidiosse... e andudo toda esa noche»; falta el trecho correspondiente a PCG, p. 525b48-526a4, porque CrXXReyes comienza el capítulo en 526a13 aludiendo sólo de pasada a las razones del abandono de Castejón; «mando escodriñar toda la villa e fallaron y muchos moros e muchas moras que yazian escondidos e mucho oro e mucha plata e otro auer muy grande» (en Alcocer); «auiendo sabor de sallir de alli para yr buscar mejor logar e mayor conssejo» (empeña Alcocer); «e ssi quisiéremos lidiar con los moros ellos son muy grandes poderes e nos pocos, otrossi que nos queramos yr de noche a furto non podremos ca nos tienen cercados de todas partes»; resume la respuesta de Minaya; reduce a una breve frase casi toda la columna a de PCG, p. 528; «...para el castillo e entraronle luego. E Pero Bermudez, que traye la seña del Çid, fuesse luego quanto mas pudo para el castillo e puso la seña en el mas alto logar que y auie»; «los moros çercaron le alli e començaronle a dar grandes golpes en el de las lanças por leuar la seña del, mas commo traye buenas armas non le pudieron enpeecer»; «fueron ferir en los moros. E porque los moros estauan ya mal encarmentados de la otra vegada, non sse atreuieron a lidiar con los christianos nin de los atender en el canpo e avn fueronsse vençiendo. E los Christianos yendo los ya leuando...»; resume el diálogo que precede a las primeras heridas; omite el episodio, al resumir: «començaronse a quexar mucho los moros que y morauan por que les fazia el mucho bien e mucha merçed e rrogauan a Dios que le guiasse e la su bienandança que sienpre fuesse adelante»; «Minaya Aluar Fanez, todo algo que vos omne fiziesse meresçedes lo vos muy bien e quiero que tomedes vos deste mi quinto lo que vos ouieredes menester»; ya hemos dicho que omite todo este comienzo de capítulo al resumir; censura todo el pasaje; «e esto non pertenesçe a rrei, ca ningund señor non sse deue ensañar por tan poco tienpo ssi non ssi vier que le cunple mucho»; idéntica reordenación; «que gelo quisiesen conprar. E ellos vinieron sobre tregua, e quando vieron el auer apreçiaronle en tres mill marcos de plata»; omite, según dijimos; idéntica corrección a propósito de las parias de Alcocer; las mismas «moralizaciones» en la escena de la prisión de Berenguer.

116  «Bien sepades que tornaremos nos a Castilla rricos e honrrados e con grand honrra»; resume, poniendo en boca de Martín Antolinez el plan; «onde ha menester que los cometamos de cabo»; no; idéntica rememoración sobre Alcocer; «e ssi Dios quisiere nos guisaremos por do la ayamos»; «tomo el Çid dozientos caualleros de sus conpañas todos escogidos a mano e trasnocho con ellos».

117  Como es lógico, la tendencia a resumir el relato arrastra consigo la omisión de ciertos detalles poéticos y aun de algún episodio del Mio Cid conservados por la PCG.

118  «Quando desperto el Çid, la cara se santigo; / sinaua la cara, a Dios se acomendo; / mucho era pagado del sueño que (a soñado) [soñó].»

119  «Fata que yo me page sobre mio buen cauallo, / lidiando con moros en el campo, / que enpleye la lança e al espada meta mano, / e por el cobdo ayuso la sangre destelando, / ante Ruy Diaz el lidiador contado, / non prendere de uos quanto uale vn dinero malo, / pues que por mi ganaredes ques quier que sea dalgo.»

120  «En vn ora et vn poco de logar .c.c.c. moros matan.»

121  «Este Alcadir dio Çorita al rrey don Alfonso despues que ffue entrado el rrey de Badajoz en Toledo, por tal que le ayudasse contra sus moros» (CrXXReyes, ms. N, f. 126b-c; entre «...fuesse para Valençia» y «E diz la estoria que las cosas por que este nieto de Alimaymon ouo a salir de Toledo...» Cfr. PCG, p. 547b22-25). Este detalle histórico figura igualmente en el Kitab al-iktifá de Ibn al-Kardabūs, llamando «Çoria» a «Çorita» (corrige bien R. Menéndez Pidal, Hist, y Epop., Madrid, 1934, p. 247 y n. 2; no así E. Levi Provençal, Islam d’Occident, París, 1948, p. 127, n. 23). «Pero con conssejo de los moros poderosos de la cibdad» (CrXXReyes, f. 126c; entre «ouo a fazer esta postura con el rrey don Alfonso» y «que se salliesse de Toledo»; cfr. PCG, p. 547b39-40 variante de F); e, inmediatamente, añade: «e que le diesse Çorita assy commo dixiemos que gela dio» (sigue: «e el rrei don Alfonso que le ayudasse cobrar Valençia...»). Más adelante, la CrXXReyes (f. 129c), añade un largo pasaje sobre cómo los ambiciosos hijos de Abubacar Abneabdalziz dan al rey «muchas millarias de marauedis» pensando cada uno alcanzar el poder, mientras al-Qādir cree posible despojarles así poco a poco del tesoro de la ciudad que sospecha que se halla en sus manos; por ello, retiene a Alvar Fañez. (Entre: «asi commo se perdiera Toledo» y «E quando los alcaydes que tenien los castillos». Cfr. PCG, p. 550a44-45 y b15), e insiste (f. 129d) en que al-Qādir «nin quiso enbiar a Aluar Fanes, ca tenia que ssy lo enbiasse que non duraría el vn dia en el rregno, ca sse temia de los moros e non se aseguraua en ellos» (entre «...mas non le quiso el rrey creer» y «El rey de Valençia mostro este consejo que le daua Aldeça Abenlunpo...» Cfr. PCG, p. 550ò44-46); seguidamente la CrXXReyes (f. 130a-b) cuenta mucho más detalladamente el consejo de los hijos de Abu Bakr contrario a Abenmacor y Aldeça Abenlunpo, la ruptura con el privado y los preparativos para el cerco de Xátiva (cfr. PCG, p. 550b45-551a2); todavía, un poco después (f. 131a), añade la noticia: «e touolos tanto presos fasta que se ouieron a pleytear; e pleyteosse el vno de los fijos de Abubacar por dozientas vezes mill marauedis e todos los dio» (cfr. PCG, p. 551b52), hecho al que se alude en PCG, p. 552a40-41, como sabido.

122  Por absurdo que ello parezca, tal es, sin embargo, la conclusión de Th. Babbitt (CVR Latin Sources, p. 107): «it seems to indicate that the two chronicles are based on two distinct versions of the Arabic original».

123  Véanse detalles en la pág. 104 y las notas 60 y 61.

CAPÍTULOS ANTERIORES:  LA ESTORIA DE ESPAÑA DE ALFONSO X. CREACIÓN Y EVOLUCIÓN:

PRESENTACIÓN

1.- PRESENTACIÓN. «LA ESTORIA DE ESPAÑA DE ALFONSO X. CREACIÓN Y EVOLUCIÓN»

I. ALFONSO X HISTORIADOR

*  2.- 1. LA FUNCIÓN DEL CONOCIMIENTO EN LA RESTAURACIÓN DEL IMPERIUM

3.- 2. LA HISTORIA COMO CONOCIMIENTO CIERTO Y EXHAUSTIVO DE LOS HECHOS PASADOS

4.- 3. TEXTO Y GLOSA. LA EXPLICACIÓN DE HECHOS Y PALABRAS

5.- 4. LA ESTRUCTURACIÓN CRONOLÓGICA DE UNA HISTORIA ECUMÉNICA

6.- 5. LA ARMONIZACIÓN DE LO NARRADO Y EXPLICADO POR LAS VARIAS FUENTES EN LA GENERAL ESTORIA

7.- 6. LA ESTORIA DE ESPAÑA HISTORIA DEL SOLAR «ESPAÑA» Y DE SUS NATURALES

8.- 7. DOS PRINCIPIOS DE ESTRUCTURACIÓN: LOS SEÑORÍOS Y LA CRONOLOGÍA

9.- 8. LA ARMONIZACIÓN DE LOS RELATOS DE LAS FUENTES EN LA ESTORIA DE ESPAÑA

*   10.- 9. LA EXPLICACIÓN DE LOS HECHOS

*   11.- 10. EJEMPLARIDAD Y DECORO HISTORIOGRÁFICOS

*   12.- 11. EL ESPEJO DE LA HISTORIA

II. EL TALLER HISTORIOGRÁFICO ALFONSI.

13.- 1. LA PRIMERA CRÓNICA GENERAL NO ES LA CUMPLIDA REALIZACIÓN DE LA ESTORIA DE ESPAÑA PROYECTADA POR ALFONSO X

14.- 2. CÓMO SE ELABORÓ LA ESTORIA DE ESPAÑA EN LAS ESCUELAS ALFONSÍES. ETAPAS VARIAS EN LA COMPILACIÓN

15.- 3. LA «QUARTA PARTE» DE LA ESTORIA DE ESPAÑA. LA SECCIÓN DEDICADA A LA HISTORIA «CONTEMPORÁNEA» (ALFONSO VII-AÑO 1243)

16.- 4. LA «QUARTA PARTE» DE LA ESTORIA DE ESPAÑA EN LA SECCIÓN DEDICADA A LA HISTORIA «MODERNA» (FERNANDO I-ALFONSO VI)

17.- 5. LA «TERCERA PARTE» DE LA ESTORIA DE ESPAÑA

III. ALFONSO X NO UTILIZÓ EL «TOLEDANO ROMANZADO»

18.- INTRODUCCIÓN

19.- 1. VERSIONES EN ROMANCE DEL TOLEDANO

20.- 2. LOS MANUSCRITOS COMPLETOS DEL TOLEDANO ROMANZADO

* 21.- 3. LA «CHRONICA OMNIUM PONTIFICUM ET IMPERATORUM ROMANORUM» INCORPORADA A LA «OPERA HISTORICA» DE DON RODRIGO XIMÉNEZ DE RADA Y AL «TOLEDANO ROMANZADO»

22.- 4. EL PROBLEMA DE LA FECHA Y EL AUTOR DEL ROMANZAMIENTO

23.- 5. LA «HISTORIA DE LOS GODOS» DEL TOLEDANO ROMANZADO NO ES UNA HISTORIA GOTHICA CONTINUADA

24.- 6. LA « YSTORIA DE LOS GODOS» DEL TOLEDANO ROMANZADO NO ES UNA TRADUCCIÓN AMPLIADA DEL TOLEDANO

25.- 7. ADICIONES DEL TRADUCTOR

26.- 8. LA PRIMERA CRÓNICA GENERAL NO UTILIZÓ EL TOLEDANO ROMANZADO

IV. EL MIO CID DE ALFONSO X Y EL DEL PSEUDO IBN AL-FARAŶ

*   27.- INTRODUCCIÓN

*   28.- 1. LA ESTORIA DE ESPAÑA DE ALFONSO X Y LA PRIMERA CRÓNICA GENERAL

29.- 2. EL FIN DE LA ESTORIA DE ESPAÑA ALFONSÍ Y LA ESTORIA CARADIGNENSE DEL CID

Diseño gráfico: 


La Garduña Ilustrada 

Imagen: Castigos y documentos del Rey Sancho IV, B.N. de Madrid ms. 3995

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