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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

24.- 1. CONSIDERACIONES DIACRÓNICAS ACERCA DE LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL

24.- 1. CONSIDERACIONES DIACRÓNICAS ACERCA DE LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL

1. CONSIDERACIONES DIACRÓNICAS ACERCA DE LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL1. III EN TORNO A LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL DE AYER Y DEL ESPAÑOL DE MAÑANA

      Al estudiar diacrónicamente la fonología del español nunca se ha aten­dido a la transformación estructural más importante de cuantas ha sufrido la lengua después del período preliterario: la de su estructura silábica.

1.1. El español antiguo. Proliferación de las sílabas cerradas

      En los siglos de «orígenes» de las lenguas romances hispánicas, el proto-español (los varios dialectos hablados en el centro-norte de la Península entre el gallego y el catalán) concluye ante nuestra vista2 dos procesos fonéticos de desarrollo paralelo3 (que en Hispania tuvieron lugar en época mucho más tardía que en la Romania del Norte): la inmatización, ensordecimiento y pérdida de algunas vocales finales. Tras un largo forcejeo entre las formas con y sin apoyo vocálico, llegó finalmente a triunfar (hacia fines del s. XI) una nueva estructura silábica, caracterizada por la variedad y frecuencia de las sílabas cerradas /(C1)VC2/4. En vista de ello, el español (en sus variedades castellanas, algo menos en las leonesas y algo más en las aragonesas) ofrece, durante sus primeros siglos literarios, una gran riqueza de consonan­tes implosivas y abundantes grupos implosivos: Junto a -l y -r, más frecuentes que en el español moderno5, es posible que -// y -rr conservasen su independencia6. Desde luego, al lado de -n7, supervivía -m8, claramente diferenciada (según evidencia la ulterior evolución de los grupos con -n  y  -m implosivas)9. Aunque en posición implosiva la marca de sonoridad dejaba, al parecer, de ser pertinente10, el tratamiento posterior de -ss (frente a -s) 11, de -(s)ç, -(l)ç (frente a -z) 12, de -t (frente a -d)13, de -nt (frente a -nd)14, etc. nos evidencia que la neutralización no impedía el seguir clasificando correctamente los alófonos de las dos series. Por lo demás, eran posibles como finales, además de -l (-ll), -r (-rr), -n (-ñ) y -m, -s (-ss), -ns15, -z (-ç), -nz (-nç), -lz (-lç), -rz16, [-č] -ch, [-nč] -ng17, [-š-ğ, -ž] -x o -y18, -f o   -v19, -b, -p, -mb, -mp20, -t, -d, -nt, -nd, -rt, -rd, -It o -Id, -st, -it21, -c, -g, -nc22. El aragonés ampliaba el inventario, debido sobre todo a la apócope de C1(e)s, C1(e)z  (que daba lugar a abundantes ejemplos de -ns, -nz, -Is, -rs y -rz) y de C1(o), C1(o)s; también conocía finales en -rb y -rn, grupos interiores -mp, etc.23.

      Me parece claro que el español antiguo (desde finales del s. XI hasta el s. XIII y, menos claramente ya, hasta bien avanzado el s. XIV) no estaba estructuralmente inclinado a dar preferencia al paradigma silábico /C1V/, y que la tendencia del español a la sílaba abierta, tan manifiesta en el español moderno, no puede considerarse como una característica estructural que pre­sida ininterrumpidamente la evolución diacrónica del español desde la época latina hasta nuestros días24.

1.2. Del español antiguo, al español medio. Una fundamental reorganización de la estructura silábica

      Sólo a finales del s. XIII y a lo largo del s. XIV el español empieza a reducir el papel informativo del margen implosivo de la sílaba.

      Toda una serie de acomodaciones fonéticas (alteraciones del corte silábi­co y vocalizaciones25, asimilaciones26, disimilaciones27, metátesis28, etc.29) y, ocasionalmente, la presión de la analogía morfológica30 vienen a transformar las sílabas interiores y consiguen hacer muy limitado el número de los fone­mas utilizables con valor distintivo en posición implosiva preconsonántica. Simultáneamente, ya sea mediante asimilaciones, neutralizaciones o elipsis31, ya sea a través de la reposición (o adición) de una vocal de apoyo (justifica­ble por razones fonéticas o morfológicas)32, las consonantes finales vienen a quedar reducidas a ese mismo número. A fines de la Edad Media el español no admite ya en el margen implosivo sino -n, -l, -r, -s, -z, -x (muy rara33) y -d, aparte de

      La tendencia a seguir reduciendo el inventario pondrá, más tarde, en peligro tanto a -x33, como a -d34, y si hoy -j  y -d aún pueden citarse como consonantes finales del español, ello se debe, solamente, a la importancia adquirida en época moderna por la lengua escrita como modelo de la pro­nunciación culta.

      En esta fundamental reorganización silábica del s. XIV no participaron los dialectos alto-aragoneses. Las decadentes hablas pirenaicas todavía nos conservan un sistema silábico en que la estructura /(C1)VC2)/ goza de gran vitalidad35, en manifiesto contraste con lo que, desde hace siglos, ocurre en el castellano.

1.3. La crisis de las últimas implosivas

      En el s. XVIII las minorías cultivadas aceptaron el principio de que la «corrección» lingüística debía prevalecer sobre la costumbre. En consecuen­cia, intentaron sujetar su habla a las normas de pronunciación recomendadas por la erudición. La escritura impuso su imperio sobre la palabra. Este pre­dominio de la letra vino a minar, en la lengua culta, la norma estructural que limitaba a -n, -l, -r, -s y -z el inventario de los fonemas con valor distintivo en el margen implosivo de la sílaba: Los hispano-hablantes cultivados del s. XVIII comenzaron a pronunicar los «grupos cultos» de consonantes en los préstamos latinos (y en otros extranjerismos); después, la progresiva demo­cratización de la cultura durante los dos siglos siguientes ha conseguido di­fundir esta nueva norma de pronunciación entre un número cada vez mayor de usuarios de la lengua española. Creo, sin embargo, que las nuevas consonantes implosivas no se hallan perfectamente integradas en la estructura de la lengua y que en una descripción fonológica del español es preciso seguir distinguiendo entre las implosivas tradicionales y las «cultas». Estas, por lo general, siguen estando adscritas a unas secciones del léxico de empleo muy restringido. Además, los hablantes populares que evitan la antigua pronun­ciación con reducción del grupo consonantico (tipo colúna, dotór, ojéto, fúbol), por considerarla demasiado rústica o vulgar, no suelen ir más allá de introducir una de las consonantes implosivas tradicionales (doztór, fúrbol) o una consonante neutra (ojécto, colúgna)36.

      Pese a este movimiento contra corriente, iniciado en el s. XVIII, la ten­dencia a debilitar las consonantes finales de sílaba continúa haciendo progre­sos en el español moderno. Aunque -s, -z37, -r, -l y -n todavía se mantienen en grandes áreas del mundo hispano-hablante, son también muy extensas las áreas, conectadas a través de los océanos38, en que las «últimas» implosivas se hallan en crisis. En un primer paso, las consonantes quedan reducidas a tres, una sibilante, una líquida y una nasal; después, el sincretismo se hace aún mayor y la información que pueden transmitir los márgenes implosivos de las sílabas se aproxima, cada vez más, a [∅] (cero).

Diego Catalán. El español. Orígenes de su diversidad (1989)

NOTAS

1 Fue A. Alonso quien, en un artículo pionero («Una ley fonológica del español», HR, 13, 1945, 91-101), destacó por vez primera que los márgenes implosivos de las sílabas españolas son portadores de una información fonológica muy escasa, pues en ellos abundan las neutralizacio­nes y sincretismos y cada archifonema puede tener una dispersión fonética extraordinaria. Pero ha sido B. Malmberg (a partir de su artículo «La structure syllabique de l’espagnol», BF9, 1949, 99-120) quien ha concebido una fonología diacrónica del español «based on the assumption of a general tendency to use exclusively open syllables and to reduce all consonantal distinctions in postvocalic position in a syllable to zero» (StL 15, 1961, 1-9). Varios de sus trabajos han sido reeditados en el libro misceláneo Estudios de fonética hispánica (Madrid, 1965); véase también el cap. VII de Structural Linguistics and Human Communication (Berlin-Göttingen-Heidelberg, 1967), o, en versión española, Lingüística estructural y comunicación humana (Madrid, 1969). Cfr. G. de Granda, La estructura silábica y su influencia en la evolución fonética del dominio ibero-románico (Madrid, 1966) [y, ahora, Becerra, Cartag. Ind., 1985, c. 4, § I].

2 Gracias a la documentación de voces en latín arromanzado que reunió y estudió R. Menéndez Pidal en Orígenes del español (Madrid, 1926), 3a ed. muy corregida y adicionada (Ma­drid, 1950).

3 El paralelismo fue notado, de pasada (pp. 193-194) por R. Lapesa en «La apócope de la vocal en castellano antiguo. Intento de explicación histórica», Estudios dedicados a Menéndez Pidal, II (Madrid, 1951), 185-226.

4 Aunque los «francos», cuya influencia cultural y política sobre la España del s. XII y principios del s. XIII es incuestionable, contribuirían, sin duda, a difundir la apócope de la vocal final, no creo que haya que atribuir a su prestigio el arraigo de la apócope en la lengua hablada de Aragón, Castilla y León durante los siglos XII, XIII y XIV, según piensa Lapesa. Como el propio Lapesa reconoce, la caída de las vocales intertónicas había modificado profundamente la estructura de la sílaba interior de palabra e incluso la de la sílaba final (a causa de la proclisis y la enclisis, que permitía tratar como intertónicas a muchas vocales finales de palabra o morfe­ma), hasta tal punto que «las limitaciones respecto a las consonantes finales de sílaba y palabra quedaban en suspenso». No veo, por tanto, razón alguna para seguir considerando a la «apóco­pe extrema» como extraña al genio del idioma. De otra parte, la geografía del fenómeno favore­ce el carácter autóctono que creemos que hay que conceder a la apócope, pues su intensidad disminuye gradualmente según pasamos del catalán al aragonés, del aragonés al castellano, del castellano al leonés y del leonés al gallego-portugués. [Como réplica, en parte, a esta nota, R. Lapesa insiste en «De nuevo sobre la apócope vocálica en castellano medieval» NRFH 24 (1975) 13-23, acerca del carácter extranjerizante del apócope tal como se manifiesta en los documentos medievales de los siglos XII y XIII. El trabajo puede leerse reeditado en Estudios de historia lingüística española, (Madrid: Paraninfo, 1985), pp. 198-208].

5  Por ejemplo: val ’vale’, sal ’sale’, suel, quisol ’le quiso’, unaferidal dava, nol diessen, aynal creçio, aneldo, elzina, dol[d]rá, mulnera ’molinera’; aduxier ’adujere’, respondier, yo comprar ’yo comprare’, fier, sorze, etc.

6 Aunque el sincretismo gráfico es dominante (mil, piel, aquel, la cal ’la calle’, val ’valle’, tol[d]rá, cabalgar; tor, Gutierr~Gutier, cargadas, etc.) es de notar que, al reaparecer la vocal, sea por fonética sintáctica (Vall-(H)arta, Vall-Ota; Torr-(d’) Ambril, Torr-Alba), sea por repul­sión de la apócope (Cobiel del Campo y de la Cesa > Cubillo del Campo y del César, Barbadiel del Pez > Barbadillo del Pez, Bustiel de Xave > Bustillo de Chaves, Xaramiel Quemado y de la Fuente > Jaramillo, Castriel don Elo y de Lope Díaz > Castrillo de Onielo y de don Juan; Benabar > Benabarre; Loar > Loarre), reaparecen las consonantes «fuertes». Análogo es el caso de la forma apocopada luen y el moderno lueñe.

7 También más frecuente que en el español moderno: mantien ’mantiene’, vin vos buscar, vintelo ’te lo vine’, annado, senra, etc.

8 Alfagem, com~cum ’como’, commom ’como me’, quem fezist, firiom ’me hirió’, todom ’todo me’, aquim, con miedom pasara, semdero, comde, limde ~ limbde, mamlas ~mamblas, Flamla ~ Llambla, tem[b)lar, nim[b]la ’ni me la’, quem[b]lo ’que me lo’, camra~cambra, om[-b]ro, mem[b]rar, com[b]rie ’comería’, karrera zam[b]rana ’zamorana’, nomnado ~nombrado, semnadura ~ sembradura, lumnoso, etc.

9 El carácter labial de la consonante de tránsito en limbde, cambra, membrar, temblar, nombre, nimbla ’ni me la’ etc., contrasta con la dentalidad de la de ondrar, cendra, vendrá, etc. También constrasta la evolución de -m’n > -mbr-, con la de -n’m- (anma > alma, mermar) y -n ’n- (annado > alnado).

10 A diferencia del catalán antiguo, donde -b, -d, -g, -ğ  siguieron distinguiéndose, hasta el s. XIII, de -p, -t, -k, -č. Véase E. Alarcos, «Algunas consideraciones sobre la evolución del conso­nantismo catalán». Estructuralismo e Historia. Homenaje a A. Martinet, II. Ed. D. Catalán (La Laguna, 1958), pp. 5-40.

11 Aunque en los siglos de apócope intensa se documentan mies, es ’ese’, al lado de mes, traves, astorices, etc., a fines de la Edad Media resurgieron miesse, esse (Nebrixa todavía registra sólo miesse, y hoy día muchos dialectos castellanos conservadores retienen la forma miese).

12 A fines de la Edad Media, Nebrixa sólo admite las formas duce, coce, hoce, hace (< FASCE), pece y aún hoy estas formas son comunes en los dialectos castellanos conservadores. Los dialectos extremeños que distinguen las sibilantes sonoras de las sordas, como hacía el español medieval y el del s. XVI, pronuncian todas estas voces con [-θe] (A. M. Espinosa, Arcaísmos dialectales, Madrid, 1935, pp. 5-11). 

13 Aunque se documenta la alternancia de grafías -t~-d, tanto para /d/ implosiva (verdad~verdat, lid~lit, pid~pit), como para /t/ implosiva (setmana ~ sedmana, promet ~promed ’promete’, quet~ qued ’que te’, etc.), especialmente en el s. XIV, finalmente siete, mate tomaron un apoyo vocálico, y no pared, red, etc.

14 A pesar de alternancias gráficas como grand~grant, dend~dent, San Fagund~San Fagunt, Ferrand~ Ferrant, etc., que parecen indicar la fusión de -nd con -nt (adelant, ifant, mont, etc), más tarde -nt > -nte (adelante, infante, monte, etc.), mientras -nd > -n (gran, den, aquen, Safagun, Hernan) o -nde, -ndo (grande, dende, aquende, Hernando, etc.).

15 Casas, vienes, mes, astorices, conquis, pris, pus ’puse’, ajus ’ayuso’, asno, fresno; mies, es ’ese’, yo fues, pudies, determinas ’determinase’, ploguies, partios, alegrosle tod el cuerpo sonrisos de coraçon, ixiendos, ques ’que se’; Alfons, Orens.

16 Cruz, solaz, diz, faz, fiz, aduz, Garcez, Di(d)az, Roiz, aztor, leztori, cizra, azre (< ACER), yazra, maldizre, rezno, plazdo, amizdat; crez, pez; alcanz, estonz, Ponz, Lorenz, Arganz; calz; arz, terz.

17 Lech, noch, much; Sanch (escrito Sang).

18 Dix, adux, trax, trox, remax, box, barnax, linax, relox, Mayrit > Maydrid, [*cog[d]re] ( > codre).

19  Naf ’nave’, nief,  nuf,  nuef años, me of a, alef, bevra.

20 Quiçab, recib lo, cab, algib, almutaceb, trebde, cabdal, rabdo, cobdo, bebdo, orebze, anubda; princep, Jucep, Felip, Lop, riepto; limbde; comptar, Camptorto.

21 Siet, sacerdot, ataut, not ’no te’, diot, yot, quet, setmana, Sotlongo, alfetna; verdad, lid, red, cantad, pud ’pude’, pid, almud, Vermud, Bellid, Adfonso, Adsenda, cadnado, judgar; ade­lant, font~fuent, pont~puent, ifant, sedient, luzient, valient, veynt, gent, occident, convent, argent, semejant, Kintla; ond, segund, allend, porend, cuend, Melend; fuert, muert, cort, conort, art, part, fuertment; verd; Bernald ~ Bernalt, humilt;  aquest, est, huest, arciprest, trist, resucitest, mintist, levest, sachestme; alcait.

22 Anric, duc, achac, zumak ~ zumag, xac ’jaque’, roc, baldrac, albaroc, marjadrac; Diag ~ Diac; franc.

23 Xemenons, Enecons, molins, capellans, morabitins; totz, heredatç, ayatz e possidatz, tingatz ~ tingatç, faretz, siaç; fronz, fonz, Galinz (< TS, D’S); casals, ortals, cabeçals, paduls, Novals, Castellosvals, Loscertals, nols ’no les’; labradors, populators, sorors, Luzars; Acenarz, Lascorzs; carn; Ayerb, Suprarb; Crist; çinc (escrito con -nch); pleit; baix; nuill, cristayll (claramente con ); fic, Pinsec; arampne, nompnadas, dompno, condempnoron, fenpnas; cipdat, capbreu; jutgamos, dotze; sotçmiso, etc.

24 Creo, por tanto, que la tendencia moderna del español a generalizar las sílabas abiertas no nos autoriza a explicar las evoluciones antiguas de los romances hispánicos en función de esa tendencia, pues está lejos de haber sido operante «desde los orígenes hasta nuestros días» (como piensa Malmberg). Para probar que en los dialectos romances de Hispania de la época visigótica hubo una marcada tendencia a convertir en abiertas las sílabas cerradas, habría que acudir a la Gramática Histórica (esto es, a la documentación proto-romance de los siglos IX-XI y a la reconstrucción comparativa), no a la Fonética instrumental ni a la Dialectología.

25 Creo que la existencia de limbde nos obliga a considerar que la silabización primitiva fue limbde, , combrie, cogombro, nimbla ’ni me la’, mambliellas, Maydrit, ondrar, cendrada, etc. (comparable a comptar, bebdo, cibdad, etc.) y que luego pasó a ser cogombro, Llam-bra, ombre, vendra, etc. También sangne > sangre, cizra > cidra~sidra, bevra > breva. Junto a las vocalizaciones de ciudad, beodo, caudal, codo, hay que citar Ausenda (< Adsenda).

26 Santander ( < Santemder), linde, senda, conde, Candespina, Canredondo, contar; reto; semana; açor, sidra; medrar (< *meg[d)rar), codría ’cogería’, Madrid; yollo ’yo te lo’, matallo.

27 Alma ( < anma), alnado ( < annado), mermar.

28 Candado, breva, arce, cernada, viernes, ferildos.

29 Cámara ( < cambra, camra).

30 Molinera, zamorano, comeria, maldezire, yazera, tollera, dolera.

31 Allen, aquen, gran, segun, den (< dend), Safagun, ribal (<. ribald), Bernal, saz (< salz), pagan ( < pagam), sin ’si me’, promed ’promete’, qued ’que te’; quiça ( < quiçab), Jose.

32 Sacerdote, siete, duque, achaque, roque, xaque, marjadraque, Anrique, Diego, todo, Lope, Felipe, nave, ove, nueve, miesse, esse, coce, pece, lueñe, calle, valle, algibe, alcaide, noche, mucho, humilde, arcipreste, corte, conorte, parte, muerte, infante, adelante, allende, grande, conde, franque, franco, Orense, Lorenzo, Ponce, etc. y comprare, aduxiere, pudiesse, oviesse, traxe, dixe, aduze, faze, fize, sale, vale, recibe, pude, pide, mentiste, sacaste, hiriome, partióse, que me, no te, quisole, no le, etc.

33 Relox, box, borrax~borras, carcax; caxco, descaxcar, coxquillas, coxquear, coxcorron, caxcavel, excamochos, moxcas, maxcara, moxmordos, maxmordon, taxbique, moxtrenco. Ac­tualmente sólo el monosílabo boj se pronunica con [x] (alternando con boje).

34 En posición interior de palabra la -d perdió su autonomía y quedó convertida en un alófono de /θ/ (juzgar, portazgo); en posición final, o dio [∅] (= cero) (en las regiones con mayor relajación de las implosivas), o se dejó absorber por la /θ/. Sobre la tendencia de -d> [∅] ya en el s. XVI, cfr. A. Alonso, De la pronunciación medieval a la moderna en español, I (Madrid, 1955), 73-91.

35 El alto-aragonés, que desde antiguo se mostró intermedio entre el castellano y el catalán en cuanto a la pérdida de vocales (y, por tanto, más favorable aún que el castellano antiguo a la sílaba cerrada), no ha participado en la relajación de las implosivas finales propia del español moderno. A. Badía, El habla del valle de Bielsa (Barcelona, 1950), al describir las peculiaridades fonéticas del belsetán (una de las hablas alto-aragonesas mejor conservadas), destaca que «la posición implosiva final da a las consonantes oclusivas una fuerza especial». Debido a la apóco­pe, las consonantes finales son abundantes y variadas, así como los grupos: tóp, tót, abét, bót, perdút, caminót, piét ’pie’, bóc, tróc, cuér, matúr, estrél, nel ’en el’, lel ’se lo’, toθín, pín, plén, estentín, tién, me’n bóy, chiθárd, aqués, se’s llebában, cantás, cayés, fués, partís ’partiese’, mullés ’mujeres’, dinés, matús, tróθ, diθ, tóθ. piéθ, chuchéθ, campanáls, fíls, niérvols, alfálθ, fálθ, chirmáns, gatolíns, cáns, núns ’en unos’, dúns ’de unos’, tóps, chiθát8. La tendencia a la sílaba cerrada es tan notable que aún peduran las pronunicaciones geminadas de -nn- ( < -NN-, -ND-), -mm- ( < -MM-, -MB-) y -ll- (< -LL-): nínno, capánna, pénna, escannáse, barannáto, espuénna, brénna, commáis ’comadres’, tammién, payél.la, bél.la, bel.lóta. Frases alto-aragonesas como ¿Cuáns áños de vída’m’darás?, ¿Te’n vóls anár? Nó’n vúi, Nó’ls en hé donát, Mol me’n són ’me lo son mucho’, con su profusión de enclíticos, muestran bien claramente la poca repugnancia de los dialectos pirenaicos a las sílabas cerradas. A la vista de esta estructura silábica del alto-aragonés moderno (que no hace sino prolongar la del aragonés antiguo) y teniendo en cuenta que el catalán aún contrasta más llamativamente con el español moderno, me parece poco apropiado el invocar la tendencia fónica de los dialectos españoles a la sílaba abierta para explicar el cambio -MB-> m-, -ND-> n-, según hace B. Malmberg, Estudios de fonética hispánica (Madrid, 1965), pp. 22-24, pues, según es notorio, ambos cambios son ante todo propios del oriente de la Península (catalán, aragonés), aunque el de -MB- > m- alcanzara al castellano y el de -ND- > n- se manifestara en el centro de la Península esporádicamente. Por lo demás, la etapa -mm-, -nn-, que Malmberg considera innecesaria, se halla, según hemos visto, documentada en el alto-aragonés.

36 Cfr D. Catalán, «Nuevos enfoques de la fonología española», RPh 18 (1964), 178-191 (específicamente, pp. 186-187 [en la reedición incluida en el presente libro, pp. 250-251]; D. Catalán, «El español de Tenerife. Problemas metodológicos», ZRPh 82 (1966), 467-506 (específi­camente, p. 484, n. 68 [en la reedición incluida en el presente libro, cap. 8, n. 68].

37 Distintas, en el español que distingue /ṡ/ : /θ/, o reducidas a una sola sibilante, en el español seseoso-ceceoso.

38 Cfr. D. Catalán, «Génesis del español atlántico. Ondas varias a través del Océano», Revis­ta de Historia Canaria 24 (1958), 1-10 [Reeditado en el cap. 5 del presente libro].

CAPÍTULOS ANTERIORES:  EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

ADVERTENCIA

1.- EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

I ORÍGENES DEL PLURALISMO NORMATIVO DEL ESPAÑOL DE HOY

*   2.-1. EL FIN DEL FONEMA /Z/ [DZ - Z] EN ESPAÑOL

*   3.- 2. EL FIN DEL FONEMA /Z/

*   4.- 3. ¿PROCESO FONÉTICO O CAMBIO FONOLÓGICO?

*   5.- 4. ¿PROPAGACIÓN DE UN CAMBIO FONÉTICO O DE UN SISTEMA FONOLÓGICO?

*   6.- 5. LA FALTA DE DISTINCIÓN /Z/ : /Ç/, REGIONALISMO CASTELLANO - VIEJO

*   7.- 6. LA CONFUSIÓN SE CONVIERTE EN NORMA DEL HABLA DE LA CORTE (FINALES DEL SIGLO XVI)

*    8.- 7. LA PÉRDIDA DE LA DISTINCIÓN /Ç/ : /Z/ NORMA GENERAL DEL HABLA (EN EL PRIMER CUARTO DEL SIGLO XVII)

*   9.- 8. EL CAMBIO EN LA NORMA CORTESANA, VISTO POR LOS GRAMÁTICOS EXTRANJEROS

10.- 9. EL ESPAÑOL ORIENTAL ANTE EL TRIUNFO DE LA NUEVA NORMA DE MADRID

11.- 10. RESISTENCIA DEL ANTIGUO SISTEMA TOLEDANO EN LA ALTA EXTREMADURA

*   12.- 11. LA NUEVA NORMA ANTE EL CECEO ANDALUZ

*   13.- 12. CONCLUSIÓN

 II EL ÇEÇEO-ZEZEO AL COMENZAR LA EXPANSIÓN ATLÁNTICA DE CASTILLA.

*   14.- 1. ESTADO DE LA CUESTIÓN

*   15.- 2. CECEOSOS DE LENGUA ESTROPAJOSA

*   16.- 3. CECEOSOS POR HÁBITO LINGÜÍSTICO

17.- 4. COMUNIDADES CECEOSAS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVI. SU LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA Y SOCIAL

18.- 5. EL ÇEZEO SEVILLANO EN TIEMPO DE LOS REYES CATÓLICOS, SEGÚN EL TESTIMONIO DE LAS GRAFÍAS

*    19.- 6. EL ÇEÇEO SEVILLANO, DESCRITO POR NEBRIXA

20.- 7. CARÁCTER FRICATIVO DE LA /Ç/ Y DE LA /Z/ DEL SEVILLANO MEDIEVAL

*    21.- 8. LAS GRAFÍAS Y EL ÇEZEO MEDIEVAL

*   22.- 9. CONCLUSIÓN: EL ÇEÇEO-ZEZEO AL COMENZAR LA EXPANSIÓN ATLÁNTICA DE CASTILLA

III EN TORNO A LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL DE AYER Y DEL ESPAÑOL DE MAÑANA

* 23.- III EN TORNO A LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL DE AYER Y DEL ESPAÑOL DE MAÑANA

       Diseño gráfico:

La Garduña Ilustrada

Imagen: Letra mayúscula P de Albert Durero.

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