17.- 11. LOS DERECHOS DE LA MUJER
11. LOS DERECHOS DE LA MUJER. II PERMANENCIA DE MOTIVOS Y APERTURA DE SIGNIFICADOS: MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN
n la tradición del tipo «Portugués» la existencia de la amante plantea un problema moral153, que los padres de don Juan van a tratar de resolver forzando la confesión de su hijo antes de que muera154
— Que é isso, ó meu filho, retrato da minha cara?
S’estás em passo de morte, só te peço ũa palavra:
se tu deixas neste mundo algũa menina enganada.
— Deixo a dona Isabel, há set’anos enganada155;
y exigiéndole algo más que el fácil recurso de compensar a la «menina desgraçada» con dinero:
— Já le deixo vinte contos só por ver se ela casava.
— Que é isso, ó meu filho? Que é isso? Não é nada!
A honra dũa donzela dinheiro nenhum a paga!156
En consecuencia, cuando la amante acude a su lado, tratando de infundirle esperanzas de vida:
—Venho de pedir a Virgem que te tire dessa cama,
él ya no replica con una evocación de su entierro, sino arrepintiéndose de no haber formalizado sus lazos amorosos con ella:
— Se daqui me levantasse, ó minha rosa encarnada,
vestira-te d’ouro fino e de prata agaloada,
levaria-te eu à igreja, trazia-te bem casada157.
Este arrepentimiento158 es bastante para algunos transmisores del romance159, que permiten, seguidamente, morir tranquilo a don Juan:
Virou-se para a parede, a alma a Deus entregara 160;
pero otros, más preocupados por la suerte de la amante viuda que por el alma de don Juan, introducen un final elegiaco, haciendo que la «menina» se queje en un patético planto:
Deitou as mãos ao cábelo a chamar-se desgraçada:
— Ai de mim, triste viúva, viúva sem ser casada!161
final éste que otros cantores han reelaborado para hacer más explícito el problema inherente a la definición de la desgraciada como «viuda sin ser casada»:
Lançou as mãos a cabeça e chamou-se desgraçada.
— Não arregues teus cábelos nem cortes a tua gala,
p’ra que a gente te não chame viúva sem ser casada.
Se estiveres na janela e meu corpo ali passar,
retira-te la p’ra trás que te não ouçam chorar!162
Las duras palabras que emplea el moribundo cuando advierte a su amante que le está prohibido el llanto en público no tienen la intención de avergonzarla (ante sí misma o ante nosotros), como entiende Bénichou163, sino, por el contrario, quejarse ante nosotros, los oyentes, de que la sociedad, al no admitir como viuda a la «menina desgranada», refrenda, con su costumbre y su ley, el comportamiento inicial de don Juan, cuando, amparado en su riqueza, pretendía abusivamente pagar honras con dinero, y no el del don Juan arrepentido, que reconoce los derechos de la mujer con la que ha vivido.
Esta lanza en favor de los derechos de la amante de don Juan nos pone de relieve que la evolución hacia lecturas sentimentales, románticas, puede encubrir adecuaciones de los arquetipos narrativos del romancero tradicional a las preocupaciones sociológicas de las comunidades humanas que, desde hace siglos, vienen utilizándolos.
Paul Bénichou, guiado en su crítica de la tradición oral por una estética «literaria» 164, suele calificar negativamente de «plebeyas» las variantes que manifiestan la preocupación del moribundo por la suerte material de su viuda recién casada o «sin ser casada»165; pero la lectura «económica» o «socio-económica» del romance no es una invención «rústica», sino que tiene su punto de partida, como cualquiera de las otras, en la propia historia.
Ya hemos visto cómo en la mayoría de versiones la solución que don Juan busca para la temprana viudedad de su esposa es encomendarla al cuidado de sus padres (de los de él). Pero el recurso de reclamar la transferencia del amor paterno a la nuera (mediante el señuelo del nieto postumo166), no puede ocultar el problema nue acongoja al moribundo: su imposibilidad de disponer de un patrimonio, en el que dejar establecida a su mujer, independientemente de lo que sus padres quieran hacer en favor de ella una vez que se halle viuda. De ahí su patética súplica:
— De las joyas que le di, por Dios, no le quitéis nada167,
común a los tipos mayoritarios «Castellano-Leonés», «Picos de Europa» y «Montaña astur-leonesa», así como la explicación que a esa súplica anteponen las versiones de tipo «Castellano-Leonés».
— A la tú esposa, don Juan, l’harás una buena manda.
— Mientras mis padres vivieran, yo no puedo mandar nada.
— Mándale, hijo, lo que quieras, de nada será privada.
— Las arras y los anillos, padre, no le quite nada.
Esta súplica del don Juan romancístico podría creerse muy impropia del don Juan que moría en 1497; pero, si en el testamento histórico del príncipe leemos la cláusula referente a la esposa, y no únicamente la petición al padre (que Ortiz nos transmite), veremos que el don Juan hijo de reyes también estaba forzado a encomendar la suerte de la esposa a los padres:
E suplico a sus altezas que hayan encomendada la serenísyma princesa, mi mui cara e mui amada muger, e mandar cumplir con ella las arras que le prometieron, e hagan con ella como yo de sus excelentysymas virtudes espero, lo qual remito a lo que a sus altezas bien visto fuere.
Con excepción de las arras prometidas, cuya entrega depende del cumplimiento o no, por parte de los Reyes Católicos, de lo pactado antes de las bodas, el príncipe «no puede mandar nada», sólo rogar 168. Sabemos, por el Libro de la Cámara del Príncipe don Juan de Gonzalo Fernández de Oviedo, que los reyes retuvieron la soberanía del principado de Asturias y de las muy importantes ciudades que desglosaron de la Corona para formar el patrimonio del príncipe 169, el cual, aunque podía disponer de sus rentas, no tenía autoridad para enajenarlas 170.
Aunque en algunas versiones modernas el príncipe tiene intención de dejar a la princesa ese patrimonio de origen regio:
— Yo la dejaré Sevilla, yo la dejaré Granada
y a las Asturias de Oviedo, sin ellas no vale nada 171;
en otras esta intención se condiciona a la voluntad de los reyes:
— Si mis padres son gustantes, dexo Sevilla y Granada172
de acuerdo con el sentir mayoritario de la tradición173.
El «motivo» de la impotencia para disponer de bienes que garanticen el futuro económico de la mujer amada sigue siendo prioritario para los cantores del romance en una extensa área de la tradición. La sociedad rural, en que desde hace siglos se canta la muerte de don Juan, es muy sensible al problema de la familia, la propiedad y la herencia. No puede extrañarnos que haya hecho suya la tragedia de una mujer casada en tierra ajena, cuyo marido, a la hora de la muerte, lo único que puede ofrecerle es la buena disposición de su propio padre a concederle un lugar dentro de la familia paterna. De ahí que el «motivo» no sólo se manifieste en el diálogo del hijo con el padre (o madre), sino también en la propia despedida de la mujer. En los tipos mayoritarios «Castellano-Leonés», de «Picos de Europa» y de la «Montaña astur-leonesa» el moribundo visualiza ante ella el propio entierro:
— Luego me levanto, esposa, el lunes por la mañana,
con los pies amarillitos y la cara amortajada;
llorando irás a la iglesia y te volverás a casa.
(tipo «Picos de Europa»);
— Yo me he de levantar el lunes por la mañana,
en un ataúd de pino, entre sábanas de holanda;
me llevarán a la iglesia mucha gente en acompaña,
tú te irás detrás de todos muy triste y desconsolada
o, donde la costumbre no admite la asistencia de mujeres al entierro;
tú te quedarás llorando muy triste y desconsolada
(una y otra en el tipo «Castellano-Leonés)174:
— Si levantaré, querida, de la cama pa las andas;
verás mi cuerpo tendido pidiéndote una mortaja
y los curas a la puerta para sacarme de casa.
Juntos iremos a misa a la ermita ’e Santa Clara,
tú con el tu luto negro, yo con mi mortaja blanca.
Yo me quedaré allí, tú te vendrás para casa,
tus ojos serán dos fuentes que manarán agua clara
y regarán campos verdes entre Sevilla y Granada.
(tipo «Montaña astur-leonesa»),
pero esa visualización no es sólo un modo de comunicarle patéticamente el fin de toda esperanza, sino una brutal advertencia sobre el desamparo en que, una vez que él haya muerto, va ella a hallarse, desposeída de su hogar:
— Verás las calles oscuras y las tus puertas cerradas
y la justicia a la puerta pidiéndote las fianzas,
y no tendrás quién te fíe, esposa mía del alma
(tipos «Castellano-leonés» y «Picos de Europa»);
— De mis tíos y parientes serás la más despreciada
y te quitarán las llaves como a una ruin criada
(tipo «Montaña astur-leonesa»).
Ante tal desamparo, la viuda, según la tradición de los tipos «Castellano-Leonés» y «Picos de Europa», sólo tendrá un recurso, buscar el apoyo de los suegros:
— Si no tienes quién te fíe, mi padre el rey te fiara
(tipo «Castellano-Leonés», subárea castellana)175
— Si no es el rey mi padre, que allí le queda la manda;
— No siendo los reis mis padres, porque a ellos les tocaba;
— Que te fíe el rey mi padre, después de Dios a él tocaba;
— Fiarás del rey mi padre que el derecho te guardara;
— Que te fíe el rey mi padre, que a él te dejo encargada
(variantes todas ellas del tipo «Castellano-Leonés», subárea zamorano-leonesa)176
— Allí te fiaran mis padres que a ellos te dejo encargada
(tipo «Picos de Europa»).
En el tipo «Montaña astur-leonesa» el esposo moribundo no ofrece a su esposa salida alguna; pero en un grupo de versiones de ese tipo la oferta de integración en la familia del marido será hecha enseguida por el propio suegro, cuando ella caiga desmayada:
El suegro, que a punto estaba, luego acudió a levantarla:
— Arriba, arriba, mi nuera, arriba, arriba, mi esclava,
motivo aclarado en algunas versiones con un verso adicional:
arriba, arriba, mi nuera, no quedas desamparada177.
El pacto, cuando lo hay, no resulta satisfactorio para la viuda, a pesar de la buena disposición que manifiesta el suegro, padre del moribundo. Su «respuesta» es, invariablemente, la muerte. En los tipos «Castellano-Leonés» y «Picos de Europa, de forma inmediata»:
Estando en estas palabras cayó al suelo desmayada;
no la han sabido volver ni con vino ni con agua,
ni con agua ni con vino no pueden resucitarla;
en la «Montaña astur-leonesa», puede producirse también de forma inmediata (sin mediar desmayo), o tras las palabras del suegro arriba mencionadas, pero la «respuesta» de la esposa es idéntica y está plenamente clarificada, sea por ella misma:
— No lo querrá Dios del cielo ni la Virgen soberana,
no lo querrá Dios del cielo que quede desamparada—,
sea por el narrador:
No quiso Dios de los cielos quedase desamparada
o
Tuvo fortuna la niña, no quedó desamparada178,
antes de constatar:
que él murió a la media noche, la niña al riscar el alba179.
Sólo una de las versiones considera aún preciso explicitar la razón de esa segunda muerte 180:
que no quiso Dios del cielo, porque en tierra ajena estaba.
Está bien claro. El romance, en esta extensa área de la tradición ocupada por los tipos mayoritarios, tiene como mensaje una protesta social, una protesta en cierto modo "feminista"181, ante la inutilidad, en medios campesinos, del derecho concedido en las Cortes de Toro (1505) por Fernando el Católico de que «el fijo e fija casado e velado sea ávido por hemancipado en todas las cosas para siempre»182, substrayéndolo así de la patria potestad en que Las Partidas aún le obligaban a vivir183.
El tono de protesta con que el romance exhibe el desamparo de la viuda se confirma y refuerza en las versiones que hemos agrupado en el tipo «Alba de Aliste» procedentes de la frontera zamorana con Portugal, que suelen empezar con los versos: — «Santísimo Sacramento ¿dónde vas tan de mañana? / — Voy visitar un enfermo que está muy malito en cama». En estas versiones de la «raya» de Portugal (y en una versión de Tierra de Campos, en algunas zamoranas y leonesas y en una asturiana184) la entrevista del moribundo con su padre ha sido eliminada, pues su mujer ni es joven ni está preñada y, por tanto, no hay por qué tratar de integrarla en el hogar paterno; pero la viuda, madre ahora de varios hijos, sigue siendo vista como la víctima, no ya de la Fortuna, que con la muerte del esposo le priva del sustento aportado por el pater familias, sino de una sociedad opresiva, que persigue con sus instituciones a los débiles:
— Sí me aliviará, mujer, antes de por la mañana:
verás curas a la puerta, los confrades con las hachas,
me verás poner en pino entre sábanas de holanda,
me verás coger al hombro, me verás salir de casa,
me verás ir a la iglesia, oirás misa cantada,
me verás ir al sepulcro donde el cristiano remata,
me verás tapar con tierra, tú te volverás pa casa,
verás las mis puertas negras, mis llaves enferrojadas,
verás comer la justicia, para tus hijos no hay nada.
Diego Catalán. Arte poética del Romancero oral II. Memoria, invención, artificio.
153 En Portugal la preñez de la mujer sólo sirve como signo de deshonra; el niño no tiene ningún papel.
154 La tradicional entrevista del moribundo con su padre (o padres) cambia radicalmente de propósito. Ya no es una dolorosa despedida, sino una llamada de atención paterna al hijo por su conducta moralmente inaceptable.
155 Esta pregunta, con variantes, caracteriza a la mayoría de las versiones de Algarve, Alto Alemtejo, Beira Baixa y Beyra Alta, Minho y Tras-os Montes, y a las versiones análogas, que incluimos en este tipo, de Buxán a, b, Rubiales, Paradaseca b (Ourense), Calabor a, b, Vigo de Sanabria, Molezuelas de Carballeda, Figueruela de Abajo, Torres de Aliste b (Zamora).
156 La mayoría de las versiones de Beira Alta y Trás-os-Montes, la de vila Nova de Portimão (Algarve) y las de Buxán a, b, Rubiales, Paradaseca b (Ourense), Calabor a, b, Vigo de Sanabria, Figueruela de Abajo y Torres de Aliste b (Zamora), con diversas variaciones en la expresión.
157 Cito por una versión de Gimonde (Trás-os-Montes) recogida en 1935 (J. de Leite de Vasconcelos, Romanceiro portugués, pp. 21-22, núm. 8). Una mayoría de las versiones de Beira Alta y Trás-os-Montes son análogas; también la de Vila Nova de Portimão (Algarve).
158 Las variantes de discurso que se dan en esta escena pueden verse agrupadas en CGR, III, romance n° 70, Disc, secuencia Y I /// f, h, i, (pp. 400-401) y secuencia 2/// bg, bh (p. 416). Algunas versiones, quizá más conservadoras (portuguesa s. L, Parada, Carviçaes a, b, Ligares b}, conciben a la inversa el diálogo en que el moribundo manifiesta el arrepentimiento por no haber protegido debidamente a su amante. Son los padres los que le proponen satisfacer la deuda de honor con dinero: «— Paga-la tu com dinheiro, que o dinheiro tudo paga»; «— Eu lhe darei mil dobrões, para ver se a calava, / darei-lhe inda mais duzentos, para ver se a casava». Y es el amante quien moraliza: «E o filho então dizia, por sua boca falava: / — A honra duma donzela com dinheiro não se paga»; «— Cale-se la, o minha mãe, com isso não me diz nada, / por bem dinheiro que eu deixe, a honra nunca é paga».
159 Sólo una versión tradicional (Rapa b, publicada por M. A. Furtado de Mendonça en RL, XIV, 1911, pp. 13-14) y la que publicó Almeida Garrett recurren a la solución del casamiento in extremis.
160 Verso que, con ligeras variantes, figura en cinco versiones de Trás-os-Montes.
161 Versión de Rapa (conc. Celorico da Beira) recogida el 5-IX-1910 (J. Leite de Vasconcelos, Romanceíro portugués, I, pp. 25-26, núm. 14).
162 El primer verso aparece, con variantes, en dos versiones de Beira Alta (Lajeosa y Rapa) y otras dos de Trás-os-Montes (Gestosa, Bragança s. l.); el segundo en cuatro versiones de Trás-os-Montes (Gestosa, Gimonde a, b, c) y, limitado al destrozo de «as galas», en otras tres (Ligares a, Carviçais a y Bragança s.l.). Cito los últimos tres versos según una versión de Rebordãos (Trás-os-Montes); pero reaparecen además, con algunas variantes, el primero en Ligares a, Carviçais a y Bragança s.l. y el cuarto y quinto en Carviçais tí y en Parada.
163 P. Bénichou, Creación poética, p. 112.
164 Gracias a su sensibilidad de lector, Bénichou ha captado muy bien y expuesto de forma maestra la evolución del tema hacia lecturas sentimentales, románticas, evolución que hoy podemos considerar como una de las grandes tendencias de los arquetipos narrativos del romancero tradicional en su paulatina adaptación a un mundo de valores nuevo. En cambio, ha desestimado otro proceso, no menos importante, que compite con éste en la reorganización y reinterpretación de los motivos de la narración: el interés de los narradores en poner de relieve los problemas de orden social y económico latentes en la historia recordada, dimensión de la vida que no puede dejarse a un lado al examinar diacrónicamente el género constituido por el romancero oral.
165 P. Bénichou, Creación poética, pp. 102, 118.
166 Cuando, en una mayoría de versiones, don Juan recuerda que su esposa (o enamorada) es una madre gestante («mi esposa queda preñada», «de mi queda embarazada» «ya sabéis que encinta estaba», «es niña y queda ocupada», «es niña y encinta estaba», «que de mim ficou pejada», «de siete meses preñada», «de siete meses cargada», «nueve meses alumbrada», etc.), no sólo invoca su estado para recordar la esperanza de heredero, sino para que sus padres se conmuevan y la protejan. Así lo entendieron multitud de cantores, que fueron echando en olvido los derechos sucesorios del niño para preocuparse crecientemente por la madre.
167 Con variantes como: «De los dones que le di», «De el dote que yo le di», «De cuanto yo le he dado», etc.
168 El testamento del príncipe don Juan se conserva en el Archivo de Simancas (Estado. Patronato real. Téstamenos. Legajo núm. 5, fol. 3°). Fue publicado por la Sociedad de Bibliófilos Españoles como anejo al Libro de la Cámara real del príncipe don Juan de Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, 1870, entre los «Documentos relativos a la enfermedad y muerte del príncipe D. Juan», apartado B, pp. 233-238. Cito el texto teniendo a la vista el manuscrito de Simancas. La retórica del testamento no puede dejarnos pasar inadvertido que el presunto heredero de la «ingente mole de tantos reinos» (como Anglería dice en su carta al Arzobispo de Braga de 5 de junio de 1498, sobre la cual luego hablaremos) nada podía dejar por sí mismo a la princesa: la semejanza de la súplica testamentaria a los reyes con la conservada por el romance es bien notable (obsérvese que el príncipe encomienda el bienestar de su esposa a los padres con independencia total de la situación de madre gestante en que ella se halla, hecho que hará constar más adelante en otra cláusula, cuando hereda a su hijo postumo).
169 El 20 de mayo de 1496, en Almazán, recibió la donación del Principado de Asturias; luego la de Alcaraz y en un mismo día las de Salamanca y Toro, Cáceres y Trujillo, Baeza, Ecija, Ronda y Loja, Logroño (G. Fernández de Oviedo, Libro de la Cámara, ed. cit, pp. 213, 226, 231).
170 Los reyes mantuvieron la jurisdicción real sobre el patrimonio del Príncipe. Gonzalo Fernández de Oviedo, Libro de la Cámara, pp. 214, 227, 229, hace constar explícitamente que no podía don Juan enajenar parte ninguna de él.
171 Este deseo lo expresan varias versiones del tipo «Cántabro». Cito por Tresabuela. Variantes: «Yo la mandaré a Sevilla, yo la mandaré a Granada» (La Puente del Valle); «Pues yo le mando a Sevilla, a Toledo y a Granada» (Luriezo); «Mándale tú, mi sobrino, a Trujillo y a Granada» (Uznayo b). En Pesaguero la variante se enriquece con reminiscencias de la épica medieval: «Yo le mandare a Sevilla, yo le mandare a Granada / y, si no basta con esto, a Torre y a Torquemada».
172 El Bao (Ourense).
173 Expresado en el verso, arriba citado «< Mientras mis padres vivieran (~ vivan los mis padres), > no le (~ yo no) puedo mandar (~ dejar) nada» o «< qué quieres que yo le quede, > señor, si no tengo nada» o «> mi manda no vale nada» que aparece en versiones de Valladolid, Burgos, Palencia, Zamora, León, Asturias y Ourense, y que, en otras versiones, aunque no llegue a explicítarse en un verso, resulta no menos patente.
174 La primera posibilidad es la predominante en el área occidental del tipo «Castellano-Leonés» (Sur de León, Zamora y Guadramil en Trás-os-Montes}; la segunda es la propia de su área central (Valladolid, Palencia, Burgos, Segovia).
175 Según hemos visto en la n. 174, el tipo «Castellano-Leonés» se subdivide en dos subáreas: una central o castellana y otra occidental o zamorano-leonesa.
176 Véase la nota anterior.
177 Villanueva de la Tercia (León). Versos, hasta cierto punto, similares en Velilla de la Tercia, Rodiezmo, Ventosilla y Buiza.
178 Cito por La Seca de Alba, Cabornera y San Martín de la Tercia (León), respectivamente. Muchas otras versiones son similares.
179 La generalidad de las versiones del tipo «Montaña astur-leonesa».
180 La Robla a (León).
181 La negativa de la joven viuda a aceptar el pacto hecho a sus espaldas entre su marido y su suegro, mediante el que se asegura su integración en la familia, cuenta, a lo que creo, con la aprobación de las cantoras del romance, las cuales en el curso de los últimos siglos han sido los fundamentales transmisores (y recreadores) del patrimonio poético colectivo.
182 «Ordenamiento de las Cortes de Toro de 1505». En Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla publicadas por la Real Academia de la Historia, vol. V, Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1882, p.211.
183 En la IV Partida, Titules XVII y XVIII, al tratar respecto a la patria potestas de «las razones porque se tuelle el poderío que han los padres sobre los hijos» y, especialmente («Ley XV»), de la em-pancipatio, no se contempla que el casamiento sea causa de emancipación, Quaría Partida, Salamanca: Andrea de Portonariis, 1555.
184 Mazariegos (Palenda), San Pedro de la Viña y Uña de Quintana (Zamora), Calzada de Valdería a, Cembranos y Lulo (León), Casomera a (Asturias).
CAPÍTULOS ANTERIORES:
NOTA INTRODUCTORIA
* 1.- NOTA INTRODUCTORIA. MEMORIA, INVENCIÓN, ARTIFICIO
I. HALLAZGO DE UNA POESÍA MARGINADA: EL TEMA DEL CORAZÓN DE DURANDARTE
* 2.- 1. EL CORAZÓN DE DURANDARTE, TEMA MOMIFICADO
* 3.- 2. EL CORAZÓN DE DURANDARTE, TEMA AÚN VIVO EN LA MONTAÑA ASTURIANA
* 4.- 3. LA TRANSMISIÓN ESCRITA DEL TEMA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII Y EL ROMANCE TRADICIONAL «CONQUEIRO»
* 5.- 4. LA «CREACIÓN» DEL ROMANCE TRADICIONAL. EL TESTIMONIO GITANO-ANDALUZ
* 6.- 5. TRANSMISIÓN Y RECREACIÓN DE CONTENIDOS SIMBÓLICOS. EL EJEMPLO DE EL PRISIONERO
II PERMANENCIA DE MOTIVOS Y APERTURA DE SIGNIFICADOS: MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN
* 7.- 1. EL ROMANCE DE LA MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN
* 8.- 2. EL ROMANCE EN LA TRADICIÓN ANTIGUA Y MODERNA
* 9.- 3. EL DOCTOR DE LA PARRA DESAHUCIA AL PRÍNCIPE
* 10.- 4. LA PRIMERA SECUENCIA DEL ROMANCE UTILIZADA EN 1613 POR VÉLEZ DE GUEVARA
* 11.- 5. LA ENTREVISTA CON FERNANDO EL CATÓLICO
* 12.- 6. LAS DOS SECUENCIAS DEL ROMANCE ORAL EN UN MANUSCRITO DEL SIGLO DE ORO
* 13.- 7. LA DOLOROSA SOLEDAD DE LOS PADRES
* 14.- 8. LA «EPHEBI FILII SENEX FORTITUDO»
* 15.- 9. LA PASIÓN AMOROSA POR MARGARITA
* 16.- 10. SUBVERSIÓN DE LA ESTRUCTURA DE LA SEGUNDA SECUENCIA: EL TRIUNFO DEL AMOR EN LA MUERTE
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