15.- 9. LA PASIÓN AMOROSA POR MARGARITA
9. LA PASIÓN AMOROSA POR MARGARITA. II PERMANENCIA DE MOTIVOS Y APERTURA DE SIGNIFICADOS: MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN
[ diferencia de lo que ocurre en el texto manuscrito del siglo XVI,] la atención preferente, prestada por la tradición judía, al dolor paterno, ha reducido, pero no eliminado, la función testamentaria del diálogo, que la tradición cristiana se encargará de enfatizar. El hijo agonizante del relato sefardí, más que preocuparse en disponer del futuro de su mujer y de su hijo póstumo, como hizo el príncipe en el testamento histórico al que luego aludiremos, se angustia ante la viudedad triste y prematura de su joven esposa. Para reforzar esa dolorosa impresión, el romance, tanto en Oriente como en Marruecos, hace surgir inesperadamente en escena a la desdichada recién casada, cuando ya la vida del hijo del rey se está acabando. En las versiones de Oriente, inmediatamente antes o inmediatamente después de consignar que al mancebo le llega su hora («Estas palavras diziendo, la campana ya sonava») una voz ordena de pronto:
— ¡Apartad, la buena gente, que pase la malograda!
y en Marruecos, el romance se cierra con la siguiente escena:
Ellos en estas palabras, la esposa por ahí entrara,
toda vestida de luto y un velo negro a su cara.
— ¡Apartad, condes y duques, que pase esta desgraciada!
Por ésta se ha de decir: Antes bivda que casada.
Esta hermosa visión, en que el romance sefardí incorpora la sombra silenciosa de la recién casada al duelo, es anti-histórica, dado que, a fin de evitar un posible aborto, no se permitió a la princesa acompañar al príncipe en sus últimos momentos 95. Pero, a pesar de ello, tiene, una profunda base histórica. La evocación anticipada de la viudedad de la princesa, por su agonizante marido, surge también con especial relieve en la narración de Ortiz (f. 2r):
¡He dolor de la biudez muy amarga de mi muy amada esposa!
exclama el príncipe.
Y buelto al Rey su padre, dixo: ¡O padre mío, dulçor de mi vida, ante que d’esta vida parta, tres cosas recomiendo a tu fe real... Item. Grand misericordia me mueve y soy con increyble angustia turbado por la desaventura y quebranto de la prinçesa mi muy cara esposa («commoveor misericordia et angustia incredibili premor proprie uxoris tam cara merorem»), que, viendo se biuda de mí, biuirá días de lloro («me viduata dies luctus et acerbitatis perpetuus aget»).
La presencia de la esposa en la imaginación de don Juan era tan obsesiva y tenía tal realidad que el moribundo la seguía deseando en la agonía:
Requiría a menudo, demandando consejo, al confessor para alimpiar las manzillas de su consçiençia... y commo la recordaçión de su esposa tocasse muchas vezes su ánima y con su deseo su ánima se enflamasse («cumque coniugis recordatio frequenter animum eius pulsaret atque eius desiderio fragraret»), boluióse al padre espiritual diziendo: ¡O padre, enflaquesçe mi ánima con el deseo de mi muger, pregunto te si es digno de culpa este amor de mi propria muger! («Langueo proprie conjugis dulcissime desiderio numquid amor huius culpabilis sit erga vxorem»). Al qual respondió el confessor: Este es verdadero deudo, animado con el engrudo del sacramento Ihesu Christo, en el qual la fe d’este sacramento es vna prinçipal cosa, por la qual son dos fechos vna carne, el coraçon vno y el ánima vna96.
Ese desesperado intento que hace la imaginación del joven moribundo de prolongar hasta la muerte la gozosa posesión de la mujer amada, recogido en el Tratado de Ortiz, explica el llamativo emparejamiento de tropos empleado por el Cura de los Palacios para dar noticia de la muerte del heredero de los Reyes Católicos:
Estando en el hervor de su plazer, llegó el príncipe don Juan sosodicho, por sus ciertas jornadas, al cabo del viaje de su peregrinación que vino a andar en este mísero mundo97,
y nos obliga, por lo tanto, a considerar menos sorprendente la conversación que incluye la singular versión romancística de Soto de Sajambre (León) 98. En ella, la reina subraya apesadumbrada:
— Bastante le dejas, hijo, para tan poco gozarla,
contraponiendo los dones que el príncipe quiere que le respeten a su esposa, con la brevedad de su matrimonio; a lo que don Juan contesta:
— Bastante la gocé, madre, que de mí queda preñada,
tomando el verbo «gozar» en su tercera acepción del Diccionario de la Academia.
Estas alusiones al placer dentro de la vida conyugal son, sin duda, un rasgo que individualiza extraordinariamente la historia del príncipe 99, haciendo aún más estrecha la relación entre casamiento y muerte que la que señalaba ya el corto espacio transcurrido entre ambos sucesos. Fue el 4 de abril de 1497, seis meses antes de morir, cuando, tras esperar el paso obligado de la Semana Santa 100, «nuestro joven, ardiendo en amor —según comenta Pietro Martire— consiguió de sus padres se le dispusiera el lecho matrimonial, llegando por fin, a los deseados abrazos» 101 con madama Margarita. Pero habían pasado sólo un par de meses y ya la multiplicación de los deseados abrazos y el continuado hervor del placer tenían alarmados a los médicos del príncipe y al propio rey Fernando, aunque no a la Católica reina, acostumbrada a la natural robustez de su marido, según cuenta la desenfadada pluma del humanista italiano, en carta al Cardenal de Santa Cruz de 13 de junio de 1497 102.
En días anteriores te escribí, purpurado príncipe, lo que aconteció en Burgos a la llegada de la regia nuera Margarita. Mas pasé en silencio mi opinión sobre ella, porque todavía no la conocía lo suficiente. Si la vieras, te harías una idea de que estabas contemplando a la misma Venus. Cual en belleza, porte y edad pudo Marte desear a Citerea, tal desde Flandes nos la enviaron, sin desfigurar con ningún afeite, sin arreglar con ningún arte. Dirías que era Oritia escapada de las manos del helado Boreas. Pero temblamos al pensar que todo esto algún día nos acarree a nosotros la infelicidad y la perdición a España. Preso en el amor de la doncella, ya está demasiado pálido nuestro joven Príncipe. Los médicos, juntamente con el Rey, aconsejan a la Reina que alguna vez que otra aparte a Margarita del lado del príncipe, que los separe y les dé treguas, alegando que la cópula tan frecuente constituye un peligro para el Príncipe. Una y otra vez la ponen sobre aviso para que observe cómo se va quedando chupado y la tristeza de su porte; y anuncian a la Reina que, a juicio suyo, se le pueden reblandecer las médulas y debilitar el estómago. Le instan a que, mientras le sea posible, corte y ponga remedio al principio. No adelantan nada 103.
Que el origen de la misteriosa enfermedad del príncipe fuese el «amor», lo cree también el romance. Lo declara llanamente el verso
Malo está don Juan de amores, muy malo está en la su cama,
conservado en una versión española de Asturias (y deformado en otras dos, una igualmente asturiana y otra de Sevilla)104 y lo confirman muchas portuguesas, en las cuales se afirma:
Que estava dom João á morte, doente por sua dama105;
Y creo que también lo sugieren, aunque en forma metafórica106, tres versiones muy alejadas entre sí geográfica y estructuralmente107, que atribuyen el origen de la enfermedad a un «accidente»:
El señor príncipe don Juan está malo en Salamanca,
que cayó de su caballo a las puertas de su amada,
por cortar un ramo verde y ponerlo en su ventana.
El notorio amor del príncipe a la princesa obliga, por otra parte, a que no consideremos deformación novelizadora, ajena al tema del romance primigenio, la tendencia mayoritaria de la tradición cristiana a hacer girar preferentemente la entrevista con el padre (a veces con la madre) en torno a la esposa y su futuro. La madura entereza y resignación con que el joven afronta la muerte, que en la carta de Pietro Martire y el Tratado de Ortiz ocupan el centro de la exposición, en el romance interesan sólo para destacar, por contraste, lo único que al príncipe entonces le «pesa» y que el canónigo, según vimos, deja bien de manifiesto en el relato de los últimos momentos del joven agonizante108:
— Pésame de mi esposita, es niña y queda preñada109.
Le pesa dejarla, le pesan sus pocos años (tenía de hecho 17 años) y le pesa su embarazo, por más que suponga una esperanza de heredero. De ahí que la entregue al cuidado de los padres, suplicándoles que la tengan por hija:
— Padre mío, la mi esposa a vos la dejo encargada.
Partirán bienes con ella como si fuera mi hermana110.
Se trata de la misma recomendación (una de las tres) que Ortiz consigna en su Tratado (fols. 2v-3r):
—Pues, si me fuestes piadosos y muy buenos padres en la bida, sedlo a ella y reçebidla en lugar mío, asy os lo suplico, y aued misericordia de su biudez, queda preñada, y temo d’ella que para (corr. parirá) dolor, llena ella de dolores111.
Diego Catalán. Arte poética del Romancero oral II. Memoria, invención, artificio.
95 Apartamiento del cual se queja dolorosamente el príncipe a su padre el rey (de acuerdo con el Tratado de Ortiz) cuando le dice: «¡Ay, que daré mi espíritu sin consolación de mi madre v sin su bendición y sin saludar a mi muy amada muger que cierre los ojos de su amador en la salida de mi ánima!» («... sine coniugis dulcissime salutatione que claudat amantis oculos in spiritus exalatione»).
96 Estos pasajes ponen de manifiesto que el Tratado consolatorio de Ortiz, a pesar de sus colores retóricos, está lejos de ser, como hubiéramos podido pensar, un relato de la muerte ejemplar del príncipe construido sobre tópicos.
97 Bernáldez, Memorias (ed. de 1962, cit. en la n. 62), p. 378.
98 Véase atrás, n. 30.
99 La actitud del confesor del príncipe (fray García de Padilla) y del canónigo Ortiz ante ese placer está, desde luego, aún muy lejos de la moral matrimonial que exigiría la Iglesia a los casados después de la Contrarreforma (Cfr. F. Márquez Villanueva, «Bonifacio y Dorotea: Mateo Alemán y la novela burguesa». Actas del VIII Congr. de la Asoc. Int. de Hispanistas, Brown Univ. 22-27 agosto 1983, Madrid: Istmo, 1986, p. 68 y n. 20). Pero, aunque en los tiempos de los Reyes Católicos las buenas costumbres dieran más lugar a la sensualidad, el erotismo de la joven pareja de príncipes resultaba llamativo.
100 El 25 de enero de 1495 el príncipe había otorgado su poder para que contrajera matrimonio en su nombre el embajador Francisco de Rojas y su apoderado contrajo matrimonio por palabras de presente «en la villa de Malinas a cinco dias del mes de noviembre». Pero, según la costumbre real española, se celebraron nuevamente los desposorios (previa obtención de una bula papal de 12 Kls. Aprilis a. 1946), poco después de que madama Margarita desembarcase (tras un accidentado viaje) en Santander el 6 de marzo de 1497, antes de entrar en Burgos el Domingo de Ramos de 1497 (19 de marzo). Como ya consignamos más arriba, a causa de la abstinencia sexual exigida por el calendario eclesiástico, los príncipes no pudieron velarse hasta el día de Quasimodo, 2 de abril de 1497.
101 «Ardens amore noster ephebus, parari sibi genialem thorum a parentibus, impetrat, ad optatos tandem complexus deuenitur».
102 La carta CLXXVI de Anglería, fechada en Medina del Campo (Methinnae Campi) «idibus Iunii. M.CCCCXCVII» (cuando los príncipes y los reyes seguían juntos) dice así en su texto latino: «Superioribus diebus ad te scripsi, purpurate princeps, quae Burgis acta sunt, Margarita regia nuru aduentante. Sed qualem esse intelligerem, quia non dum bene notam, silentio praeterieram. Eam, si videris, Venerem ipsam te intueri arbitraberis, qualem forma, motibus, atque aetate, potuit Mars desiderare Citheream talem ad nos illam belge miserunt, nullo fucco illitam, arte nulla comptam. Orithiam e Boreae vigentíbus manibus elapsam dices, sed, ne ista infoelicitatem nobis et Hispaniae pernitiem aliquando pariant, trepidamus, pallet iam nímis, huius puellae amore pellectus, hic nostri ephebus princeps. Hortantur medici reginam, hortatur et Rex, ut a principis latere Margaritam aliquando semoueat, interpellet indutias praecantur, protestantur periculum ex frequenti copula ephebo imminere. Qualiter eum suxerit, quanue subtristis incedat consideret, iterum atque íterum monent, medullas ledi, stomachum hebetari, se sentiré reginae renunciant. Intercidat, dum licet, obstetque principiis instant, nil proficiunt. Respondet regina, nomines non oportere, quos Deus iugali vinculo iunxerit, separare, principis ab infantia naturae debilitatem arguunt, qui pulliculis gallicinis, rebusque huiuscemodi moli-bus, tamquam inualidus semper fuerit educatus, non nonfidat mariti exemplo proclamant, quem natura miro corporis robore ab vtero formauit, magnum esse Ínter genitorem, et genitum discrimen, repe-tunt, nil tamen auscultat regina, perstat in foemineo proposito, muliere quam numquam induisse hactenus visa est, nunc assumpsit. constantem illam esse semper ego praedicaui, nolim peruicacem, nimium confidit».
103 Y Anglería seguidamente hace suyas las advertencias hechas a la reina de que el príncipe siempre fue criado muellemente y tratado como un inválido, y que no debe creer que el príncipe, de débil naturaleza, pueda seguir el ejemplo de su marido, a quien desde el útero hizo naturaleza un roble.
104 El verso citado figura en una versión de Llanera, dicha por Vicenta Suárez (c. 50 a.), recogida en Salinas por Josefina Sela, 1914. La especificación de que la enfermedad es «de amores», al ir adosada al nombre propio, ha sido entendida como parte de él: «Juan de Amores». De ahí que en esa versión se continúe llamando así al personaje que agoniza y que en otras dos versiones, una de El Llamoso (conc. Belmonte de Miranda, Asturias), inf. María Menéndez (c. 80 a.) recogida en 1991 por Jesús Suárez y otra de la tradición gitano-andaluza de Sevilla (la citada en la n. 34), ese verso haya dado lugar a construcciones como: «De ver a don Juan de Amores, que está enfermo en la su cama» y «Vamos con don Juan de Amores, que está malito en la cama».
105 Tuizelo (varias) en Trás-os-Montes. Semejantes: Rapa a, Lajeosa (Beira Alta) y una mitad de las versiones de Trás-os-Montes, con variantes como: «com penas da sua dama (~ amada)», «do mal de damas na cama».
106 Según el relato que Anglería le hace al Cardenal de Santa Cruz el 19 de octubre de 1497, todas las puertas de Salamanca fueron adornadas con «ramas verdes» para recibir a los príncipes («...viridantibus ramis cuncti postes cooperti, aulaeis mira Belgarum arte laboratis, domorum parietes contecti»); el romance aprovechó ese recuerdo para su metafórica referencia. La imagen de la caída del caballo del príncipe rondador, que a continuación citamos, podría haber sido tomada en sentido literal por Vélez de Guevara al comienzo de su relato de la muerte de don Juan cuando dice: «Después que de la carrera / de aquel caballo, que a España fue el de Troia... / quedó el príncipe don Juan...». El motivo podría también explicarse como debido al recuerdo del accidente mortal sufrido en 1491 por el príncipe de Portugal don Alfonso, recién desposado con la princesa Isabel, la primogénita de los Reyes Católicos (según piensan R. Menéndez Pidal y M. Goyri, ed. citada, pp. 158-159), suceso igualmente recordado por el romancero, o ser simplemente, una alusión a la también fatal caída, en las bodas del príncipe don Juan, de Alonso de Cárdenas, que hemos comentado más arriba (como sugiere M. Goyri en un apunte manuscrito).
107 Lerma (Burgos), de tipo: «Castellano-Leonés», Soto de Sajambre (León, descrita en la n. 28), la cual incluye el diálogo (arriba citado) referente al «goce» del amor conyugal, y la versión española s. 1. (descrita en la n. 31), estas dos últimas de estructura muy singular.
108 El verso que a continuación cito (o sus análogos) suele ir en contraposición de la afirmación, arriba citada, de que no le pesa tener que morir pues Dios ha decretado su muerte, o precedido de versos introductorios como «Llamen para acá a mi padre, tan solita una palabra...»; «Lo que le encargo, mi padre, lo que mucho le encargara...».
109 Con variantes múltiples: «No siento mas que mi esposa, es niña y queda ocupada», «Padre, mire por mi esposa que es niña y queda preñada», «Esta niña que ahí queda ya sabéis que encinta estaba», etc.
110 Ejemplifico con Villaquilambre (León) y Barangón (Lugo). Semejante a Barangón es Cuiñas (Lugo): «Poñerala y dotarala como si fuera mi hermana».
111 «Si gratia optimi parentes mihi in vita fuistis, illi estote illamque mei loco suscipite obsecro et illius viduitatis miserimini, grauidam relinquo, cui metuo dolorem parturiat plena doloribus».
CAPÍTULOS ANTERIORES:
NOTA INTRODUCTORIA
* 1.- NOTA INTRODUCTORIA. MEMORIA, INVENCIÓN, ARTIFICIO
I. HALLAZGO DE UNA POESÍA MARGINADA: EL TEMA DEL CORAZÓN DE DURANDARTE
* 2.- 1. EL CORAZÓN DE DURANDARTE, TEMA MOMIFICADO
* 3.- 2. EL CORAZÓN DE DURANDARTE, TEMA AÚN VIVO EN LA MONTAÑA ASTURIANA
* 4.- 3. LA TRANSMISIÓN ESCRITA DEL TEMA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII Y EL ROMANCE TRADICIONAL «CONQUEIRO»
* 5.- 4. LA «CREACIÓN» DEL ROMANCE TRADICIONAL. EL TESTIMONIO GITANO-ANDALUZ
* 6.- 5. TRANSMISIÓN Y RECREACIÓN DE CONTENIDOS SIMBÓLICOS. EL EJEMPLO DE EL PRISIONERO
II PERMANENCIA DE MOTIVOS Y APERTURA DE SIGNIFICADOS: MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN
* 7.- 1. EL ROMANCE DE LA MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN
* 8.- 2. EL ROMANCE EN LA TRADICIÓN ANTIGUA Y MODERNA
* 9.- 3. EL DOCTOR DE LA PARRA DESAHUCIA AL PRÍNCIPE
* 10.- 4. LA PRIMERA SECUENCIA DEL ROMANCE UTILIZADA EN 1613 POR VÉLEZ DE GUEVARA
* 11.- 5. LA ENTREVISTA CON FERNANDO EL CATÓLICO
* 12.- 6. LAS DOS SECUENCIAS DEL ROMANCE ORAL EN UN MANUSCRITO DEL SIGLO DE ORO
* 13.- 7. LA DOLOROSA SOLEDAD DE LOS PADRES
* 14.- 8. LA «EPHEBI FILII SENEX FORTITUDO»
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Letras capitulares
Imagen de portada: Fragmento espejo de marfil, fabricado en París, siglo XIV.
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