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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

EL INFANTE VENGADOR

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EL INFANTE VENGADOR

Don Arbelo Pardo viene
--en un caballo andador,
el cabello trae revuelto,
--demudada la color.
Se topó con conde Carlos,
--hijo del Emperador.
-¿A dónde va, don Arbelo
--en su caballo andador?
-Voy a sacar a don Diego
--de boca de aquel dragón,
y a muchos más compañeros,
--que de buena sangre son.-
Jornada de treinta leguas
--en un día caminó;
y en llegando a los portales,
--por don Diego preguntó.
-¡A espacio, a espacio, Arbelo,
--que estas puertas del rey son!
Tomó él la lanza en la mano
--y con ella le tiró.
Se la metió por los pechos
--y a la espalda le salió;
de sangre que de él salía
--todo el patio se llenó.

----Una versión, dicha por Marcelina Mandiás, de 75 años, de O Bolo ('El Bollo´), en Orense, a Víctor Sainz Armesto, en 1905, es el único testimonio que conozco de la pervivencia del tema en la tradición del siglo XX por vía exclusivamente oral. El romance "carolingio" de que procede fue recogido por los impresores de romances del siglo XVI, desde el Cancionero de Romances de Amberes, sin año de (c. 1547-1548) en adelante, en una magnífica versión. Otro texto antiguo, que remata, muy acertadamente, la historia en su punto culminante, fue editada en 1605 por Juan de Ribera; quizá proceda de la versión, hoy perdida, que se imprimió, entre los "Romances nuevamente compuestos por Tomás López", en Jerez de la Frontera, 1593 (que alcanzó a ver A. Rodríguez Moñino en la biblioteca de Cejador).
----El romance del siglo XX reinterpreta lo narrado en el texto antiguo con un gran desparpajo, fruto de la trasmisión oral. Comienza, en su primer verso, por dar nombre al protagonista, que en el romance del siglo XVI era un anónimo "infante vengador" malentendiendo la fórmula inicial "Velo, velo, por do viene" ; nombre que, una vez instituido, reitera en el curso de la narración. Visualiza la agitación de espíritu del impetuoso caballero, no sólo mediante el color demudado de su cara, sino aplicando la calificación de "revuelto", procedente del antiguo verso "su manto rebuelto al braço", al cabello del héroe. Y da una función enteramente nueva al "dragón", que era mentado en el romance de los siglos XVI y XVII al describir el extraordinario"venablo cortador" que lleva en su mano el infante vengador:

con la punta del venablo
--sacarían un arador

(aludiendo al "arador de la sarna", que se sacaba de debajo de la piel),

siete vezes fue templado
--en la sangre de un dragón
y otras tantas afilado

(o amolado)

--porque cortasse mejor;
el hierro fue hecho en Francia

(o en Vizcaya)

y el asta en Aragón,
--perfilándoselo yva
en las alas de su halcón.

Ese mítico venablo era, en el romance de los siglos XVI y XVII, el verdadero "protagonista":

siete vezes lo pensava
--si lo tiraría o no
y, al cabo de las ocho,
--el venablo le arrojó,
por dar al dicho don Quadros,
--dado a al Emperador:
passado le ha manto y sayo,
--que era de un tornasol,
por el suelo ladrillado
--más de un palmo le metió;

especialmente en la versión más tardía, que abandona ahí el relato, con los versos:

Por un patín ensollado
--palmo y medio le metió,
quanto una missa rezada
--el venablo retembló.

----En el romance tradicional del siglo XX sólo hace su aparición el venablo al final, trasmutado en lanza que cumple su misión de atravesar al destinatario. El nuevo desenlace no destruye, sin embargo, uno de los aciertos poéticos en que la versión publicada por Juan de Ribera mejoraba a la de los Cancioneros: el reforzar la inedintificación de los personajes envueltos en la historia. Somos los receptores de la narración quienes hemos de dar respuesta a múltiples interrogantes: ¿Quién es el muerto?, ¿qué implicación tiene en el drama el hijo del Emperador?, ¿quiénes son don Diego y sus nobles compañeros? La posible relación del texto de tradición oral del siglo XX con el romance carente de desenlace que circulaba en el siglo XVII se subraya por la presencia en ambos textos de otra voz compartida con funciones distintas: el patio, en que ocurre la acción final.

Diego Catalán

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