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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

DON MANUEL Y EL MORO MUZA

DON MANUEL Y EL MORO MUZA

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DON MANUEL Y EL MORO MUZA

 
Vele,vele el moro Muza
--el moro Muza afamado,
caballero en una yegua
--y su cuerpo bien armado,
corneta de oro en la boca
--ricamente amenazando:
-Caballeros de Castilla,
--salide conmigo al campo,
que yo os daré a entender
--si soy de valor sobrado.
Salga uno, salgan dos,
--salgan tres y salgan cuatro,
o que salga Garcilaso,
--bien me oirá, que está escuchando;
si no hay ninguno que salga,
--salga el mismo rey Fernando.-
Y el rey, que sentía aquello,
--el color se le ha mudado.
En los altos miradores
--está la reina mirando,
la reina doña Isabel,
--la mujer de don Fernando:
-¡Quién tuviera entre los míos
--un caballero esforzado
que me traiga la cabeza
--de aquel moro renegado!-
A todos tiembla la barba
--y todos están callando;
si no era don Manuel
--que estaba de heridas malo.
De prisa pidió el vestido,
--de prisa pidió el calzado;
por aprisa que lo pide,
--más aprisa se lo han dado.
Entró en la caballeriza,
--sacó un potro mal domado;
con una mano lo ensilla,
--con la otra el freno le ha echado,
con los dientes de su boca
--la cincha le ha ido apretando.
No puso el pie en el estribo,
--cuando ya estaba montado;
y, con la fuerza que ha hecho,
--la sangre le ha reventado
de heridas que tenía viejas,
--que aún no le habían curado.
Las piedras por donde iba
--todas quedaban temblando.
Por donde nadie le veía
--a Dios se va encomendando;
por el corro de las damas
--el caballo iba bailando.
Todas damas y doncellas
--salían allí a mirarlo;
también salió allí la suya,
--lágrimas iba colgando:
-Toma este paño, Manuel,
--límpiate, que vas sudando.
-Guárdalo tú, vida mía,
--conocerás otro amado,
que el camino que yo llevo
--pienso no ha de ser tornado.
-Toma este paño, Manuel,
--don Manuel, toma este paño,
que me lo ha dado una mora
--que a mí me había criado;
la mujer que lo lavara
--no puede morir de parto,
ni el hombre que lo tuviere
--debía de morir en campo.-
Apeóse don Manuel,
--apeóse y cogió el paño.
Al pasar un fuerte río,
--al entrar un verde prado,
bien lo veía el moro Muza,
--que está esperando en el campo:
-Ya te veo, don Manuel,
--que vienes muy alentado,
si quieres gozar la esposa,
--vuélvete y deja el caballo.
-Soy capitán de las damas,
--no volveré sin recado:
sin quitarte la cabeza
--o dejar la mía en campo.
-Tira, tira, don Manuel,
--tira, que te doy la mano.
-Tirarás tú, moro Muza,
--que eres más viejo y anciano.-
Tiró el moro la su lanza,
--los aires iba rasgando;
tiró don Manuel la suya,
--la que nunca tiró en vano;
le pasó la cota y cuello
--y las ancas del caballo.
Apeóse don Manuel,
--la cabeza le ha cortado.
Bien lo veía la reina
--donde lo estaba mirando:
-¡Oh bien hayas, don Manuel,
--y la leche que has mamado;
mamaste leche de tres,
--ójala fuera de cuatro!-
Una mora a la ventana
--todo lo estaba mirando:
-¡Malhayas tú, don Manuel
--y la leche que has mamado,
que has matado el mejor moro
--y en el alma me has tocado!

----Una de las funciones del canto romancístico en la Edad Media, y aun después, fue la de difundir, llevadas en alas de la música, relaciones dramatizadas de noticias de interés político, a fin de influir en la visión pública de los acontecimientos narrados. Dentro de este género de reportajes se destaca el subgénero de los llamados "Romances fronterizos", cuyo tema más frecuente es la guerra en la frontera peninsular de la Cristiandad y el Islam. Los romances más viejos comentan sucesos particulares, frecuentemente desastres locales y no victorias. Muy diversos son los referentes a la Guerra de Granada emprendida por los Reyes Católicos, sobre todo los relativos a la etapa final, la del cerco de la ciudad de Granada. En ese ciclo de romances, lo que se canta es acciones individuales heroicas, exhibiciones de campeones aislados que se enfrentan en combate singular con los correspondientes héroes del campo moro. Son poemas en que se busca presentar una guerra, que en realidad fue post-caballeresca (en que lo que contó fue el mayor poder del nuevo armamento ofensivo, de origen italiano, de que disponían los Reyes Católicos) revistiéndola con el ropaje ideológico de la "caballería", propio de unos tiempos pasados.
Curiosamente, una pluralidad de romances de este tipo tiene como base una costumbre de los ejércitos musulmanes, ya atestiguada en el siglo XI: la de que un caballero, rompiendo filas, se adelante como campeón ("mobâriz") y lance un desafío ("baraza"), improvisando unos versos en que pregunta si hay un campeón enemigo que responda a su reto. A veces se plantea, como en nuestro romance, la posibilidad de pelear con desigualdad numérica.
----La vestidura caballeresca de esta etapa final de la Guerra de Granada, que los romances recogen, no es mera invención literaria, sino parte de una escenificación muy elaborada, llevada a cabo por la reina Isabel y su séquito de damas asentadas en el campamento de Santa Fe, ante Granada, según comentaría fascinado el embajador italiano Andrea Navagiero:

"No había caballero que no se hallase enamorado de alguna dama de la corte; y, como éstas presenciaban cuanto se hacía y daban por su mano las armas a los que iban a combatir y con ellas algún favor, diciéndoles palabras de esfuerzo para que demostrasen con altos hechos cuánto las amaban, ¿qué hombre, por vil que fuese y por débil, no había de vencer después al más valiente enemigo y no había de preferir perder mil veces la vida antes que volver con vergüenza ante su señora? Por esto se puede decir que en esta guerra venció principalmente el amor".

----El romance sobre el combate singular de don Manuel Ponce de León y el moro Muza, a la vista de la reina Isabel y sus damas, nos es conocido glosado en el siglo XVI dos veces, una por Padilla, glosa impresa en un pliego suelto gótico, y otra por Joaquín Romero de Cepeda, que en 1582 la publicó entre sus obras. También en dos versiones manuscritas, incluidas en el "Cancionero de Évora" y en un "Cartapacio de un músico toledano de hacia 1575". La tradición del siglo XX remonta al texto más viejo del romance (que ofrece pequeñas variantes de glosa a glosa), no a las versiones orales manuscritas (diferentes entre sí, pero con algunas novedades comunes), aunque el proceso de transformación textual atestiguado en el siglo XVI y el ocurrido a lo largo de siglos de oralidad posterior tengan algunos elementos en común).
----El romance cantado en el siglo XX ha sido documentado en dos áreas: en el Occidente de Asturias y N.O. de León y en Cantabria. En ambas, la narración ha evolucionado muy creativamente, sin perder por ello memoria textual del viejo relato. Las dos ramas han realizado conjuntamente un trabajo de "folklorización" del discurso y de la intriga del antiguo romance caballeresco, mediante la incorporación de un lenguaje poético y de unos elementos narrativos que el acervo de versos y motivos del romancero tradicional de los últimos siglos ponía a disposición de los cantores. A esa evolución ha contribuido, en un conjunto de versiones, la herencia textual de otro romance ambientalmente similar, el de "Cercada está Santa Fe" , del cual procede el motivo y los versos del "baraza" lanzado por el "morâbiz" moro, que ya en romances "nuevos" del siglo XVI, inspirados en nuestro romance viejo, se utilizaron como prólogo del de Muza (romance, el de "Cercada está Santa Fe" , que, por su parte, también continuó cantándose hasta el siglo XX, pero en territorios diversos al de Muza).
----El camino recorrido en común por el poema en la tradición cántabra y en la del Occidente astur-leonés no obsta para que las dos tradiciones se hayan apartado radicalmente en su concepción del tema: mientras la occidental ha prescindido de la vinculación de la hazaña guerrera a unos paradigmas de actuación amoroso-caballerescos, la de Cantabria ha comprendido perfectamente que, en el combate singular, quien vence no es el campeón de los Reyes de España ni el campeón de la fe de Cristo, sino el "campeón de las damas". En el viejo romance sólo se aludía a "las damas" como de pasada, sin concederles voz: cuando don Manuel ejercita su caballo "por delante el corredor", se afirma que "gran lástima le han las damas" viéndole acudir al reto malherido; cuando Muza le aconseja abandonar la empresa, don Manuel declara "que pues las damas me envían, no volveré sin recado" y, finalmente, al contar que el héroe hinca la cabeza del moro en la pica de su lanza y se la presenta al rey, se resalta que lo hace "por delante de las damas". Tras varios siglos de reelaboración oral, la tradición llegada a Cantabria desplazó decididamente el foco del romance, primando la salida de don Manuel del campamento cristiano sobre el combate campal, y creando una dramática escena, básicamente dialogada, inexistente en las versiones antiguas, en que el campeón se entrevista con su amada, escena en que se concede pleno protagonismo al "amor" y, simultáneamente, voz a "la dama" de don Manuel. Es una constante en la evolución del Romancero oral desde el siglo XVI al siglo XX el que las mujeres adquieran un papel relevante en relatos donde antes figuraban sin derecho a la palabra.

Diego Catalán

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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