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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

14.- 8. LA «EPHEBI FILII SENEX FORTITUDO»

 

 8. LA «EPHEBI FILII SENEX FORTITUDO». II  PERMANENCIA DE MOTIVOS Y APERTURA DE SIGNIFICADOS: MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN

      [ese a la similitud existente entre la escena en el manuscrito antiguo y la escena en la tradición sefardí (que alcanza, en el plano verbal, a la conservación de la ponde­ración «qué hará...»), hay que reconocer el enorme progreso estético que represen­tan las versiones tradicionales modernas, en las que el patetismo desgarrador del dolor paterno se expresa con intensidad mayor y recursos poéticos mucho más ri­cos. Esta superioridad innegable se apoya en una «novedad» básica: en dotar al mo­ribundo de un papel activo, sacándole de la situación de mero objeto del duelo]. Al así hacerlo, aparece en la escena un motivo fundamental: frente a la negativa del rey (o de los reyes) a aceptar el hecho y consecuencias de la muerte del heredero, el príncipe muestra inequívocamente delante de (o, incluso, frente a) ellos su serena resignación ante lo dispuesto por Dios. En esta «adición» la tradición judía no va sola; toda la tradición cristiana, peninsular, es heredera de una idéntica concepción. La secuencia suele abrirse con la llegada del padre-rey77:

Estando en estas palabras,    el rey viejo allí llegara;

Estando en estas razones,    entra el padre por la sala,

quien viene, aún esperanzado, a confortar al hijo:

—¿Cómo te va, el mi hijo,    cómo te va en esa cama?;

pero el hijo lo desengaña y, a la vez, da muestras de su resignación ante la muerte:

— Bien me va, mi padre, bien,    porque Dios así lo manda;
tres horas tengo de vida,    hora y media va pasada78.

— No lo siento por mi muerte,    si es la hora llegada79.

— No sentía yo el morir,    que ya mi cuenta está dada80.

— Yo no siento el morir,    que de morir nadie escapa81.

— Yo no me cuesta morir,    que la muerte es heredada82.

— No lo siento por mi muerte    porque tan presto me llama83.

—  ¡Qué poco duraste, mi hijo,    siendo Príncipe de España!
— Bastante duré, mi padre,    morir cuando Dios lo manda84.

       El tema de la «ephebi filii senex fortitudo», como única consolación para los padres en el dolor de perder a su heredero y único hijo varón, es evidentemente el motivo dominante en la entrevista tal como la ha entendido la tradición oral moderna sefardí y española. Esta inversión de los esperados papeles, que su respectiva edad asignaba al rey don Fernando y al príncipe de 19 años, no es una creación romancística surgida a distancia secular del suceso, pues en ella insisten los dos auto­res contemporáneos que con mayor conocimiento y de forma más impresionante dieron cuenta de la entrevista: el humanista Pietro Martire d’Anghiera (Petrus Martyr), testigo presencial del encuentro, en una carta escrita pocos días después85, y el canónigo Alfonso Ortiz, en su Tratado del fallesçimiento de don Juan Príncipe de las Españas, compuesto para consolación de los reyes86. Uno y otro coinciden en la sustancia del diálogo y en los conceptos que utilizaron padre e hijo, aunque cada cual lo expresa según un arte retórica muy divergente (en una limpia y tajante prosa epistolar latina, el humanista; con elocuencia sagrada, el canónigo87). A esas dos artes retóricas hay que agregar la del lenguaje tradicional del romancero, que ya hemos visto como se expresa.

      «La madura (senex) entereza del joven hijo» que según la carta de Anglería dejó admirado al rey88 y que Ortiz, en su reconstrucción de la tragedia, hace, a su vez, ponderar al rey don Fernando cuando da cuenta a la reina doña Isabel de su última entrevista con el hijo moribundo, constituye también el centro de la exposición de los dos narradores literatos contemporáneos del suceso:

    llegado ante el príncipe, el rey «lo anima a que tenga valor y no decaiga, recor­dándole que en muchas ocasiones la esperanza ha acarreado la salud a personas gra­vemente enfermas»89 (según Anglería); pero el hijo «previno» al rey (según Ortiz, f. 2r) de «que sentía acercársele la muerte»90 (Anglería), requiriendo su bendición para caminar «commo peregrino a rregión longínca» (Ortiz, f. 2r), y «virilmente, rogó y suplicó al padre que lleve con entereza»91 lo inevitable (Anglería) y se pliegue a la vo­luntad de Dios (Ortiz, Anglería) pues él, por su parte, «no se contrista porque le qui­ten de en medio de forma tan prematura»92 (Anglería).

      El canónigo y el romance coinciden, incluso, en hacer utilizar al príncipe un mismo símil, el de la batalla con la muerte. Según Ortiz (f. 2r), el príncipe, «ya él cercano a la muerte, desamparado de la esperança de los médicos» y advertido por uno de sus donceles (don Juan Chacón) de su próximo fin, comenzó a «demandar las armas spirituales, asy commo el que avía de pelear con enemigo cruel»; y coloca en boca del propio don Juan, un breve discurso ponderando la conveniencia de esas armas93. En la extraordinaria versión romancística de Paradaseca a (Ourense], el rey y el príncipe dialogan así:

— ¿Qué haces ahí, hijo mío,    para ir a la batalla?
— Si peleara con los moros,    padre mío, no se me daba;
pero peleo con la muerte,    es lo que más recelaba.

      [Ante esta sorprendente coincidencia en la concepción de la escena de la entrevista de los dos testigos contemporáneos del suceso y de la tradición romancística del siglo XX, cabe sospechar que la concesión de «voz» al príncipe, que caracteriza a todos los textos modernos frente a la versión antigua manuscrita, sea sólo una «novedad» aparente, y su ausencia en el texto antiguo fruto del gusto romancístico predominante (pero, sin duda, no exclusivo) en el siglo XVI, que habría llevado a preferir el dejar inconcluso el tema, rematándolo con el desmayo del dolorido rey. No sería éste un caso único de truncamiento de una narración que había sido y se­guirá siendo más completa94.]

 Diego Catalán. Arte poética del Romancero oral II. Memoria, invención, artificio.

 OTAS

77  O con la ansiedad del enfermo, quien, al saber que su muerte está próxima y es inevitable, desea poder hablar con su padre: «— Venga usted acá, mi padre,    que le   he de hacer una encarga»; «— Llamen para acá a mi padre,    tan sólita una palabra».

78  Tipos «Montaña astur-leonesa» y «Astur-Galaico». Cito por Villarino del Sil (León).

79  Tipo «Cántabro» (mayoría).

80   Agüimes (Gran Canaria). Versión recogida por Francisco Tarajano (fue publicada en la ed. citada en la n. 34).

81   Versiones de los Montes de León.

82   Versiones de Sanabria (Zamora).

83   Santa Cruz (Tenerife), dos versiones, y Fuencaliente y Garafía (La Palma). Versiones recogidas por Mercedes Morales (1952-1953) y por José Pérez Vidal y Rómulo Pérez (fueron publicadas en la ed. citada en la n. 34).

84  Aldeas «conqueiras» de Asturias: diez versiones de El Bao y Corralín, Tablado y Sisterna; y Trasmonte (parr. S. Esteban de Noceda, conc. Cangas de Narcea).

85   Opus epistolarum, ed. citada en la n. 44, epístola CLXXXII (182 también en la traducción de López de Toro). Escrita desde Villasandino (cuando la Corte va camino de Alcalá) el 18 de octubre de 1497 (15 Kls.-nov.). Anglería subraya en ella su carácter de testigo presencial: «Estaba también pre­sente yo, que para dar compañía al Príncipe había dejado a los soberanos».

86 Tratado del fallesçimiento del muy inclyto señor don Juan el terçero, Príncipe de las Españas, por Alfonso Ortiz, doctor en vtroque jure, canónigo de la santa yglesia de Toledo. La versión al castellano de esta obra se conserva en el ms. 367 de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca. Acerca de ella llamó ya la atención G. M. Bertini, «Un diálogo humanístico sobre la educación del príncipe don Juan», en V Congreso de la Corona de Aragón: Fernando el Católico y la cultura de su tiempo, 1961. Al­gunos fragmentos fueron editados por J. Camón Aznar, Sobre la muerte del príncipe don Juan. Discurso académico, 24 de marzo de 1963, Madrid: Real Academia de la Historia, 1963, pp. 99-112 (quién, en la n. 2 de la p. 99, da una sigla errónea para el manuscrito salmantino). Ni uno, ni otro, supieron de la conservación de la versión latina original, en el ms. 368 de la misma biblioteca, fols. 62v-93v, sobre la que dio ya noticia P. Cátedra, «Prospección sobre el género consolatorio en el siglo XV», en Letters and Society in Fifteenth-Century Spain. Studies... P. E. Russell, ed. A. Deyermond y J. Lawrence, Lon­dres: The Dolphin Books, 1993.

87  Alonso Ortiz, canónigo de Toledo, escribió contra el humanista converso Juan de Lucena un Tratado contra la carta del protonotario Juan de Lucena, incluido, como pieza final y fundamental, en Los tratados del doctor Alonso Ortiz, Sevilla: por tres alemanes compañeros, 1493 (ejemplar en Ma­drid, Bibl. Nacional, I-1905). Es, dada su fecha, la primera apología de la Inquisición española. Va prologada por el propio Torquemada.

88   «Ephebus fílii senex fortitudo».

89  «Hortabatur filium bono sit animo, ne deficiat, spem saepe numero grauiter laborantibus salutem adduxisse».

90  «Sentiré se mortem praesentaneam».

91  «Patremque viriliter ipse orat, obsecratque ferat aequo animo».

92  «Se non angi, quod e medio immaturus tollatur».

93  Según el Tratado (f. 2r), es el propio príncipe quien acude al símil de las armas, exclamando: «¡O quam más saludable cosa es guarnesçer el ánima para la contienda del juyzio con la çelada de la fe y con otras armas spirituales que buscar defensión demasiada para el cuerpo!», aunque luego el trata­dista continúe elaborando el símil por su cuenta.

94  Basta acudir a la Tercera parte de la Silva de Romances, Zaragoza: Esteban de Nájera, 1551, para hallar una variada muestra de relatos de origen tradicional truncados y provistos de remates anti-tradicionales: Gerineldo, «En aquellas peñas pardas» (Grifos Lombardo), «Cuando vos nascistes, hijo (La canción del huérfano), «Por los bosques de Cartago» (Eneas goza de Dido). El arreglo no es, sin embar­go, obra de Esteban de Nájera, pues de algunas de estas versiones conocemos la fuente, que es un pliego suelto anterior. Véanse los estudios referentes a estos textos de R. Menéndez Pidal «Sobre geogr. folk.» (1920 y reediciones) y míos, D. Catalán, Por campos (1970).

CAPÍTULOS ANTERIORES: 

NOTA INTRODUCTORIA

*   1.- NOTA INTRODUCTORIA. MEMORIA, INVENCIÓN, ARTIFICIO

I.    HALLAZGO DE UNA POESÍA MARGINADA: EL TEMA DEL CORAZÓN DE DURANDARTE

*   2.- 1. EL CORAZÓN DE DURANDARTE, TEMA MOMIFICADO

3.- 2. EL CORAZÓN DE DURANDARTE, TEMA AÚN VIVO EN LA MONTAÑA ASTURIANA

4.- 3. LA TRANSMISIÓN ESCRITA DEL TEMA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII Y EL ROMANCE TRADICIONAL «CONQUEIRO»

*   5.- 4. LA «CREACIÓN» DEL ROMANCE TRADICIONAL. EL TESTIMONIO GITANO-ANDALUZ

*   6.- 5. TRANSMISIÓN Y RECREACIÓN DE CONTENIDOS SIMBÓLICOS. EL EJEMPLO DE EL PRISIONERO

II    PERMANENCIA DE MOTIVOS Y APERTURA DE SIGNIFICADOS: MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN

*    7.- 1. EL ROMANCE DE LA MUERTE DEL PRÍNCIPE DON JUAN

*    8.- 2. EL ROMANCE EN LA TRADICIÓN ANTIGUA Y MODERNA

*    9.- 3. EL DOCTOR DE LA PARRA DESAHUCIA AL PRÍNCIPE

10.- 4. LA PRIMERA SECUENCIA DEL ROMANCE UTILIZADA EN 1613 POR VÉLEZ DE GUEVARA

*   11.- 5. LA ENTREVISTA CON FERNANDO EL CATÓLICO

*   12.- 6. LAS DOS SECUENCIAS DEL ROMANCE ORAL EN UN MANUSCRITO DEL SIGLO DE ORO

*    13.- 7. LA DOLOROSA SOLEDAD DE LOS PADRES

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