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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

10.- 9. EL ESPAÑOL ORIENTAL ANTE EL TRIUNFO DE LA NUEVA NORMA DE MADRID

10.- 9. EL ESPAÑOL ORIENTAL ANTE EL TRIUNFO DE LA NUEVA NORMA DE MADRID

9. EL ESPAÑOL ORIENTAL ANTE EL TRIUNFO DE LA NUEVA NORMA DE MADRID. I ORÍGENES DEL PLURALISMO NORMATIVO DEL ESPAÑOL DE HOY.

      El caso de Ximénez Patón, natural del área de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), que hacia 1604 no hace ninguna distinción entre /z/ y /ç/, es un buen ejemplo de la rápida regresión del sistema «toledano» en La Man­cha. Pero más al sudeste, el reino de Murcia no prestó quizá tanta atención, en un principio, a las innovaciones lingüísticas de la corte madrileña. Amado Alonso presenta, con considerable reserva, esta hipótesis (De la pronuncia­ción, I, pp. 342 y 353), apoyándose en el testimonio paralelo de varios erudi­tos, todos ellos, en realidad, de dudosa autoridad.  

      Las distinciones que hace Nicolás Dávila en Cartagena, en 1630, no apoyan, a mi parecer, la existencia de una diferencia fonética. Dávila, como otros muchos, incurre en el error de creer que la z es más fuerte que la c: «mucha semejança tiene la ç cedilla con la z, i se diferencia en que se pronuncia menos aguda y afectuosamente que ella», pues la pronunciación de z «siempre es con fuerça i agudeza como deteniéndonos para pronunciar dos ce». Dávila recurre a reglas particulares para ayudar a retener la distinción ortográfica, como hacen los ortógrafos que confunden /ç/ y /z/ en la pronunciación60. Por otra parte, de acuerdo con el testimonio del propio Dávila61, sabemos que las sibilantes dorso-dentales /ç/, /z/ y las ápico-alveolares /ss/, /s/, se confundían en Cartagena; por tanto, la indistinción, por parte de Dávila, de los fo­nemas, antes sordo y sonoro, /ss/:/s/ es otra evidencia adicional de la identificación de /z/ con /ç/. Creemos, en vista de todo ello, que el habla popular de Cartagena fundía en un solo fonema sordo los cuatro del sistema toledano anterior, y que el culto Dávila, despreciando el común «sececeo», pronunciaría ç y z como /c/, y ss y s como /ss/, según hacían sus contemporáneos el toledano Luna (1620), y los extreme­ños Correas (1626) y Graxera (1634).

      El maestro de Dávila, Cascales, murciano (1604 y 1620?), «nos ofrece poco y dudoso en esta materia», según observa Amado Alonso (De la pronunciación, I, p. 340). Cascales se basa en Nebrixa (un siglo y cuarto anterior!) para la caracterización de las «letras» castellanas (A. Alonso, De la pronunciación, I, pp. 340-341), porque era un ortógrafo etimologista: «yo mas me atengo al uso antiguo de escribir, como fundado en doctrina, porque de aquella manera no se confunde la etymologia del vocablo». Obviamente confirma la «diversa pronunciación» de ç  y z, y hasta parece sorprendido (en 1620?) de que «yerran muchos como si fuera alguna cosa difícil»; pero, en concreto, sólo nos dice (en 1604) que «la z significa un sordo ruido» y no da ninguna información sobre la /ç/. Realmente, lo único que le preocupa es el hecho de que los poetas españoles son «con oido tan boto y obtuso» que son incapaces de distin­guir, como los toscanos, ç de z, ss de s, x de j y b de v: «Tengamos empacho nosotros de tener tan rustico oido que no hallemos en los ejemplos dichos la diferencia que ellos». En fin, ¡qué mejor prueba, de la falta de base fonética para sus distinciones, que verle citar cuatro octavas de Ariosto para probar que en español deberían hacerse las rimas correspondientes!

      Si en Cascales (en 1604) la distinción /ç/:/z/ no se basaba en una oposición real, no creo que el murciano expatriado, Ambrosio de Salazar, que defendía la oposición /ç/:/z/ (al entablar polémica con Oudin en Francia, de 1612 a 1640), constituya un testimonio adecuado para afirmar la supervivencia de una /z/ sonora en Murcia hacia 1596 (cuando Salazar dejó España). Distingue /z/ de /ç/ y /s/ de /ss/, basándose en la sonoridad62-; pero, por otro lado, compara /ss/ y /ç/ con la «francesa63, y /s/ y /z/  con la z francesa64. Dado que no distingue la articulación dorso-dental de la ápico-alveolar, su distinción basada en la oposición sorda: sonora quizá haya que considerarla un galicismo. Salazar, que carecía de una sólida educación cuando dejó España, es un ejemplo antiguo de un fenómeno muy frecuente hoy día; el de la tendencia de los inmigrantes incultos, a deformar su lengua nativa, al tiempo que tratan, en vano, de dominar con seguridad la lengua del país de adopción. Morel-Fatio65 observó que el español escrito de Salazar dejaba bastante que desear, tanto quizá como su francés, y que, «con frecuencia, no sabía repartir a cada lengua sus giros propios» (cf. A. Alonso, De la pronunciación, I, p. 344). Otra explicación sería atri­buir el sistema de sibilantes que propugna para el español a su andalucismo adopti­vo66; en ese caso, su observación (la sobrevivencia de /z/ sonora = /s/ hacia 1596) en vez de referirse a Murcia se referiría a Andalucía; pero, en verdad, el testimonio así extraído de la polémica de Salazar con Oudin estaría basado en una serie de conside­raciones poco seguras.

      La parte occidental del Reino de Valencia, originariamente de habla aragonesa, había gravitado tan decididamente dentro de la órbita catalana durante la Edad Media, que, cuando el «seseo» (= [ṡeṡeo]) —ya completado en la primera mitad del siglo XV67— se estaba propagando, el habla local no catalana siguió al catalán en el proceso de desfonologización: la /ç/ y /z/ aragonesas68 se identificaron con /ss/ y /s/ en las comarcas de Segorbe69, Villar del Arzobispo70, Chiva, Hoya de Buñol71, Canal dé Navarrés y Engue­ra72, Aspe y Monforte y Orihuela73, regiones todas ellas en las que el caste­llano de hoy, de tipo aragonés, es «seseoso»74. En cambio, durante los Siglos de Oro, con la hegemonía nacional de Castilla, el sistema de la prestigiosa  lengua central carente de la marca de sonoridad en las sibilantes hizo presión sobre las hablas castellano-aragonesas del Reino de Valencia. La propia ciu­dad de Valencia, aunque lingüísticamente catalana, era, durante los siglos XVI y XVII, uno de los centros culturales más importantes en que se culti­vaba la lengua castellana; consiguientemente, siguió pronto las modas lin­güísticas de la corte de Madrid. La observación, en 1556, de Juan Martín Cordero de que «no se dize hixo sino hijo»75 constituye un testimonio de la temprana invasión del ensordecimiento en el castellano hablado en Valencia. El propio catalán valenciano debió, pronto, seguir la moda castellana; y, en seguida, «la huerta», desde el Júcar al Palancia, imitaría a la capital.

      La resistencia rural a la nueva fonética fue, sin embargo, fuerte. Al norte del Millares y al sur del Júcar la distinción entre /s/ sonora (76 y Navarrés, y en Anna y En­guera (Valencia)77, por lo menos.

      En el resto de la zona, los cuatro proto-fonemas, /ç/, /z/, /ss/ y /s/, se han reducido (como en el «apitxat» valenciano) a uno solo: fonéticamente a una ápico-alveolar sorda [ṡ]. La expansión de la interdentalización castellana se vio detenida por la anterior desaparición de /ç/ y /z/, de forma que sólo alcanzó a afectar a una nueva /z/, la procedente de /d/ + /z/ (dodze, tredze), que se convirtió fonéticamente en [θ]78. (Cfr. lo ocurrido en el «apitxat» valenciano, en el que /z/>[ṡ], pero /d/ + /z/ es fonéticamente [ts]).

Diego Catalán. El español. Orígenes de su diversidad (1989)

NOTAS

60 «Antes de consonante en medio de parte se suele también poner z [...]»; «algunos infiniti­vos se escriben con z, como dezir, hazer, introduzir. I también las terceras personas de presente de indicativo [...]; i las de pretérito imperfecto [...]. El conocimiento de todos vendrá del cuidado i del uso»; «después de vocal i en fin de parte se usa también la z [...]».

61 Para la noticia de sececeo en Cartagena que proporciona Dávila véase BICC, VII, 1951 p. 133.

62 Salazar, entre sus vagas observaciones (como la de justificar la pronunciación de c en ce, diciendo: «... cecear con gracia se permite a las Damas»; o que la z se pronunica «ayudandose del estomago»), define claramente la diferencia entre /ç/ y /z/, basada en la sonoridad de la última, a la vez que las equipara en otros aspectos de su pronunciación: c «se pronuncia pegando un poco la lengua sobre el paladar y sobre los dientes de arriba, tirando la lengua hasta los mesmos dientes»; z «como avemos dicho en el c, se pronuncia sacando un poco la punta de la lengua entre el paladar y los dientes de delante, en redondo, ayudandose del estomago y de la garganta, y que el viento salga haziendo un ruydo escuro que haga coxquillas saliendo» (1614).
    Salazar también defendía la pronunciación sonora de la /s/. Pero, por otro lado, igualaba /x/ y /j/  en una articulación sorda: «la letra j o ijota se pronuncia como ch en Frances, o poco va a dezir [...]», e incluso da ejemplos de pronunciaciones mucher, chavon, charro. (Nótese el contraste con Dávila, que igualaba /s/ y /ss/, pero pedía que se distinguiera /j/ de /x/).

63 «Quanto al C ella sirve como en el Frances sirven las dos ss, como dezir caça ’chasse’, o poco va a dezir» (1614). «Yo digo pues y afirmo que la ç con cerilla se pronunica en lengua castellana como el francés hace sus dos ss.» (1615). La frase «[...] antes el s se acomodaría en lugar de z que no el c; ya sabemos que sebo y cebo son dos, y aun dessa manera se confunden, el mesmo que si el c tuviesse su pronunciación como el z también, pues se podría escribir zebo, que es la mayor locura que nunca fue [...]», una vez liberada de su embrollada redacción, puede interpretarse, en mi opinión, dándole el siguiente sentido: aunque sebo y cebo tienen grafías distintas, se han fundido en un solo sonido, lo que no ocurre en el caso de zebo, forma inexisten­te en la escritura; si c y z tuvieran la misma pronunciación, como afirmaba Oudin, habrían sido igualmente intercambiables.

64 «Cuando la s está entre dos vocales se pronuncia como z, queso, quezo fromage, casa, caza maison» (1640).

65 A. Morel-Fatio, Ambrosio de Salazar et l’étude de l’espagnol en France sous Louis XIII, París, 1900, p. 31: «[...] Le tout en fort piètre espagnol et en français plus mauvais encoré. Évidemment, Salazar connaissait assez bien sa langue et pouvait l’enseigner pratiquement, comme un maitre d’école; mais il eprouvait plus de peine á l’écrire correctement, parce qu’il manquait un peu trop d’études sérieuses et de lecture».

66 Si rechazáramos la explicación por «galicismo», ¿a qué región habría que adscribir la conservación de la sonoridad que Salazar denuncia en 1596? Es preciso recordar que Salazar consideraba al andaluz como el prototipo de español más digno de imitación: «[...] a mi me agrada mucho mas la lengua Andaluz que ninguna otra ni aun la Castellana no le llega con muchos quilates, pues que no ha mucho tiempo se hablava muy grosseramente en Castilla [...] —Según me dize, la lengua Andaluz se llama acá en nuestra Francia Castellana? —Si, señor, que aunque sea la mesma que la Castellana con todo esso yo la hallo mejor y mas delicada» (1614). Quizá Salazar, que antes de irse a Francia estaba al servicio de un grande en Andalucía, sea un observador válido de la persistencia de los sonidos sonoros en Andalucía hacia 1596. (Ello no es imposible).

67 Véase E. Alarcos, «Algunas consideraciones sobre la evolución del consonantismo cata­lán», en Estructuralismo e Historia. Miscelánea-Homenaje a A. Martinet, II, Ed. D. Catalán, «Biblioteca Filológica», La Laguna: Universidad, 1958, pp. 5-40.

68 Mientras en la época de la propagación del seseo la /z/ catalana estaba todavía en vigor sólo en posición fuerte (al menos en valenciano), la /z/ aragonesa se mantenía en todas las posiciones, sin que la /z/ intervocálica se hubiera fundido con /d/.

69 Según M. Sanchis Guarner, en RFE, XXXIII, 1949, p. 36, sin especificar la zona. Remite a C. Torres Fornes, Sobre voces aragonesas usadas en Segorbe, Valencia, 1903, p. 112.

70 Según V. Llatas, «Lenguaje de Villar del Arzobispo», Anales del Centro de Cultura Va­lenciana, XV, 1947, p. 164. Este artículo sirvió a J. Giner como base para una aventurada reconstrucción de un supuesto «valenciano montañés» del siglo XIII, en esos mismos Anales, XVI, 1948, pp. 128-133.

71 Según los datos de M. Sanchis Guarner, RFE, XXXIII, 1949, p. 36, sin especificar la zona.

72 R. Menéndez Pidal (Manual de Gramática Histórica Española, 6.a ed., Madrid, 1941, p. 115, n. 1) hizo saber, en 1905, que Enguera, Anna y Navarrés distinguían /s/:/ss/ etimológica­mente, pero fundían /z/ y /ç/ en una consonante sonora. M. Sanchis Guarner, RFE, XXXIII, 1949, p. 43, insiste en que estas tres localides conservan la distinción /s/ : /ss/, pero, en la p. 36 nos informa, por otra parte, de que son zonas de seseo. Posiblemente la z sonora ([ẓ] o [d]) a la que hace referencia la fuente de  Menéndez Pidal, es sólo el resultado de /d/ + /z/ (véase n. 78 más abajo), mientras que /ç/ >[ś] y /z/ >[ź].

73 La zona de seseo de la comarca de Orihuela fue delimitada por T. Navarro Tomás y sus jóvenes colaboradores en «La frontera del Andaluz», RFE, XX, 1933, pp. 258-260. Incluye Torrevieja, S. Miguel de Salinas, La Bojosa, Formentera, Algorta, Almoradí, Rafal, Daya, S. Fulgencio, Dolores, Catral, Albatera, Granja, Cox, Benferri, Callosa, Redován, Jacarilla, Bigastro, Benejúzar y Orihuela, además de Aspe y Monforte (Pilar de la Horadada, Alic, S. Pedro del Pinatar, Balsicas, Dolores, Roda y Los Alcázares, Mur. todavía hacen la distinción). Nava­rro Tomás y sus colaboradores no señalan la existencia de [z] sonora en esta zona. En conse­cuencia, debemos suponer que la pérdida es completa.

74 Creo posible afirmar, a partir de estos datos, que en los siglos XIV y XV todas las comu­nidades de habla aragonesa pertenecientes al Reino de Valencia siguieron al catalán en el seseo de /ç/ y /z/. Desde luego, ni el señorío de Villena (Castilla), ni los territorios agregados a la provincia de Valencia en época moderna, como Chelva y Requena (también de Castilla) partici­paron de este fenómeno. [Véase ahora M. Torreblanca Espinosa, Estudios del habla de Villena y su comarca (Alicante: Instituto de Estudios Alicantinos, 1976)].

75 Ya aducido por Cuervo (véase M. Sanchis Guarner, en RFE, XXIII, 1936, p. 52).

76 Nos apoyamos en la breve nota de M. Sanchis Guarner en «Noticia del habla de Aguaviva de Aragón», RFE, XXXIII, 1949, p. 43, basada en observaciones personales.

77 La conservación de la /s/ sonora en Enguera, Anna y Navarrés como fonema indepen­diente de /ss/ fue descubierta por Menéndez Pidal en 1905 (véase arriba n. 72). Algunos dialectólogos valencianos han repetido la información, sin ampliarla. Las explicaciones dadas por un entusiasta aficionado [B. Martínez] en los Anales del Centro de Cultura Valenciana, XV, (1947), p. 85, no aclaran mucho: «la s... tiene, además, un sonido más prolongado y silbante que en castellano, más dulce y suave, parecido al de los niños que cecean un poco; al articular este sonido llegan a colocar la lengua en contacto con la parte interior de los dientes superiores. Quizá sea más curioso aún el sonido de la z, muy suave y silbante, hasta el punto de confundirlo algunas veces con la s, antes de la z parece oírse una ts, casi imperceptible». No es fácil interpre­tar estas palabras, aún sabiendo (véase n. 82) que éstas son áreas de seseo.

78 Sanchis Guarner, en RFE, XXXIII, 1949, p. 59, menciona que el castellano-aragonés de las regiones de Chiva y Hoya de Buñol tienen [θ] como resultado de D’Ḱ  (doθe, treθe), aunque son áreas de seseo (sinco, onse, dies, catorse). En Villar del Arzobispo, según V. Llatas (ACCV, XV, 1947, p. 164), «es tan general el seseo que sólo se pronuncian la c y la z en los vocablos doce, trece, lazo, pozo, mozo, en los diminutivos de los tres últimos y en todas las palabras acabadas en azo y aza». Compárese el aragonés seseoso de Benasque, donde los dos numerales son doche y treche.
    La misma diferencia entre los resultados de /dz/ y /z/ se encuentra en valenciano: la /z/ del catalán antiguo, que llegó a ser cero [Ø] en posición débil, se mantuvo en posición fuerte como [z] (>[d] en Aguaviva, por interdentalización) y en el área de seseo como [z] (Castellón, Alicante, etc.) ~ [s] (en «apitxat»); en cambio, para la combinación /d/ + /z/ tenemos los resul­tados [d] (>[dd] por interdentalización, en Aguaviva) y en el área de seseo [dź] (Castellón, Alicante, etc.)~[tś] (en «apitxat»).
    También el judeo-español (véase A. Alonso De la pronunciación, I, pp. 120-121, que no lo interpreta correctamente), que es zezeoso, mantiene, junto al resultado [z] común a /z/  y /s/, una africada derivada de /dz/ que no se funde con /s/: dodze, tredze y variantes (Salónica, Filipópolis, Brusa y otros lugares en Bulgaria. Karaferia, Esmirna, Bucarest, Bitoli, Monastir, Bosnia). La /z/  da, curiosamente, el mismo resultado en el caso aislado de podzu (Salónica, Kastoria, Karaferia, Bulgaria, Bitoli, Monastir, Bosnia), exactamente como en Villar del Arzo­bispo. La /z-/, en posición fuerte, también se mantiene distinta de /s/ y /-z-/, pero con menos frecuencia (Bulgaria, Esmirna, Bucarest, Bitoli, Monastir, Bosnia).

CAPÍTULOS ANTERIORES:  EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

ADVERTENCIA

1.- EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

I ORÍGENES DEL PLURALISMO NORMATIVO DEL ESPAÑOL DE HOY

*   2.-1. EL FIN DEL FONEMA /Z/ [DZ - Z] EN ESPAÑOL

*   3.- 2. EL FIN DEL FONEMA /Z/

*   4.- 3. ¿PROCESO FONÉTICO O CAMBIO FONOLÓGICO?

*   5.- 4. ¿PROPAGACIÓN DE UN CAMBIO FONÉTICO O DE UN SISTEMA FONOLÓGICO?

*   6.- 5. LA FALTA DE DISTINCIÓN /Z/ : /Ç/, REGIONALISMO CASTELLANO - VIEJO

*   7.- 6. LA CONFUSIÓN SE CONVIERTE EN NORMA DEL HABLA DE LA CORTE (FINALES DEL SIGLO XVI)

*    8.- 7. LA PÉRDIDA DE LA DISTINCIÓN /Ç/ : /Z/ NORMA GENERAL DEL HABLA (EN EL PRIMER CUARTO DEL SIGLO XVII)

*   9.- 8. EL CAMBIO EN LA NORMA CORTESANA, VISTO POR LOS GRAMÁTICOS EXTRANJEROS

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Imagen:Letra capitular  Ç miniada.

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