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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

7.- 6. LA CONFUSIÓN SE CONVIERTE EN NORMA DEL HABLA DE LA CORTE (FINALES DEL SIGLO XVI)

7.- 6. LA CONFUSIÓN SE CONVIERTE EN NORMA DEL HABLA DE LA CORTE (FINALES DEL SIGLO XVI)

6. LA CONFUSIÓN SE CONVIERTE EN NORMA DEL HABLA DE LA CORTE (FINALES DEL SIGLO XVI).   I ORÍGENES DEL PLURALISMO NORMATIVO DEL ESPAÑOL DE HOY.

      En la segunda mitad del siglo XVI, la disidencia de Castilla la Vieja gana terreno rápidamente.

      En contraste con los personajes çeçeo-zezeosos de la primera mitad de siglo, los gitanos que aparecen en escena en el teatro de la segunda mitad del siglo no distinguen las sonoras de las sordas 14.

      Así, en los Autos manuscritos del Códice de varios autores de la Biblioteca Na­cional de Madrid 15 anterior a 1578   16, los gitanos, esto es, «egipcianos», del Auto de la huida de Egypto (representado en 1576?) zezean siempre con z, tanto en lugar de /s/ como en lugar de /ss/17. Una práctica similar se encuentra en el Auto del finamiento de Jacobo (algo anterior?)18. En un paso representado en el Colegio de los Jesuítas de Sevilla en 1580 «salen dos Gitanillos, que son el amor sensual y el interesal, los quales hablan siempre c por s», y, efectivamente, ç (y nunca z) reemplaza a toda /s/ y a toda /ss/19. Un estado intermedio refleja la Comedia Aurelia de Timoneda, Valencia, 1564, pues en ella se intenta la distinción entre z (por /s/) y ç  (por /ss/) en el habla de los gitanos, pero hay confusiones como ze y dezeax20.

      Volviendo a los tratadistas. En Castilla la Vieja, donde sabemos que la confusión reina desde hace mucho tiempo, Cristóbal de Villalón (de Cuenca de Campos), profesor en Valladolid, aunque es incapaz de oír la oposición sorda-sonora en /ss/ : /s/ o /x/ : /j/, todavía quiere mantener, en 1558, estas distinciones acudiendo a reglas mnemotécnicas, pues su Arte o Gramática versa, según nos aclara en el prólogo, sobre «la costumbre y uso común de la lengua no corrompida»21. En cuanto a /ç/:/z/, sustenta una nueva teoría: c «usa della el Castellano con çedilla y... entonces vale tanto como media z»; z tiene «la mesma pronunciación que la c con çedilla dos vezes pronunçiada». ¿Se puede dar crédito a esta afirmación? Amado Alonso señala, con razón, que una valoración semejante de /ç/ y /z/ no pudo haberse hecho mientras siguieran siendo pronunciadas [ts] y [dz], «porque, a igual articulación, la sonora es más débil o ’floxa’ que la sorda» (p. 422). Si, además, recordamos lo ilógicamente que defiende Villalón la existencia de otros fonemas, que él mismo no distinguía en el habla22, nos inclinaremos decididamente a consi­derar esta distinción impresionista de /ç/ : /z/ como una fórmula vacía, que oculta a un no distinguidor23.

      En Madrid y Toledo, la práctica castellano-vieja de confundir la /ç/ y la /z/ fue imponiéndose en el habla descuidada de la mayoría a lo largo de esta segunda mitad de siglo24, hasta tal punto que, en el último cuarto del siglo XVI, había triunfado incluso entre los más letrados, con la consiguiente alarma de gramáticos y preceptistas.

      1578. Velasco (de Vinuesa, Soria, residente en Castilla la Vieja hasta la edad de treinta años), que vivió en Madrid y El Escorial de 1565 a 1598, da el primer grito de alarma al denunciar que, «de ser tan propinco y parecido el sonido», «de ser tan vezinas en el lugar y forma de pronunciarse», mucha gente iguala /ç/ y /z/, no sólo en la pronunciación, sino —y esto es lo malo— en la escritura: «Muchos, de no las pronunciar, no perciben la diffe­rencia dellas, y de no percibirla vienen con error a escrevir la una por la otra». Ello ocurría ya entonces «no solo entre gente sin letras, pero entre curiosos y obligados a saberlo». Ante esta situación caótica, Velasco rechaza el criterio fonetista de escribir como se pronuncia, que había predominado en el Renacimiento: «De la pronunciación, por andar tan confusa y estragada, no se puede hazer regla ni fundamento para la escritura», «no puede fiarse la escriptura de sola la pronunciación sin recurrir al origen que las palabras traen». Y, tras condenar a «los maestros que enseñan a leer y escrevir mal a los niños», insiste en que sean «enseñados a pronunciar el sonido verdadero de cada letra del alphabeto clara y distintamente, con fuerza de los labios y lengua». Al pedir que el habla se ajuste a la escritura y, a su vez, que la ortografía se ajuste a principios etimológicos, la exigencia de la distinción deja de hacer referencia a la realidad de una oposición fonológica y busca apoyo en reglas mnemotécnicas: muy pocas palabras comienzan con z; tras n y r, casi siempre ç,  los diminutivos y aumentativos llevan z; los verbos en -cer, con ç, «salvo hazer, cozer, iazer, y plazer», etc. ¿Qué prueba mejor que estas reglas para testimoniarnos que la neutralización ha sido aceptada com­pletamente por todas las clases sociales?25.

      1584. El toledano Cuesta sabía perfectamente distinguir la sorda /ç/, con «sonido rezio y doblado que la z», de la sonora /z/, que «tiene su sonido más floxo» (con idéntica oposición distingue /ss/ de /s/). Interesado, como Velasco, en la conservación de la pronunciación «verdadera», se detiene a describir con detalle incluso las pequeñas diferencias en el «punto» de articu­lación entre una y otra: la ç se pronuncia «allegando la lengua a los dientes y apretando los dientes algo, porque al tiempo que tornamos a abrir los dientes se haze de golpe el sonido della en la punta de la lengua y en los dientes», mientras que z se pronuncia «abriendo algo los dientes y metiendo la punta de la lengua entre ellos, que salga la lengua un poco fuera». A pesar de los principios etimológicos y antifonetistas de Cuesta (sustenta como norma la de que «a cada letra se le dé lo que es suyo»), creo que podemos aceptar su descripción de /ç/ como [ş], o mejor, quizá, [tş], y la de /z/ como [d].

      En cuanto a la sociedad en la que vivía, Cuesta nos informa que se había generalizado la indistinción en el propio Toledo. Con Velasco, censura du­ramente a los maestros de escuela por no exigir de sus discípulos la pronun­ciación correcta de cada letra, y los culpa del caos «porque de no tener cuen­ta los que enseñan [...] después vienen a dezir y escrivir çacharías [...] veci­nos, , hicimos [...] Vecerro, catorce y [...] amonestaziones, mozo [...] petizion, haziendo un rebolvimiento de la C y Z que ni saben que sonido tienen, ni lo que hazen, ni se entienden, que causa desabrimiento y descontento muy grande de los discípulos, enfado a quien les oye hablar o leer lo que escriven»26.

       1587. Confirmando las acusaciones de Velasco y Cuesta, el maestro de escuela madrileño Benito Ruiz muestra que en 1587 (o incluso bastante tiempo antes27) él mismo era ya incapaz de comprender las viejas oposiciones fonológicas del habla de la Corte, aún cuando el peso de la letra escrita le hacía tratar tímidamente de marcar alguna diferenciación entre /ç/ y /z/. Comienza por afirmar con decisión que «tres bozes tiene nuestra lengua que cada una dellas la exerçita con dos letras diferentes...; las bozes son de be, de çe, de je... La de çe se exercita con la que llaman çe con çedilla que es esta: ç, i con la que llaman zeda, que es esta: z». Pero, después, intenta justificar esa dualidad de signos defendiendo que estas tres «bozes» se representan con dos letras «porque se pronuncian algunas palabras con mas fuerça que otras, aunque es poca, i por otros rrespetos», y, al describir la z, insiste de nuevo en que «usa la mesma boz de çe, pero en algunas palabras muestra un poco de mas fuerça». Las demás notas distintivas que registra, basadas en el «punto» de articulación, nos convencen de la artificialidad de sus distinciones28. Él mismo reconoce lo forzado de su distinción al comentar que «tampoco en esto es todo çierto, porque se truecan estas dos letras muchas vezes, i muchas palabras que se escriven con esta z se pronuncian con esta ç, que suenan mejor por ser mas delgadas».

      Después de esto, no podemos sorprendernos de que, en el testamento de Ruiz, el escriba confunda completamente ç y z29. Benito Ruiz prueba que en Madrid «no solo entre gente sin letras, pero entre curiosos y obligados a saberlo» (como decía Velasco en 1578), /ç/ y /z/ no se diferenciaban la una de la otra. Resulta verdaderamente irónico que Cuesta y Velasco quisieran encargar a los maestros como Ruiz la tarea de restaurar el «verdadero» soni­do de /ç/ y /z/.

      Sólo como evidencia complementaria del avance del empleo de la fusión citaré el caso de Juan de Miranda, español residente en Venecia, del que no conocemos la región de origen. En 1565, Miranda nos muestra que conocía teóricamente la oposición /ç/ sorda : /z/ sonora, pero que era incapaz de distinguir la sorda y la sonora en el habla30.

      En suma, la confusión de /ç/ y /z/ de Castilla la Vieja, que, en la prime­ra mitad del siglo parecía ceñirse al habla regional familiar sin llegar a ame­nazar el imperio de la norma de Toledo, se deslizó subrepticiamente, después de la mitad del siglo, al sur del Guadarrama, arraigando en el habla de Ma­drid, e incluso de Toledo. Por los años 1570-1580, en la corte, incluso las clases más cultas habían aceptado ya la confusión como norma, para cons­ternación de unos pocos «ortógrafos» etimologizantes.

      La ortografía de los libros corrobora la imagen que hemos reconstruido a partir de los tratadistas: en la primera mitad del siglo XVI todos los impre­sores aceptan la norma toledana, habiendo, por ejemplo, «regularidad com­pleta en el Marco Aurelio de Guevara (Sevilla, 1531), en las Cartas de su contradictor Rhua (Burgos, 1549), en la traducción del Momo por A. de Almazán (Alcalá, 1553)». En cambio, desde poco después de 1580 algunas imprentas madrileñas publican libros con muchísimas cacografías: «En la Nueva Filosofía de la Naturaleza por Doña Oliva Sabuco (Madrid 1587) bacio y vacio (por vazio), blanquiço (por blanquizo), hacia (por hazia] partecita y leyecita (por partezita y leyezita), almorçar (por almorzar], azequia (por acequia);... en la Vida de S. Gerónimo de Sigüenza (Madrid, 1595) esparcir y satisfacer (por esparzir y satisfazer), cuentecillo y rosconcillo (que debieran llevar z31.

      Antes de que se manifestara en los libros, la desaparición de la distin­ción entre /ç/:/z/ en Madrid se reveló en los manuscritos. Citaremos como ejemplo llamativo el Aprecio de los bienes muebles, joyas, oro y plata, bestidos... de la magd. de la rreina nuestra señora, que esta en gloria 32 comen­zado en noviembre de 1568 y acabado antes del 3 de agosto de 1569 33 Sigue un resumen de las grafías g y z que aparecen en los fragmentos del inventario publicados por González de Amezúa34:

I. INTERVOCÁLICAS

l./z/ etimológica.

Falta de ortografía

2./ç/ etimológica.      

Falta de ortografía

hazer (haz-e, -en, -ella, -iendo, hizo, deshizo)              10

hacer (hicieron, deshacer)              2

cabeça (cabeça,-era, -adas, -ones)       6

cabeza (cabeza, -era)                    2

 

 

 

caza                     1

hazes                  1

fazetas                4

haçes                  2

pieça, entrepieça26

pieza                    2

doze                    4

dozientos             3

treze                   2

Alteza                  5

 

guarne-cido, -ición                   37 troços                   2
baçin                    1
caçoleta                1
parece                  1 Naçimiento            1
Adoraçion              1 Anunçiación           1
deboçion               1
servicio                 1
muçeta                 1

guarnezido            2



cazuela                 1

Naszimiento          1

lazos 2

azul 3

bazios 1

clabazon 1 caballeriza 1matizes                2

laços                    1

 

 

clabaçon               2

matices                 1

 



tapezeria              2 rrapazejos            1 botezillos             1

entapiçar               1

cofrecito                1

rriço, -ado            7

bocaçi                  1

 

bocazi                   1

 

 

 

guadamezies         1

II. INICIALES

1./z/ etimológica.

Falta de ortografía

2. /ç/ etimológica.

Falta de ortografía.

onze                  1

 

onça

onza                  11

quinze                6

 

ençima               6

enzima              2

 

catorce                1

lienço                 2

lienzo                1

arzón                  1

arçon                  1

Florençia             3

 

 

 

Francia-Francisco 5

 

 

 

prudençia           1

prudenzia           1

 

 

trençilla,

 

 

 

trançellin             2

trenzilla              1

 

 

cordonçillos        3

cordonzillos        1

 

 

botoncillos           1

botonzillos           1

 

 

maletoncillos       1

 

 

 

prinçipe               2

 

 

 

terçias                2

 

 

 

terciopelo          38

 

 

 

atonçalado          2

torzido                1

 

 

cenefa                2

zenefa                2

 

 

 

zerrar, zierra.

 

 

cerradura            1

zerradura            3

 

 

çint-a, -ura         6

zint-as, -os          2

 

 

 

zerco                  2

 

 

çielo                   2

zielo                   1

 

 

çafires                1

 

 

 

 

zapatos               1

 

 

çien, çiento         4

zien, ziento         7

 

 

çinco                 14

Zinco                  7

 

 

ciudad                2

 

 

 

 

zebellinas            1

      El Libro en que se asientan los remates que sé hazen de los vienes que quedaron de la reina35 nos da una visión complementaria del estado del ha­bla de Madrid. El archivero real Francisco Escudero, encargado de la subas­ta pública (comenzada el 11 de diciembre de 1569)36, y su sucesor Gregorio d’Olmedo (desde el 12 de septiembre de 1572 en adelante)37 están más aten­tos a la ortografía tradicional que el registrador del Inventario. Pero en los fragmentos de la Venta Pública editados por González de Amezúa 38 aparece un número considerable de faltas de ortografía:

      Vecinos (12 diciembre 1569), cabezera (19 diciembre 1569), honza dos veces (9 octubre 1570), Luçero (13 enero 1571), honce (17 enero 1571), vecino (18 enero 1571), boteçillos dos veces, caballeriça (12 febrero 1571), caballeriça (6 marzo 1571), honce, açul (2 abril 1572), brazete, onzas, maneçitas, maneçillas (24 abril 1572), açabache (26 abril 1572), onzas (30 abril 1572), maneçillas tres veces, vecino, catorce (14 mayo 1572), doçientos (10 julio 1572), enzima dos veces (12 septiembre 1572), trenzillas (13 octubre 1572), lazos (23 diciembre 1574), maneçillas (?). Cacografías a las que hay que añadir el nombre propio Quiçedo ~ Quizedo, escrito cuatro veces con ç y dos con z.

Diego Catalán. El español. Orígenes de su diversidad (1989)

NOTAS

14 El caso de z por /ss/ (zeñora) que se encuentra en la Comedia Eufemia de Lope de Rueda, Sevilla, 1576 (cfr. la edición en «Clásicos Castellanos» de la Lectura, 1924, de J. Moreno Villa), no debe atribuirse al año de la composición, sino al año de la impresión. Por lo demás, si creyésemos que Cotarelo utilizó la edición princeps, el razonamiento habría que referirlo a la versión de Valencia, 1567 (Obras de Lope de Rueda, ed. Academia Española, Madrid, 1908). En las dos ediciones sólo los primeros parlamentos de los gitanos muestran zezeo (limoznica, Dioz, prozperada); en los restantes se usa la s. No hay casos de ç por /ss/.

15 L. Rouanet, Colección de autos, farsas y coloquios del siglo XVI, I-V, 1901.

16 El Auto de la Resurrección de Christo, copiado algún tiempo después que los que ahora ocupan nuestro interés, incluye una licencia para su representación en Madrid fechada el 28 de marzo de 1578.

17 Por ejemplo: azemilon, rezuzitar, deziendo, zeñorez, mezon, oz, zoy, graçiosa, grazioza, zazon, ezta, zoziega, etc. Sin embargo, la grafía ç aparece alternando con z en el caso de /ç/:/z/, pero abundan los errores (véase Rouanet, II, p. 374). La fecha de representación es una deduc­ción de Rouanet, IV, p. 227: «Un auto que pourrait être la même que celui de nôtre recueil fut représenté  à Séville en 1576 (S. Arjona, Anales, p. 56)».

18 Ejemplo: Pazqua, roza, coza, donoza, cazado, limoznica, pienzas, avizado, zabraz, zeraz, manzo, etc. La grafía ç aparece, por su parte, en landreçilla, paresçen, pedaço, maliçioso, etc. (Véase Rouanet, I, pp. 207-210).

19 Véase A. Alonso, «El ceceo y seso españoles», Boletín del Instituto Caro y Cuervo, VII, 1951, p. 193.

20 En la edición facsímil de Turiana: Colección de comedias y farsas que sacó a luz Juan de Timoneda, Madrid, 1936, los gitanos de la Comedia Aurelia siempre emplean z por /s/ (Dioz, gitanoz, frezcura, dezdenez, limoznica, etc.; roza, caza, camizon, graziozica, etc.). Pero, en lugar de /ss/ encontramos a veces ç (ce, çomoz, en dos casos), otras, z (ze, dezeaz), y ocasionalmente s.

21  Respecto a la oposición /ss/:/s/ ofrece la regla de que «quando la s está entre dos vocales semejantes... entonces es neçesario que doble la s...». Véase A. Alonso, De la pronunciación, I, n. 299. Cfr. también la nota 300, sobre /x/:/j/, donde encontramos que: «la x en el castellano tiene la mesma pronunçiación en el vocablo que tiene la y larga... porque poca differencia haze dezir jarro o xarro, jornada o xornada, porque todo se halla escripto en el Castellano», y, sin embargo, Villalón aún trata de distinguirlas: «Verdad es que algo mas áspera se pronuncia la x que la/..».

22 Como A. Alonso, observa [De la pronunciación, I, p. 423), Villalón consigna el carácter aspirado de la h-, que era característico del habla toledana, pero que hacia 1540 era ya descono­cido en Castilla la Vieja según testimonio de fray Juan de Córdoba (véase atrás, notas 10 y 11); sin embargo, lo ilustra absurdamente con la h de hombre (de carácter exclusivamente gráfico, debida a criterios etimologizantes). Sus reglas sobre /ss/:/s/ (véase la nota anterior) son inexac­tas. Aunque describe la oposición de /b/:/v/ como [b]:[b], sostiene equivocadamente que el que quiera escribir bien «dirá xavon y no jabón» (cuando lo correcto sería xabon).

23 El testimonio de otro norteño, algo posterior, nos indica que los más cultos eran incapa­ces de poner en práctica la norma toledana. Se trata de un vasco, Pedro de Madariaga, que escribe en Valencia 1565 (quien copia mucho, especialmente a Nebrixa y Vanegas). Sabía teóri­camente que «siempre que pronunciaremos la c en toda su fuerça y rigor se pone c» y «quando la  no trae su entero sonido, sino que viene con mayor suavidad y dulçura, entonces echaremos z.». Pero de los tres ejemplos con los que trata de ilustrar su regla, uno es erróneo: azibar.

24 El Inventario de los bienes de la reina Doña Isabel de Valois, escrito hacia la época de su muerte (Simancas: Casa Real, leg. 24, núm. 2) nos proporciona un buen testimonio sobre el avance del sistema de Castilla la Vieja en el habla de la Corte en 1569. La transcripción de A. González de Amezúa del documento, Isabel de Valois, Madrid, 1949, III. p. 535, es digna de toda confianza. Volveremos sobre esta importante muestra del habla popular de Madrid más adelante.

25 ¿Daría el «verdadero» sonido a /ç/ y /z/ en su propia habla este castellano-viejo? Según sus detalladas descripciones, /ç/ y /z/ debían pronunciarse «arrimada la parte anterior de la lengua a los dientes», «no apretados, sino de manera que pueda salir algún aliento y espíritu»; pero con una pequeña diferencia en el «lugar» de articulación: «la estremidad» de la lengua estaría en el caso de /ç/ «casi mordida de los dientes», y en el caso de /z/ «no tan apegada», «arrimada a los dientes pero no metida entre ellos»; y con otra diferencia en el «modo» de pronunciación: el «espíritu» o aliento en /ç/ «a de ser blando y lleno», mientras que «si se esfuerça y adelgazándose sale con algún zumbido o silvo, conviértese en la voz y sonido de la z».
    Si nos atrevemos a afirmar que en su descripción nuestro «ortógrafo» atendió efectivamente a cómo se pronunciaba y no a cómo se debía pronunicar y creemos que describió la práctica real, ¿cómo interpretar la oposición? Analizando, sin prejuicios, las diferencias destacadas, po­dríamos afirmar que corresponden a una oposición del tipo [θ ]:[d], no diferente de la conservada hasta época moderna en extensas zonas de la Extremadura leonesa y castellana. Pero no olvi­demos su afirmación de que «el bien hablar... no lo es sino adquirido y procurado» y que «la pronunciación verdadera de las letras... no siempre se percibe por la oreja», sino que está deter­minada por «la escriptura».

26 Según la interpretación de A. Alonso, De la pronunciación, I, pp. 302-303, 381, los niños toledanos, y no los adultos, practicaban la confusión, lo cual indicaría que la no distinción «en la tierra de Juan de la Cuesta era reciente». Esta suposición de A. Alonso se basa en los siguien­tes comentarios de Cuesta: «Hase de tener muy gran cuenta que en esto de las pronunciaciones desde luego sepan los niños distinguir el sonido de la c a la z, porque ordinariamente (si bien se mira) hallaran que muy pocos niños hazen diferencia en pronunciar estas dos letras, es la causa no mirar los que enseñan al principio en ello»... «porque de no tener cuenta los que enseñan y quererse escusar del trabajo de hazer a sus niños o discípulos bien pronunciar esta letra a dife­rencia de la c, después vienen a dezir y escrivir [...]». No creo que Cuesta quisiera destacar aquí la existencia de una diferencia generacional en la pronunciación de /?/ y /z/. Dirige su ataque a los maestros de la escuela primaria, convencido, como los ortógrafos de todas las épocas, de que la corrección del lenguaje está en las manos de los que enseñan a los niños. Inquieto por el caos fonético y ortográfico que veía a su alrededor, deseaba remediar el mal atacándolo en su base. Cuesta, en esto, no hace sino seguir a Velasco (como A. Alonso reconoce, De la pronunciación I, pp. 299-300).

27 En 1587, Benito Ruiz era ya un hombre maduro (murió en 1605) cuando escribe, en la «dedicatoria» de su Declaración, que su libro era «el primer fruto de mis obras». Quizá sus observaciones sobre la fusión de /ç/ y /z/ sean válidas para los mismos años que las de Velasco.

28 Su descripción de /z/ «no es satisfactoria», según ya concluye A. Alonso (De la pronun­ciación, I, p. 308): «forma su boz mas en medio de la lengua i dentro de la boca que la c, con cedilla, haziendo la lengua çerto temblor y tocando en las muelas de la derecha mas que en las de la izquierda, i casi no se siente si toca en las enzias de arriba». La información adicional de que «su boz es a manera del ruido que haze el abejón o moscón» está tomada de Alexo de V anegas, el autor más frecuentemente citado en la Declaración (como indica A. Alonso, De la pronunciación, I, p. 307).

29 Según A. Alonso (p. 308), que cita: zarza, raçon, vecinos, juicio, çorrilla, laçaro, etc.

30 Su observación de que debe escribirse dança y fuerça, «e non danza ne fuerza, che haverebbe cattivo suono in Spagnuolo», sólo denota un conocimiento teórico de la oposición sonori­dad: sordez. En la práctica se muestra incapaz de percibirla. La norma de que ç= ital. z, z= ital. zz, que nos da, olvidando la dualidad de z «aspra» : z «dolce», no tiene fundamento en la realidad; pero es verdaderamente significativo que apoye esta norma con ejemplos erróneos, comparando (contrariamente a la costumbre «toledana») la z castellana con la zz en asprezza durezza, dulcezza (que es sorda).

31 En su nota 331, A. Alonso, De ¡a pronunciación. I, reproduce la lista procedente de Cuervo, Revue hispanique, II (1895), pp. 43-44.

32 El manuscrito está en Simancas (Casa Real, leg. 26, núm. 2: cuaderno de 64 páginas).

33 Fourquevaux, en una carta a Catalina de Médicis, fechada en Madrid, el 18 de noviembre de 1568, se refiere al comienzo del inventario de bienes de Isabel de la Paz. El 2 de agosto, 1569 una vez que se completó el inventario, el guarda-joyas de la Reina Isabel se hizo cargo de todas sus pertenencias. El nombre del notario que figura en el inventario nos es conocido: «A los herederos de Alonso Verde de Castilla 39286 mrs... que los hobo de haver por 86 días que se ocupo en hazer el ynventario y aprecio de los bienes de la dicha Serenissima Reina doña Ysabel y por la escritura del aprecio de los bienes y ropas del». Quizá otros le sucedieron en la actividad después de su muerte.

34 A. González de Amezúa, Isabel de Valois, 1949, III, pp. 535-551, publicó amplios frag­mentos de este inventario, trascritos fielmente. (En toda la obra las grafías de los documentos citados son cuidadosamente respetadas, actitud desgraciadamente poco frecuente en los histo­riadores españoles). En mis cómputos de ç y z  prescindo de las adiciones al inventario que se hicieron después de que los artículos catalogados fueran entregados al guarda-jovas de la reina el 2 de agosto de 1569.

35 Encontrado en Simancas (Casa Real, leg. 38, núm. 1) en un legajo manuscrito de 166 pliegos numerados. Véase A. González de Amezúa, Isabel de Valois, 1949, II, n. 311.

36 «En la villa de Madrid, a honze dias del mes de diziembre de mill y quinientos y sesenta y nuebe anos [...] por quanto [...] es a su cargo hazer el almoneda de los vienes [...] de [...] la reina doña Ysabel, nombro a mi, Francisco Escudero, por escriuano ante quien pasen los autos rremates y todo lo tocante y dependiente de la dicha almoneda [...].»

37 «En Madrid a doze dias del mes de septiembre de mili e quinientos e setenta e dos años, por ante mi, Gregorio Dolmedo, escribano desta corte[...].»

38 A. González de Amezúa, Isabel de Valois, 1949, III, pp. 554-573, reproduce algunos fragmentos de este manuscrito en los que se dan detalles de la lenta subasta.

CAPÍTULOS ANTERIORES:  EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

ADVERTENCIA

1.- EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

I ORÍGENES DEL PLURALISMO NORMATIVO DEL ESPAÑOL DE HOY

2.-1. EL FIN DEL FONEMA /Z/ [DZ - Z] EN ESPAÑOL

3.- 2. EL FIN DEL FONEMA /Z/

4.- 3. ¿PROCESO FONÉTICO O CAMBIO FONOLÓGICO?

5.- 4. ¿PROPAGACIÓN DE UN CAMBIO FONÉTICO O DE UN SISTEMA FONOLÓGICO?

6.- 5. LA FALTA DE DISTINCIÓN /Z/ : /Ç/, REGIONALISMO CASTELLANO - VIEJO

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