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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

QUEJAS DE DOÑA URRACA

QUEJAS DE DOÑA URRACA

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QUEJAS DE DOÑA URRACA

-Morir queréis, el buen rey,
--san Miguel os pese el alma,
que repartisteis los bienes
--como tuvisteis en gana:
diste a don Ramiro Burgos
--y a don Gaiferos Navarra
y a mí, como más chiquita,
--me dejáis desamparada.
Cogeré mi rueca en cinta
--y mi mantilla de grana,
me iré por el mundo alante
--como cosa malparada,
dando mi cuerpo a los hombres,
--como una mujer mundana:
a los moros, por dineros,
--a los cristianos, de gracia,
a los judíos, por perros,
--ni por oro ni por plata.
-¿Quién es aquella mujer
--que tanto se amarguraba?
-La vuestra hija es, buen rey,
--la vuestra hija doña Urraca.
-Cállate tú, hija mía,
--no quedas desheredada,
que allá en Castilla la Vieja
--un rincón se me olvidaba
y allá has de ir a vivir,
--entre los moros y España,
por un lado tiene el Duero,
--por otro Peña Gallarda.-
Aún no era el rey muerto,
--Zamora era cercada,
de duques y de marqueses,
--todos de espada dorada.

----El 27 de julio de 1977 aún oí cantar a Manuela Martínez, de 95 años, que venía de replantar unas hortalizas en su huerta donde habían hecho grandes destrozos los gallos, esta escena de la vieja gesta sobre "Las particiones del rey Fernando", el segundo de los poemas épicos del ciclo cidiano. Me hallaba en el pueblo de Santa Cruz de los Cuérragos, en la Sierra de la Culebra (Zamora), el mismo lugar en que Tomás Navarro Tomás lo había oído cantar en 1910, en versión única en todo el Norte de España. El texto tradicional de Santa Cruz combina, como un solo tema, tres romances de testamentos regios: éste de Fernando I, con los de Felipe II y Felipe III. Cuando, en 1996, subí, de nuevo, a Santa Cruz, a saber si la tía Manuela había dejado memoria de su saber en alguna otra de las mujeres a quienes gustaba cantar su repertorio romancístico, Santa Cruz era un lugar prácticamente muerto.
----Fuera de en este apartado lugar zamorano, el romance de las "Quejas de doña Urraca", sólo se había recogido en español de boca del extraordinario cantor gitano Juan José Niño, gracias a Manuel Manrique de Lara. Del Algarve procedía una versión, también única, publicada en el siglo XIX, donde se combinaban tres romances derivados del "Cantar de Zamora": "Doliente estaba, doliente", "Quejas de doña Urraca" y "Afuera, afuera, Rodrigo". Por su parte, la tradición oral de las islas atlánticas portuguesas subsumió esos tres temas de la versión algarvia en un romance en que el tema dominante es el de "Silvana". Todas estas ramas de la tradición oral moderna, aunque muy distantes geográficamente y también apartadas en su evolución, descienden de un tronco común y se conexionan con el texto que en el siglo XVI publicó en Amberes el impresor Martín Nucio:

.....

-Calledes, hija, calledes,
--no digades tal palabra,
que muger que tal dezía
--merecía ser quemada.
Allá en Castilla la Vieja
--un rincón se me olvidava:
Çamora avía por nombre,
--Çamora la bien cercada,
de una parte la cerca Duero,
--de otra peña tajada,
del otro la morería,
--una cosa muy preciada.

----Las escenas del reparto de los reinos por un rey Fernando moribundo y de la llegada de su hija doña Urraca a la cámara en que el gran rey se prepara para bien morir quejándose, destemplada e irrespetuosamente, de que la ha dejado desheredada e indefensa, constituían el núcleo esencial del primer cantar del poema épico sobre "Las particiones del rey Fernando" y la guerra fratricida que esas particiones del reino generan.
----En la gesta (que, desgraciadamente, sólo conocemos prosificada por la historiografía) la infanta doña Urraca (y no cualquiera de los hijos varones de Fernando el Magno) es el personaje central, y en torno a ella se estructura todo el poema. No es un personaje moralmente modélico. Pero, siendo mujer, no pudiendo, como los varones, remitir a la fuerza la defensa de sus derechos, su recurso tenía que ser la "artería" femenina, la capacidad de triunfar mediante el ingenio y las medias verdades. Doña Urraca reúne en el poema épico las cualidades que pueden hacer a una mujer merecedora de un reino: es apasionada, sensual, enérgica y firme en sus propósitos, por más que haga ostentación de su debilidad femínea, y, a la postre, resulta invencible gracias a esas artes de mujer.
----Según nos deja ver la prosa cronística, el poema se iniciaba utilizando, casi solamente, un escenario inmutable: la cámara en que agoniza Fernando I el Magno. En ella se dramatiza cómo, en el curso de esa su lenta agonía, el gran rey va asistiendo, impotente, al derrumbe de su autoridad y al comienzo de un proceso en que "se perderá España". La irrupción en ese escenario de su única hija, la infanta, rodeada de damas destocadas, como si la muerte del rey hubiera ya ocurrido, "metiendo bozes e faziendo el mayor llanto del mundo", es una escena, teatralmente montada con el consejo del Cid, de un efectismo impresionante. La infanta , cuando se dirige al encuentro de su padre, viene lamentándose recurriendo a las fórmulas más extremosas:

"¡Mezquina! ¿Qué faré o qué será de mí?, ¡Non oviera de ser naçida! Seer fija de tan honrrado rey e de reyna tan honrrada, aver de andar por el mundo lazrada e desanparada! Más me valdría la muerte, ca, mal pecado, non será tal ninguno que me quiera aver que me non aya, e diran todas las gentes por mi desonrra: ¡Ésta es la infanta doña Urraca!";

y, cuando llega ante el gran rey, que pensaba que su único problema era ya, una vez resuelta la sucesión, la batalla final con la Muerte:

"Veo, Muerte, que me fazes grand terrería, como quier que uno de los ojos me as ya quebrado, e yo, quando era sano, bien cuidara que a todo el mundo daría batalla",

le recrimina, diciéndole:

"Padre señor, ¿qué fiz yo porque así finco deseredada?... Aquí yazedes, el rey don Fernando, ¡mi manzilla e mi quebranto grande!, e malo fue aquell día que yo nasçý, ca, padre señor, partistes vos los reynos e a mí non me distes nada, e finco desanparada e lazrada...",

Don Fernando, que se hallaba ya medio traspuesto, necesita, como en el romance, que le aclaren quién profiere tales quejas:

"el rey preguntó entonçes al Cid quién era. E él díxole: Señor, es vuestra fija doña Urraca, que finca deseredada".

 

Y, don Fernando, al no ser ya señor de sus reinos, se lamenta:

"Amigos, sabed que por esta hija perderé yo el alma".

----En el romance, a esta escena del primer cantar del poema épico, se suma el recuerdo de la descripción de la ciudad de Zamora que se hallaba presente en el tercer cantar de la misma gesta, cuando el hijo primogénito de Fernando I, el rey don Sancho, que ha logrado reconstruir el reino paterno apoderándose de las partes dadas en herencia a sus hermanos, se presenta ante la ciudad con un imponente ejército e intenta arrebatársela a su hermana doña Urraca por la fuerza, pues ella no ha accedido a cambiársela por posesiones en tierra llana. Según el resumen cronístico, debido a Alfonso el Sabio, de los versos épicos correspondientes, llegado el rey

"vio como estava bien asentada: del un cabo la corría Duero e del otro peña tajada".

----El papel de protagonista que doña Urraca tenía en la gesta que conoció Alfonso X en el siglo XIII es la causa remota de que también ocupe ese lugar en varios romances del siglo XVI y de que, incluso en 1977, la señora Manuela asociara a la infanta Urraca con unos misteriosos accidentes de terreno ("Peña Castilla y Peña Gallarda") que ella había explorado de niña entrando por un brezal (entre "urces") para confirmar observaciones de su padre Celedonio, de quien aprendió el romance.

Diego Catalán

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