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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

EL CAUTIVO Y EL AMA BUENA

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EL CAUTIVO Y EL AMA BUENA

Me cautivaron los moros
--entre la paz y la guerra,
me llevaron a vender
--a Jerez de la Frontera.
Siete días con sus noches
--estuve en el almoneda
y no hubo moro ni mora
--que por mí una blanca diera,
si no fuera un renegado,
--que a malas lanzadas muera:
metió mano a su bolsillo,
--las cien doblas por mí diera.
Llevárame a la su casa,
--echárame la cadena;
me daba una vida mala,
--me daba una vida perra:
de día a moler esparto,
--la noche a moler cibera,
con un frenito en la boca,
--porque de ella no comiera.
Quiso Dios y mi fortuna,
--que encontré una ama buena:
cuando el moro no está en casa,
--me aflojaba la cadena;
me daba a comer pan blanco,
--del que el moro tenía en mesa,
me daba a beber del vino,
--del mejor de la bodega;
me echaba en su regazo,
--me espulgaba la cabeza.
Siempre me andaba diciendo:
---Cristiano, vete a tu tierra.
Si lo haces por caballo,
--yo te daré una yegua;
si lo haces por dineros,
--no te faltará moneda.
-¿Cómo me iré yo, señora,
--dejando tu cara bella?
-Más vale tu libertad,
--que no amor en tierra ajena.

----La única versión antigua que conocemos, publicada por primera vez (con su correspondiente glosa letrada) en dos Pliegos sueltos del siglo XVI (antes de ser reeditada, con correcciones, en diversos romancerillos de bolsillo), tiene un final mucho menos poético, ya que carece del diálogo entre el cautivo y su ama y reduce a pura lujuria el comportamiento de la mora y a puro interés el del cautivo: 

Por un plazer que le hize,
--otro muy mayor me hiziera:
diérame los cien doblones
--y embiarame a mi tierra.
Y assí plugo a Dios del cielo
--que en salvo me pusiera.

----El romance, ha tenido vida oral hasta tiempos modernos en ramas muy diversas de la tradición hispánica: en algunas comunidades sefardíes de Turquia (en el Oriente mediterráneo) y en las de Marruecos y Argel (en Occidente); entre los gitanos de El Puerto de Santa María (Cádiz); en toda la extensión geográfica de la tradición portuguesa (con alguna versión vieja lingüísticamente aún sólo aportuguesada a medias); en Galicia y Zamora; en Cantabria, y en la tradición catalana. Ninguna remata el romance guiada por la interpretación del texto impreso en el siglo XVI y, las más comparten el diálogo final entre el ama buena y el cautivo, con elementos comunes que reaparecen a larga distancia.
----Pero el texto poéticamente perfecto aquí acogido, en que la narración del "cuento" queda truncada en el punto de máxima tensión dramática, es un fugaz hallazgo de la tradición oral moderna (propio de las versiones judeo-españolas occidentales y de la única versión cántabra que conozco). Los "creadores" de este truncamiento tuvieron el acierto estético de escoger un motivo, en su origen secundario, y convertirlo en clave de todo el romance mediante la eliminación de cuanto pudiera seguirse en él contando.
----En comparación con esta invención elíptica, poco valen estéticamente los esfuerzos de otras ramas de la tradición para dotar a la historia de un desenlace. Las versiones catalanas y las portuguesas del centro y Sur de Portugal y de las islas atlánticas coinciden en contar la liberación del cautivo en forma de rescate: al volver el amo, el cristiano le paga las cien doblas dadas por él, mintiéndole respecto al origen del dinero. En estas versiones portuguesas, el desenlace se complica, aprovechando un romance de cautivos tardío, asonantado en -á.o, e introduciendo una escenificación elegíaca de cómo la mora (que ha dejado de ser la mujer del renegado, para convertuirse en la hija de un turco de Argel, amo del cautivo) contempla la partida, embarcado, de su amor, ante la mirada suspicaz de su padre. Frente a estas tradiciones, la formada por las versiones del Norte de Portugal, de Galicia y de Sanabria (en Zamora) escenifica la huida del cautivo siguiendo las instrucciones que en versiones de otras áreas le daba el ama. Pero en Orense y en Sanabria, la huida resulta frustrada, ya que se encuentra en el camino con el amo y no logra engañarle, por lo cual:

Con la furia, el perro moro
--de la mano me cogiera,
hiciérame decir misa
--a la sombra de una higuera,
ofreciéndome de cáliz
--un zapato de su yegua;
hiciérame consagrar
--la sangre de una culebra
y me hizo comer, por hostia,
--una hojita de hiedra,
haciéndome renegar
--la fe de Dios verdadera.

Diego Catalán 

Imagen de antuandetet.linkara.com

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