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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

LA GALLARDA MATADORA DE HOMBRES

-¿Dónde vive la Gallarda,
--madre, que es cosa muy linda,
dónde vive la Gallarda?,
--yo visitarla quería.
-¡No vayas allá, hijo mío,
--no vayas, por vida mía!,
que también tu padre fue
--y no encontró la venida.
-Calle, calle, la mi madre,
--mi palabra he de cumplirla;
me ha brindado la Gallarda
--a dormir con ella un día.-
De los caballos que tiene,
--al mejor puso la silla,
y comienza a navegar
--por unas vegas arriba.
En el medio del camino,
--halló una fuente muy fría
y se apeara a beber,
--porque la sed le afligía.
Viera estar a la Gallarda
--en su ventana florida,
peinando cabellos de hombre,
--parecen seda torcida.
-Apéese, el caballero,
--que aquí tiene su dormida.
Suba, suba, caballero,
--suba, suba para arriba,
que tengo siete criadas
--gobernando la comida.-
Al subir las escaleras,
--alza los ojos y mira
siete cabecitas de hombres
--colgaditas de una viga.
Una era de su padre,
--la barba le conocía;
otra era de su hermano,
--la prenda que más quería.
-¿Qué es esto, linda Gallarda,
--qué es esto, Gallarda linda?
-Son cabezas de lechones,
--criados en la montina.-
Gallarda pone la mesa,
--caballero bien la mira.
-Come, come, caballero,
--come, come, por tu vida.
-¡Cómo he de comer, Gallarda,
--si con la sed no podía!-
Gallarda le escancia el vino,
--caballero bien la mira.
-Bebe, bebe, caballero,
--bebe, bebe, por tu vida.-
Gallarda hace la cama,
--caballero bien la mira.
Púsole siete colchones,
--sábanas de holanda fina;
entre colchón y colchón
--un puñal de oro metía.
Allá por la media noche,
--Gallarda se revolvía.
-¿Qué buscas, linda Gallarda,
--qué buscas, Gallarda linda?
-Busco mi rosario de oro,
--que lo rezo cada día.
-El rosario que tú rezas
--en mis manos lo tenía.-
Anduvieron vuelta y vuelta,
--por ver el que más podía;
el caballero debajo,
--la Gallarda quedó encima;
se lo espetó por la espalda
--y el corazón le partía.
-¡Abre las puertas, portero,
--que ya va viniendo el día.
-Estas puertas no se abren
--hasta que amanezca el día,
que yo, si las puertas abro,
--Gallarda me mataría.
-No temas a la Gallarda,
--ni toda su gallardía,
la sangre de la Gallarda
--por la sala ya corría.
-¡Oh, bien haya, el caballero,
--la madre que le paría!
¡cuántos hijos de hombres buenos
--aquí perdieron la vida!

---- Sin duda debido a su tema, no fue publicado en el Siglo de Oro; pero no cabe duda de que su personaje central y los componentes esenciales del argumento son herederos de una fabulación medieval que rebasa los límites geográficos de la literatura peninsular.
----En la tradición oral moderna ha gozado el aprecio de los cantores de Bragança, en Portugal, de toda Galicia, de Asturias, de León, del Norte de Zamora, de Palencia y de Potes, en Cantabria, territorios que definen el área donde es un romance bastante conocido. Fuera de ella, sólo conozco versiones únicas de Zaragoza, de Toledo, de Cáceres, de Málaga, de Granada y de Tetuán. Todas son muy semejantes entre sí, incluso las exteriores al área norteña; pero, dentro de ellas, son más numerosas las que omiten la escena inicial, del diálogo con la madre, y comienzan, según un molde muy común en el Romancero, presentando a la Gallarda:

Estándose la Gallarda
--en su ventana florida,
vio...

----Algunos cantores han confundido a los "lechones" (en su origen, los jóvenes puercos monteses, no las crías de los cerdos "criados con mi harina", que dicen ciertas versiones) con "leones", confiriendo mayor prestancia a las cabezas colgadas de la viga:

-Son de los siete leones,
que la reina se comía,

...que a la reina se comían

....que a la tierra se comían

...que a la reina perseguían,

coinciden en decir versiones cantadas en Granada, Villaluenga (Toledo), Cañaveral (Cáceres) y Caldueño (Llanes, Asturias), mostrando que ha habido una difusión tardía del romance por la Península.
----La melodía con que el romance se canta en tierras sanabresas me es familiar por intermedio de una cantora atípica, la escritora Eulalia Galvarriato.
----Quizá la escasa representación del romance en el Centro y Sur de la Península se deba a la preferencia, desde el Siglo de Oro, por la historia de otra matadora de hombres sociológicamente diversa: la Serrana de la Vera.

Diego Catalán

Imagen de portada basada en Irene Papas

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