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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

SILVANA

SILVANA

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SILVANA

Se paseaba Silvana
--por la su huerta florida
con la vihuela en los brazos
-- ¡oh qué bien que la tañía!,
si bien tañe la vihuela,
-- mejor romance decía.
Su padre la está mirando
-- desde una alta celosía:
-¡Qué bien pareces, Silvana,
-- en ropas de cada día,
más que la reina tu madre,
-- en las de Pascua Florida!
Silvana, ¿si tu quisieras
-- holgar conmigo un día?
-Yo, mi padre, bien holgara
-- y también toda la vida,
mas las penas del infierno
-- ¿quién por mí la pasaría?
-Ésas no las pasas tú,
-- ¡las paso yo cada día!
Un Padre Santo hay en Roma,
-- todo nos perdonaría.
-Y un solo Dios en los cielos,
-- que estrecha cuenta pedía.
-Si no nos lo perdonara,
-- iremos en romería
y, si eso no bastara,
-- yo por ti las penaría,
tres vueltas en el infierno
-- yo por ti bien las daría.
-Déjeme, padre, que vaya
-- a los baños de agua fría,
a que me lave y me ponga
-- una delgada camisa.
Maldiciendo va Silvana
-- la hora en que fue nacida;
maldiciendo va la madre
-- que no tiene sino una hija,
que, si tuviera una hermana,
-- sus penas le contaría;
maldiciendo va Silvana
-- su alma, su cuerpo y su vida.
¡Mi Dios, cómo gime y llora,
-- mi Dios, qué llantos hacía!,
sus cabellos remesaba,
-- sus manos blancas torcía,
los anillos de sus dedos
-- por medio todos partía.
-¿Por qué lloras tú, Silvana?,
-- ¿por qué lloras, hija mía?
-No se lo diré, mi madre,
-- aunque me cueste la vida.
-Para todo hay remedio,
-- para la muerte no había.
-¡Un padre, que me creó,
-- de amores me requería!
-Calla, calla tú, Silvana,
-- que eso bien lo compondría;
tú, ponte los mis corales,
-- yo pondré tu gargantilla;
yo me iré para tu cama,
-- tú vendrás para la mía.
Cuando el rey llegó a la puerta,
-- la candela mataría.
-¿Qué es esto, hija Silvana,
-- qué es esto, hija mía?
-Vergüenza del rey mi padre,
-- vergüenza que yo tenía.
Cuando se echó en la cama,
-- empezó de combatirla.
-¡Ay, válgame Dios del cielo!
-- ¿qué es esto que yo veía?
pensé que tú eras doncella
-- y mujer te hallaría:
¡señales de mocedad
-- en la cama no veía!
-¡Cómo quieres que sea virgen,
-- ya de tres veces parida!
Una vez parí a don Diego,
-- otra vez a don García
y otra vez parí a Silvana,
--la flor de toda Castilla.
-¡No pensé que entre mujeres
-- tal descubrimiento había!
En diciendo estas palabras,
-- muerto en el suelo caía.
-¡No desmayes, el buen rey,
-- no desmayes, por tu vida!;
otras faltas he callado,
-- también ésta callaría,
que, entre marido y mujer,
-- muchas faltas se encubrían.
-¡Hola, hola, la mi reina,
-- siempre fuisteis entendida!
Ahora os quiero, la reina,
-- un grado más que os quería,
que salvásteis la mi honra,
-- también la de Silvanica.

-- -- Ni las impresiones de romances del siglo XVI ni las referencias a romances en los Siglos de Oro nos dejaron noticia de este romance. Es cierto que en el Auto do fidalgo aprendiz, de D. Francisco Manuel de Melo (1640), D. Gil empieza a cantar para Brites, acompañándose de una guitarra o vihuela que ella le trae, esta letra:

Passeavase Silvana
-- por hum corredor hum dia;
pero Brites protesta de que lo que le canta sea una canción en portugués y no en castellano. Y, sin duda, dado el abrumador testimonio de la tradición oral moderna de Portugal y Galicia y de los territorios ultramarinos de lengua portuguesa, esos octosílabos pertenecían en el siglo XVII, no a nuestro tema, sino al texto portugués del romance de “El conde Alarcos”. La inmensa mayoría de las versiones de este otro tema recogidas en los siglos XIX y XX en esas regiones comienzan diciendo, más o menos, así:
Passeava dona Silvana
-- pelo corredor acima,
tocando na sua guitarra
-- o melhor que ela sabia.
Levantou-se o rei da cama
-- ao ‘strondo que fazia:
-O qué é isso, minha filha?,
-- o qué é isso, filha minha?
-De três irmãs que nos éramos,
-- ’stão casadas, têm familia,
eu, por ser a mais fermosa,
-- por qué razão ficaria?...,

y continúan con la propuesta que la infanta hace a su padre de que ordene a determinado conde que mate a su mujer, para poder ella tener un marido digno de su rango.
----Aunque la escena inicial de la guitarra parezca ser en “El conde Alarcos” un préstamo directo del romance de “Silvana”, más que el recurso a un motivo tópico, está claro que el romance del incesto, en la tradición occidental gallego-portuguesa, no ha tenido, desde antiguo, gran aceptación, en contraste con lo ocurrido en otras áreas de la tradición pan-hispánica. A doña Carolina Michaëlis de Vasconcelos (que confundía el romance de “Silvana” con el de “Delgadina”, debido a los textos amañados por Almeida Garret) le parecía “tema antipático, mais impressivo”, sin duda por la presencia en la vida real de la práctica del incesto padre-hija.
----Obviamente, en el Siglo de Oro el tema no podía ser tratado abiertamente fuera del confesionario; salvo en el canto oral. A pesar del tabú, el romance de “Silvana”, aunque menos difundido que el otro romance en que se narra la historia de la presión de toda una familia para que la hija cumpla la voluntad incestuosa del pater familias (el de “Delgadina”), se ha venido cantando, con una estructura, unos pormenores narrativos e incluso formas muy similares de expresión, en áreas de la tradición hispánica muy apartadas entre sí desde un remoto pasado. Son completas y excelentes las más de las versiones judeo-españolas de Oriente (Sarajevo, Salónica, Larissa, Esmirna, Rodas, Jerusalén), mientras las marroquíes parecen de algo más tardía importación. Canarias es otra área donde el romance tiene gran arraigo y donde se canta con extraordinaria riqueza de motivos. Asturias, Cantabria, León, Zamora, Palencia, Burgos, Navarra, Huesca compiten, asimismo, en buenos textos. Es notable la tradición unitaria del Oriente peninsular, con versiones de Lérida, Barcelona, Mallorca, Menorca, Castellón,Teruel, Albacete, Alicante, Murcia, Almería, Córdoba y Málaga, donde, entre otros rasgos comunes, el padre corteja a la hija diciendo:

-Silvana, si tú quisieras
-- ser de tu padre querida,
te vestiría de oro,
-- de plata te calzaría,
una camisa de holanda,
-- las mangas de perlas finas.

-- -- Ya he comentado la escasez de textos en que sobrevive el tema en Galicia, Portugal y las islas atlánticas portuguesas. Aunque no llegue a ser desconocido el romance con su típica estructura, hay en esa rama de la tradición una fuerte tendencia a utilizar sus motivos iniciales en el tema de “Delgadina”. Ello también ocurre en la América de habla española: en Venezuela, Colombia, Cuba y Puerto Rico.

Diego Catalán

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