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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

PARIDLO, INFANTA, PARIDLO



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PARIDLO, INFANTA, PARIDLO

-Hora es, el caballero,
--hora es de andar de aquí,
que me crece la barriga
-- y se me acorta el vestir.
Vergüenza he de mis doncellas,
-- las que me suelen servir;
vergüenza de padre y madre,
-- los que se miran en mí.
-Paridlo, infanta, paridlo,
-- como mi madre hizo a mí;
ni casa ni cama tengo
-- donde vengas a parir;
hijo soy de un cava-tierras,
-- cavando gana el vivir,
hijo de una lavandera,
-- que lava paños cuadril;
paridlo, infanta, paridlo,
-- como mi madre hizo a mi.
-¡Antes arrevientes, vientre,
-- que tal se diga de mí!,
¡Julïán, falso, traidor,
-- que entrastes en mi jardín,
cogistes la flor y el fruto
-- y me engañastes a mí!

---- En el Romancero del siglo XX, sólo se halla en las comunidades sefardíes de Oriente: en Bosnia. De Sarajevo (que entonces pertenecía al Imperio Austro-húngaro ) es la versión que el Dr. Ángel Pulido (el gran defensor de los sefardíes) remitió a Ramón Menéndez Pidal en 1904 desde Viena, así como la del Gran Rabino Mauricio Levy y otras que Manuel Manrique de Lara anotó (con su música, en aquellas que se lo cantaron), cuando en 1911 recorrió todas las comunidades judeo-españolas de Oriente becado por la Junta para Ampliación de Estudios.
---- El remate que la tradición oral dio al romance (inspirado en el tema de la tragicomedia de Gil Vicente Don Duardos, donde el protagonista asume la personalidad de un “Julián” hortelano para poder ganarse el amor de Flérida), es un acierto indudable. En el siglo XVI, competían, en los textos publicados del romance (cuyo comienzo común era “Tiempo es el cavallero, / tiempo es de andar de aquí” o “... de yr de aquí”), tres tipos de final. El que cerraba el romance con las palabras del caballero:

-Parildo vos, mi señora,
-- que ansí hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,
-- que a cabar es mi bivir;

el que escoge como versos finales la maldición de la ex-doncella, que da prioridad a su orgullo de clase:

¡antes sea rebentada
-- que de tal hombre parir!,

y el de tipo Don Duardos, que introduce la “moral” de un “final feliz” en atención a los prejuicios sociales, con la revelación por el caballero de su alta alcurnia:

-Non vos maldigáys, señora,
-- non vos maldigáys assí.
Hijo soy del Rey de Francia,
-- de la Reina otroquesí;
villas y castillos tengo
-- donde os pueda bien servir,

o, en forma similar:
...

mi madre es doña Beatriz;
--cien castillos tengo en Francia,
señora, para os guarir,
--cien donzellas me los guardan,
señora, para os servir.

El romance era, sin duda, cantado ya en el siglo XV, no sabemos con qué final. El Cancionero musical de Palacio nos conserva su vieja melodía y su comienzo, con la variante, más antigua:

-Tiempo es, ell escudero
-- tiempo es de andar d’aquí,
qu’el secreto se descubre,
-- ya no lo puedo encubrir,

 

propia de un tiempo en que los escuderos eran los jóvenes de clase caballeresca aún no armados caballeros (y no los criados de los caballeros, como después); esto es, eran los preciados amadores.

Diego Catalán

Imagen de portada: folio del Cancionero de Palacio

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