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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

FLÉRIDA Y DON DUARDOS

FLÉRIDA Y DON DUARDOS

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FLÉRIDA Y DON DUARDOS

Salir quiere el mes de abril,
--de mayo antes un día,
cuando las rosas y flores
--muestran más su alegría;
la luna iba tan alta
-- como el sol al mediodía,
cuando la señora infanta
-- Flérida se despedía:
-Adiós, rosas y claveles,
-- los que en mi huerta tenía,
adiós, mis ricos vergeles,
-- donde yo me divertía;
adiós, las fuentes de oro,
-- donde yo beber solía,
adiós, adiós, aguas claras,
-- adiós, adiós, aguas frías.
Adiós, mis ricas doncellas,
-- las que conmigo dormían,
si el rey mi padre os pregunta,
-- el que a mí mucho quería,
decidle que Amor me lleva,
-- la culpa que no era mía,
porque el Amor y la Muerte
-- nadie los pone a porfía:
tanto porfió el Amor,
-- que a mí rendida tenía.-
Con ciento de sus doncellas
-- a la mar se bajaría;
veinticinco embarcaciones
-- vienen a buscar la niña,
las antenas son de oro,
-- los remos de plata fina.
Al son de los dulces remos,
-- la niña se adormecía;
con el ruïdo del agua,
-- la niña recordaría:
-¡Ay, válgame Dios del cielo,
-- qué grande desdicha mía,
yo no sé si voy ganada,
-- yo no sé si voy perdida,
que no sé adónde me llevan,
-- ni menos dónde yo iba!
¿Si me llevan para Francia
-- o para el Andalucía,
o para la Inglaterra,
-- donde yo pertenecía?
¡Venid acá, escribanos,
-- dadme acá esa escribanía;
escribiré y notaré
-- aquesta desdicha mía!-
Oídolo había don Duardos,
-- que junto a ella estaría:
-No lloréis vos, la mi alma,
-- no lloréis vos, la mi vida,
ganada vais, mi señora,
-- ganada, que no perdida:
Para Francia vais, señora,
-- a Francia, la bien guarnida.
Si ricas casas dejasteis,
-- ricas casas hallarías,
las paredes son de oro,
-- labradas en plata fina,
los techos alfarjezados,
-- labrados a maravilla,
los cerrojos de las puertas
-- de aljófar y piedras finas;
si padre y madre dejasteis,
-- suegro y suegra hallarías,
hallaréis lindas doncellas
-- para vuestra compañía.-
En mitad de aquellos mares,
-- los dolores le venían;
en haldas de don Duardos
-- un niño parido había.

---- Entre los libros de caballerías españoles que a comienzos del siglo XVI se leían por todos tanto en Portugal como en España, el Libro segundo de Palmerín o Primaleón de Francisco Vázquez de Ciudad Rodrigo (1512) tuvo la fortuna de seducir a Gil Vicente con su historia de los amores de don Duardos, uno de los tres héroes del complicado relato novelesco. El genial poeta y dramaturgo portugués, que había venido componiendo para la reina doña Leonor, la viuda de Juan II de Portugal, “comedias, farças y moralidades” las cuales, “en caso de amores”, se referían a “figuras baxas”, decidió ofrecer al joven rey Juan III, por los años de 1522 a 1525, una “Tragicomedia”, poniendo “más velas a mi pobre fusta” (como él dice): el Auto de don Duardos, escrito en español, pues era entonces la lengua cortesana en Portugal.
Su éxito fue extraordinario a un lado y otro de la raya fronteriza entre los dos reinos, aunque los inquisidores de uno y otro, imbuidos del espíritu del Concilio de Trento, metieran repetidamente la pluma censora en el texto vicentino, obligando a retirar y retocar ediciones. La “Tragicomedia” (de final feliz) se concluía con un romance, que, con independencia de la pieza dramática, tuvo impresiones en pliegos sueltos y cancioneros españoles.
---- El romance se tradicionalizó y, ya a comienzos del siglo XVII, Luis Vélez de Guevara lo dramatizó, en su comedia El príncipe viñador, tomando el texto de una versión llegada a sus oídos, no por descendencia escrita. El Romancero oral del siglo XX lo heredó en versiones cantadas, preciosas (algunas de ellas) no sólo en su texto sino en su música (como la que anotó Manuel Manrique de Lara en 1915, oída a la cantora sefardí Majní Bensimrá de Tetuán). La composición original del poeta portugués tenía ya una indudable calidad, dentro de una tradición poética cancioneril, trovadoresca; pero el poema fruto de la tradición oral es de tales quilates que el vicentino empalidece a su lado.
---- El recuerdo del poema de la “Tragicomedia” es propio de tres áreas de la tradición oral moderna: la judeo-española del Norte de África, Asturias y el Portugal del Norte e isleño. Aunque, en todo el comienzo del romance, los aciertos poéticos se dan en las tres ramas de la tradición, la sefardí excede, en este caso, en perfección poética a las otras dos y es la única que desarrolla el atribulado viaje marítimo manteniendo el espíritu caballeresco.
---- Resulta paradójico que el poema escrito en español en el Portugal del siglo XVI se haya venido a cantar en portugués en el siglo XX llegado por vía oral desde España. En Asturias, la narración pega un súbito quiebro, ya que, ante la duda de la infanta respecto a su destino, “Belardo” le contesta:

-No te llevo por esposa
-- que esposa yo la tenía,
de siete amigas que tengo,
-- serás tú la más querida.
Llévote a comer el pan
-- de lo que el galgo comía,
para que tomes estado
-- donde el caballo dormía,

y el tema caballeresco viene a quedar absorbido por el de una mujer seducida por un “moro” a quien la Virgen salva finalmente.

Diego Catalán

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