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ROMANCERO DE LA CUESTA DEL ZARZAL

51.- 2. EL CONFLICTO ENTRE LA NORMA REGIONAL Y EL ESPAÑOL NORMATIVO

51.- 2. EL CONFLICTO ENTRE LA NORMA REGIONAL Y EL ESPAÑOL NORMATIVO

2. EL CONFLICTO ENTRE LA NORMA REGIONAL Y EL ESPAÑOL NORMATIVO. VII. EL ESPAÑOL EN CANARIAS.

      Mientras las cuestiones a que hemos pasado revista en el apartado ante­rior interesan sólo al estudio científico (lingüístico) del español, este otro problema afecta al cultivo de la lengua y, en última instancia, a la enseñanza del idioma.

      Según hemos visto, el «español canario», considerado al nivel del habla, constituye una vaga entidad, dada la inexistencia de un dialecto uniforme en el archipiélago y habido en cuenta que los rasgos distintivos de las hablas canarias son propios también de otras variedades de español ultra y cismarino. Pero, sin embargo, para comprender la situación de la lengua española en Canarias es preciso reconocer la existencia de un «español canario» al nivel de la norma. Evidentemente, el castellano normativo, aun siendo respe­tado y admirado en su calidad de lengua «correcta», en modo alguno consti­tuye un modelo que el hablante canario se crea obligado a atender. Dejando a un lado algún raro sujeto especialmente redicho, nadie se propone ajustar a esa prestigiosa ortología su personal idiolecto; la norma regional, no la ofi­cial, gobierna el español de todos los estratos socio-culturales de la comuni­dad isleña.

      La autonomía de la norma regional canaria bajo la cual se desenvuelve el cotidiano ejercicio de la lengua se manifiesta tanto en el campo del léxico, como en el de la fonética, como en el de la gramática.

      No voy a detenerme a ejemplificar el extremado carácter regional del vocabulario más usual y de los modismos más repetidos; sólo un cómputo estadístico podría darnos cuenta del importante porcentaje de voces y expre­siones de empleo diario más o menos ajenas al uso «castellano» actual. Es cierto que una gran autonomía en el léxico común y fundamental es tan frecuente en todos los rincones del mundo hispano-hablante, que apenas si merece atención el constatar un caso más; por otra parte, la Academia, al adoptar en su Diccionario un criterio «compilatorio», acumulativo (frente al criterio «sistemático» que preside sus normas ortográficas, fonéticas y grama­ticales), ha concedido carta de naturaleza a todo vocablo regional caído entre sus manos. Pero no por ello la existencia en el léxico de una norma insular distinta de la castellana general deja de ser dato de importancia al tratar de evaluar la autonomía normativa del español canario.

      La norma regional preside también firmemente la pronunciación de la comunidad isleña. Ningún hablante se propone desdoblar su fonema sibilan­te único, pronunciado como [ş] «ese dental», en los dos propios de la norma castellana [θ] y [ṡ]; salvo en casos de énfasis (y dejados aparte algunos enla­ces sintácticos), las sibilantes postvocálicas se aspiran en todos los niveles sociales; la norma isleña conoce sólo una realización aspirada [h] para el fonema correspondiente a los grafemas j, ge,i, sin que nadie intente reprodu­cir la [x] castellana [4.1], etc.

      En la sintaxis, la existencia de una norma regional autónoma, desenten­dida de todo modelo castellano oficial, es tan obvia como en la fonética.

      Así, por ejemplo, en la repartición de empleos entre canté y he cantado, el español canario está lejos de seguir la norma castellana actual, según muestran los ejemplos siguientes [31.2]: ¿Te caíste, mi niño?; ¿Dónde estuvie­ron? (hoy); Vine hoy; Oí decir que llovió mucho en La Esperanza (esta no­che); Ahora se casó y se dedicó a comprar mosto; Dos años hizo el 25 de este mes; Ya hizo diez años que se fue; Se me murió envenenado (un hijo). Pero ello no significa que en Canarias se haya generalizado el pretérito simple a costa del compuesto, o que exista un estado de caótica confusión; ocurre sencillamente que el uso se gobierna por una «norma» divergente de la castellana oficial (arcaizante en este caso). El pretérito compuesto se emplea sólo, como en español preclásico, para indicar una acción durativa (o reiterada) que se prolonga hasta el presente, o una acción que ha producido un estado que persiste en el momento de hablar; el pretérito simple continúa usándose para expresar las acciones puntuales, aun cuando hayan ocurrido en el «pre­sente ampliado» o incluso en un momento inmediatamente anterior al pre­sente gramatical. Compárense con las frase arriba citadas estas otras: Aquí tiene usted a uno que ha andado La Palma de palmo a palmo; Pepe se ha quedado viejo en pocos años; No ha sido enamorada; En todavía no ha hecho frío; Las rondallas de Teror sí han venido, y los herreños. La oposi­ción entre uno y otro pretérito resulta más patente confrontando expresiones paralelas: Este año estuvo muy bien la feria de San BenitoEste año ha hecho mucho calor; Oí decir que te vas a casarSiempre he oído decir que...; Ahora mismito llegó el cocheNo ha llegado, pero será que está pa su casa; Mi hija se casó este mesLas hijas mías se han casado de veinte a veinticinco años; Matilde nació en la PerdomaYo he nacido (o nací) en la Perdoma; No hace mucho que fui a la OrotavaNunca he salido de la isla; a Santa Cruz y Candelaria sí he ido. El sistema es perfectamene claro y permite a los hablantes canarios establecer algunas distinciones imposibles en el cas­tellano común: No vino, se dice cuando ya no hay esperanza de que la perso­na en cuestión venga; No ha venido, indica que aún se está esperando por ella. Hoy no fui a la escuela, dice el niño que se ha quedado en casa; pero el adulto que habla de su pasado escolar puede concebirlo, bien como una ex­periencia que dio lugar a un estado (de posesión de un saber), bien como un mero suceso ocurrido tiempo atrás; en el primer caso empleará el pretérito compuesto, en el segundo el simple: Yo he ido a la escuela, dirá el que quiere ponderar su calidad de persona que ha recibido una cierta educación. Yo fui a la escuela; lo que pasa es que se me ha olvidado, consignará, en cambio, aquel que no recogió el fruto de la acción pasada.

      La misma independencia normativa se advierte en el sistema pronomi­nal. En el español canario «común» han sido desterrados por completo los pronombres vosotros, os (y las desinencias verbales correspondientes), susti­tuidos por ustedes, Ios-las, les (acompañados de las correspondientes formas verbales de 3ª persona del plural) [24.1]. En el posesivo se reserva suyo para la persona «usted», mientras «vuestro» se dice de ustedes, y para las terceras personas se emplea de élde ella, de ellosde ellas [26]. La norma regional no hace concesiones al «leísmo» y «laísmo» castellanos: las varias fuerzas que en Castilla la Vieja primero y en Madrid después vienen presionando sobre el sistema etimológico (analogía con me, te; atención a la distinción persona-cosa; deseo de expresar el género de la persona aludida) no han hecho ninguna mella en el empleo de los pronombres en Canarias: el acusativo es lo-la, Ios-las; el dativo, le, les, sin excepciones [25].

      La poca atención por la ortología del español general hace posible que en el español canario no sea ya un vulgarismo, sino una construcción perfec­tamente normal, la conversión del impersonal haber en verbo personal. Fra­ses como ¿Cuántas personas hubieron?, El lunes hubieron fiestas, Habían niños jugando en la calle, son naturalísimas en boca de personas universita­rias [29.1]. También lo corriente es decir Habíamos muchos en la sala y —¿Qué día somos? Somos viernes o — Somos cuatro [30].

      En fin, hasta el propio orden de palabras se ajusta en ocasiones a nor­mas divergentes de las que son habituales en el castellano común. Así, por ejemplo, nunca se dice sino: lo más que me gusta..., más nada, más nadie, más nunca.

      Si la norma castellana oficial rara vez interfiere sobre la local a la hora de modelar el habla de cada día, en cambio ejerce un poderoso control sobre la lengua escrita por la minoría letrada del archipiélago. Mientras a hablar se aprende en la calle y en familia, a escribir se aprende en los centros de ense­ñanza y sobre unos libros escritos en prosa «castellana» extrainsular. Ello trae consigo, para la población no analfabeta, una situación de incipiente diglossia. Los dos niveles lingüísticos representados por el uso coloquial y el uso literario (en un amplio sentido) del idioma dejan de constituir las dos caras de una misma moneda: de un lado, el habla tiende a desarrollarse ajena del todo al depurador influjo del español literario; a su vez, la lengua escrita viene a ser aprendida y cultivada como una estructura sobrepuesta y artifi­ciosa, extraña a la propia experiencia lingüística del sujeto hablante.

      Esta situación tiene desastrosas consecuencias para el cultivo del idioma. En el mejor de los casos, le lengua literaria permanece apartada de las formas coloquiales, incapaz de animarse con las experiencias vivificantes del habla cotidiana. Por lo común, una formación primaria y secundaria bastante defi­ciente no ha bastado para dotar al hombre culto canario de un dominio de la lengua escrita que le permita expresarse en ella con corrección y soltura; así, incluso la minoría pretendidamente selecta de estudiantes y licenciados uni­versitarios (sin excluir los de Letras) suele enredarse en la enorme maraña constituida por la dualidad mal percibida de normas lingüísticas.

      Considerado el problema dentro solamente del marco nacional, la solu­ción podía encontrarse en un refuerzo de la enseñanza de la lengua, más en el plano práctico (redacción, lectura con análisis) que en el teórico, a lo largo de todo el bachillerato. Creo, sin embargo, que no podemos renunciar a un planteamiento de la cuestión en términos más generales. La situación de la lengua descrita para Canarias es muy general en la América hispana, donde comúnmente existe también una profunda divergencia entre la norma que rige el ejercicio cotidiano de la lengua y la que preside su cultivo literario. Es más, esta moderada diglossia, que la existencia de un dialectalismo al nivel de la norma necesariamente supone, constituye verdaderamente el hueso irre­ductible en el tan discutido problema de la unidad de la lengua.

      Desde luego, cabe seguir propugnando que, en pro de la deseada uni­dad, todos los países de habla española (incluida España) acepten una políti­ca lingüística coordinada que tenga como objetivo erradicar las normas re­gionales, imponiendo a toda la comunidad hispano-hablante una ortología unitaria; evidentemente, con los medios de difusión de la voz oficial que la técnica ha puesto en manos de los organismos directores de la cultura (radios y transistores, cine, televisión, etc.), la presión de la norma ortológica reduci­ría pronto a una situación de «patois» a las hablas dialectales locales. Es éste un ideal de unidad que pudiéramos llamar «a la francesa». Sin embargo, este plan me parece del todo irrealizable. Ninguna comunidad hispano-hablante toleraría semejante atentado a su tradición lingüística; las varias modalidades de español culto existentes no pueden ser consideradas ni tratadas como me­ras «hablas dialectales» o «patois», en relación con el español peninsular ofi­cial o con el español ejemplar.

      Ante el carácter evidentemente utópico de ese ideal de unidad «a la fran­cesa», es preciso explorar otras alternativas más concordes con la realidad del mundo de habla española. A mi parecer, la «unidad de la lengua» no exige la imposición de una norma única. Lejos de favorecer una política idiomática que propugne la enseñanza de una ortología rígida y artificiosa en todo el ámbito del español, considero que debe reconocerse como caracterís­tica esencial de la lengua española su enorme libertad normativa. Desde anti­guo, la Academia abandonó en el léxico todo criterio sistemático, todo pu­rismo, para dar acogida en su Diccionario a los vocabularios varios propios de las más distintas modalidades de español; últimamente extendió (en algún caso) al campo de la fonética la libertad de seguir, ya una norma, ya otra, entre las que gobiernan de hecho el habla de la comunidad hispano-hablante. Siguiendo en esta misma dirección, podría llegarse al reconocimiento de una básica diversidad de «normas» lingüísticas dentro de la lengua española, no sólo en el campo léxico y en el campo fonético, sino aún en el sintáctico. Este liberalismo normativo liberaría a grandes sectores de la población hispano­hablante de la inútil y deformante carga que supone el aprendizaje en la propia lengua materna de todo un conjunto de «normas» por completo ex­trañas a su saber lingüístico previo. La enseñanza del idioma, concebida en­tonces como científica reflexión acerca de un sistema y de una norma cuyo conocimiento precientífico se posee de antemano, conseguiría del hablante común una corrección lingüística y un dominio de las posibilidades expresi­vas de la lengua inalcanzables al presente en las regiones con parcial diglos­sia. Al mismo tiempo, la lengua literaria, firmemente asentada en cada caso sobre una estructura normativa sentida como propia, se despojaría de todo lastre inoperante, ganando en flexibilidad y naturalidad. Tal variabilidad normativa, convenientemente codificada, lejos de atentar a la unidad del idioma, contribuiría a establecer una mayor intercomprensión entre las di­versas modalidades de español hoy en uso.

      En suma. La hermandad lingüística de las islas Canarias con el conti­nente americano no se reduce a una notabilísima comunidad en su fonética, su morfología, su sintaxis y su léxico; hay, además, un estrecho paralelismo en las peculiares condiciones de desarrollo de la lengua que se dan en estos dos fragmentos desiguales de la Neo-romania. El español canario, por su reducida extensión geográfica, por su mayor proximidad a la metrópoli, constituye un campo de investigación siempre inestimable para cualquier es­tudio de conjunto del español de América.

Diego Catalán. El español. Orígenes de su diversidad (1989) 

NOTAS

a [Véase otra interpretación, que creo preferible, en el cap. 8 de este libro. «El español de Tenerife», n. 135].

CAPÍTULOS ANTERIORES:  EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

ADVERTENCIA

1.- EL ESPAÑOL. ORÍGENES DE SU DIVERSIDAD

I ORÍGENES DEL PLURALISMO NORMATIVO DEL ESPAÑOL DE HOY

*   2.-1. EL FIN DEL FONEMA /Z/ [DZ - Z] EN ESPAÑOL

*   3.- 2. EL FIN DEL FONEMA /Z/

*   4.- 3. ¿PROCESO FONÉTICO O CAMBIO FONOLÓGICO?

*   5.- 4. ¿PROPAGACIÓN DE UN CAMBIO FONÉTICO O DE UN SISTEMA FONOLÓGICO?

*   6.- 5. LA FALTA DE DISTINCIÓN /Z/ : /Ç/, REGIONALISMO CASTELLANO - VIEJO

*   7.- 6. LA CONFUSIÓN SE CONVIERTE EN NORMA DEL HABLA DE LA CORTE (FINALES DEL SIGLO XVI)

*    8.- 7. LA PÉRDIDA DE LA DISTINCIÓN /Ç/ : /Z/ NORMA GENERAL DEL HABLA (EN EL PRIMER CUARTO DEL SIGLO XVII)

*   9.- 8. EL CAMBIO EN LA NORMA CORTESANA, VISTO POR LOS GRAMÁTICOS EXTRANJEROS

10.- 9. EL ESPAÑOL ORIENTAL ANTE EL TRIUNFO DE LA NUEVA NORMA DE MADRID

11.- 10. RESISTENCIA DEL ANTIGUO SISTEMA TOLEDANO EN LA ALTA EXTREMADURA

*   12.- 11. LA NUEVA NORMA ANTE EL CECEO ANDALUZ

*   13.- 12. CONCLUSIÓN

 II EL ÇEÇEO-ZEZEO AL COMENZAR LA EXPANSIÓN ATLÁNTICA DE CASTILLA.

*   14.- 1. ESTADO DE LA CUESTIÓN

*   15.- 2. CECEOSOS DE LENGUA ESTROPAJOSA

*   16.- 3. CECEOSOS POR HÁBITO LINGÜÍSTICO

17.- 4. COMUNIDADES CECEOSAS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVI. SU LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA Y SOCIAL

18.- 5. EL ÇEZEO SEVILLANO EN TIEMPO DE LOS REYES CATÓLICOS, SEGÚN EL TESTIMONIO DE LAS GRAFÍAS

*    19.- 6. EL ÇEÇEO SEVILLANO, DESCRITO POR NEBRIXA

20.- 7. CARÁCTER FRICATIVO DE LA /Ç/ Y DE LA /Z/ DEL SEVILLANO MEDIEVAL

*    21.- 8. LAS GRAFÍAS Y EL ÇEZEO MEDIEVAL

*   22.- 9. CONCLUSIÓN: EL ÇEÇEO-ZEZEO AL COMENZAR LA EXPANSIÓN ATLÁNTICA DE CASTILLA

III EN TORNO A LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL DE AYER Y DEL ESPAÑOL DE MAÑANA

* 23.- III EN TORNO A LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL DE AYER Y DEL ESPAÑOL DE MAÑANA

* 24.- 1. CONSIDERACIONES DIACRÓNICAS ACERCA DE LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL

* 25.- 2. LAS SIBILANTES IMPLOSIVAS EN EL ESPAÑOL DE ESPAÑA: GEOGRAFÍA Y DIACRONÍA

26.- 3. LA EVOLUCIÓN DE -S, -Z COMPARADA CON LA DE -R, -L

*   27.- 4. FONÉTICA Y FONOLOGÍA

* 28.- 5. LOS ALÓFONOS DEL ARCHIFONEMA SIBILANTE EN EL ESPAÑOL Y LA ESTRUCTURA SILÁBICA DEL ESPAÑOL DE MAÑANA

IV CONCEPTO LINGÜÍSTICO DEL DIALECTO «CHINATO» EN UNA CHINATO-HABLANTE

29.- IV CONCEPTO LINGÜÍSTICO DEL DIALECTO «CHINATO» EN UNA CHINATO-HABLANTE

*    30.- 1. SINGULARIDAD DEL HABLA «CHINATA»

*    31.- 2. PERSONALIDAD LINGÜÍSTICA DE NUESTRO AUTOR

*    32.- 3. TEXTOS

 * 33.- 4. EL SISTEMA FONOLÓGICO «CHINATO» EN LA CONCIENCIA DE NUESTRO AUTOR

*   34.- 5. PROBLEMAS DE FONÉTICA SINTÁCTICA

*   35.- 6. DEBILIDAD DE LA ANALOGÍA MORFOLÓGICA

V GÉNESIS DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO (ONDAS VARIAS A TRAVÉS DEL OCÉANO)

*  36.- V GÉNESIS DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO (ONDAS VARIAS A TRAVÉS DEL OCÉANO)

*   37.- 1. EL ÇEZEO [ÇEZ̧EO] SEVILLANO Y EL ESPAÑOL DE CANARIAS Y LAS ANTILLAS EN EL PRIMER CUARTO DEL S. XVI

*   38.- 2. EL ESPAÑOL ULTRAMARINO DE LOS PUERTOS Y EL ESPAÑOL MERIDIONAL

VI. EL ESPAÑOL CANARIO. ENTRE EUROPA Y AMÉRICA

*   39.- VI. EL ESPAÑOL CANARIO. ENTRE EUROPA Y AMÉRICA

*   40.- 1. EL ESPAÑOL DE LOS PUERTOS DE AMÉRICA

*   41.- 2. EL DATO CANARIO: ESTRATOS VARIOS DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO

*   42.- 3. CONSONANTES IMPLOSIVAS

*    43.- 4. EL FONEMA /H/

*   44.- 5. LA -D- (< -T- LATINA)

*   45.- 6. LA OPOSICIÓN [L PALATAL] : [Y] Y EL YEÍSMO

*   46.- 7. LA -CH-

*    47.- 8. LA DIPTONGACIÓN DE LOS HIATOS

*    48.- 9. CONCLUSIÓN

VII. EL ESPAÑOL EN CANARIAS

*    49.- VII. EL ESPAÑOL EN CANARIAS

*    50.- 1. LA DIALECTALIZACIÓN VERTICAL: COEXISTENCIA DE MODALIDADES ARCAIZANTES Y NEOLÓGICAS DE ESPAÑOL ATLÁNTICO

       Diseño gráfico:

La Garduña Ilustrada

Imagen: Letra minúscula p de Durero

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